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República y libertad

Joan Martí
Joan Martí
Licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona.
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análisis

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Los que condenan los tumultos, se olvidan que fue la causa principal de la libertad en la república romana, se fijan más en los ruidos y gritos que nacen de esos tumultos que en los buenos efectos que producen y no consideran que en toda república hay dos estados de ánimo diferentes: el de los grandes y el del pueblo y todas las leyes que se hacen en pro de la libertad nacen de la desunión entre ambos. Los tumultos, a fin de que sean suscitados por el deseo de libertad del pueblo, son buenos. Esto nos lleva, por ejemplo, a preguntarnos a quien mejor confiar la guarda de la libertad que al pueblo y por tanto, reconocer la fecundidad del conflicto.

La superioridad de los pocos, ligada como está a la riqueza, no inclina hacia la moderación, pues los que poseen quieren siempre adquirir más. No se trata de psicología. La sociedad está siempre dividida entre los que quieren dominar y los que no quieren ser dominados. Allí donde el pueblo es fuerte, reivindicativo, sólo allí, el deseo de los grandes puede ser contenido (al menos en una república). De este modo, bajo el efecto del conflicto, nacieron todas las leyes buenas. Por el contrario, allí donde los grandes dominan absolutamente, la ley se convierte en su propiedad, la sociedad entera es sometida.

La libertad está ligada a la negatividad en el sentido de que implica el rechazo de la dominación. No debemos perder de vista que entre los fundamentos de la república está la igualdad y no hay duda de que, por este hecho, el régimen republicano es el régimen superior. La república tiene más vida. La república, como el caso de Ucrania, no pierde nunca el recuerdo de las libertades de que ha gozado.

La inteligencia de la acción republicana debe estar asociada a una institución, debido a lo cual no hay separación entre lo que sería el objeto noble del pensamiento “lo político” y lo que sería el objeto trivial “la política”. Si la política importa es porque implica mezclarse con los acontecimientos. El ataque del ejército ruso (Vladímir Putin) al pueblo ucraniano exige a los gobernantes mundiales a demostrar su implicación en la defensa de la república de Ucrania. No cabe la neutralidad de acción.

Los deseos de los pueblos libres raramente son dañosos a la libertad porque nacen, o de sentirse oprimidos, o de sospechar que puedan llegar a estarlo. Estados de ánimo, deseos, estas palabras tienen el poder singular de evocar la vida de una sociedad. Evocan la idea de una fuerza que viene de abajo, que resiste a la opresión, a la que sólo la república puede abrir paso cuando cumple su razón de ser: dar figura a la libertad política; esto es lo que por sí solo da un significado al republicanismo.

De hecho, debemos insistir en que es una ilusión creer que los que dominan no estén nunca satisfechos con lo que poseen, que su superioridad ofrezca una garantía de su sabiduría, pues la avidez de los grandes no tiene límites y sólo encuentra término en la resistencia del otro. La libertad está ligada al deseo del pueblo no porque éste sea bueno, sino porque este deseo, cuando puede expresarse, rompe la lógica de la apropiación.

Con agilidad, el pensamiento debe prestarse al movimiento y estar siempre en movimiento, distinguir lo que, aquí y allá, tiene sentido y lo que no. ¿A los ojos de quien la ama, qué es peor para la democracia actual? ¿Que sus dirigentes sean ambiciosos, que se entreguen a defender sus intereses particulares o bien que actúen como imbéciles?        

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1 COMENTARIO

  1. Cuando habla de «pueblo» ucraniano a quienes se refiere; a los rusos separatistas de Dombás, Crimea o Odesa. A los ucranios nazis del Batallón Azov, o los nacionalistas ucranios que desprecian a sus conciudadanos rusos, a los demócratas que defienden el respeto y la convivencia entre iguales de cada una de las identidades de Ucrania.

    La palabra «pueblo» engloba a todos ellos pero cada grupo tiene intereses distintos y aspiraciones diferentes.

    Hannah Arendt decía que «hay que distinguir para comprender» y hablar del «pueblo» sin distinción no contribuye a ello.

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