Algo está fallando, con un efecto social muy grave, cuando el número de agresiones sexuales crece, desbocado, entre los menores de dieciocho años como confirma el informe sobre Violencia de Género y Doméstica hecho público por el INE. Cifras preocupantes que recogen un aumento del 70,8 por ciento en el número de denunciados, y un 28,6 en las adolescentes víctimas de abuso, que suponen un crecimiento del 3 por ciento en el número de agresores y víctimas con respecto a 2020. Cifras que indican que está fracasando la estrategia para reducir la percepción de la mujer como un objeto sexual al servicio del hombre, en las capas sociales que darán el relevo generacional a las actuales. Datos que demuestran, una vez más, que nada está conseguido y mejorado para siempre; sino que hay que perseverar, perseverar y perseverar en el mensaje de que la mujer es igual al hombre en derechos y libertades, y no una posesión masculina; porque las sociedades necesitan mucho tiempo para cambiar de mentalidad.
Fracaso que demuestra que, los muchos gestos y acciones desarrollados para mejorar equidad económica y la paridad en los puestos de responsabilidad en empresas públicas y privadas; ha supuesto un trabajo meritorio, pero solo en la superestructura del problema, en la creencia de que su visibilidad pública acabaría por si misma con la desigualdad y la violencia de género. Sin embargo, los datos del INE, vienen a confirmar que por el camino se ha abandonado la pedagogía social en la base del problema que son las generaciones de adolescentes y jóvenes que, en unos años, se harán cargo del país. ¿Desinterés? ¿Desgana? ¿Olvido?
Pedagogía en colegios e institutos que debería ser obligatoria, y no quedar al arbitrio de que una Comunidad, un Ayuntamiento o la dirección de los centros, quieran, o no, dar cursos y seminarios de sensibilización contra la violencia de género, por iniciativa propia. Pedagogía social constante que debe ser tarea fundamental del Ministerio de Igualdad, para acabar con los micro machismos que son el germen del machismo que perviven como resultado de una sociedad que aún tiene un fuerte poso machista en sus entrañas, tras cuarenta años de dictadura y moral religiosa tridentina para la que la mujer sigue siendo el demonio que enloquece al hombre.
Machismo reverdecido por la ultraderecha, cuyo mensaje simplón, pueril y pasional cala entre los más jóvenes, porque el Gobierno y la sociedad civil democrática no se esfuerza en contra restar ese discurso con campañas, crudas si es necesario, cómo las que realizó la DGT en su momento para reducir de manera drástica los accidentes mortales, y que desarrolla con periodicidad necesaria. ¿A qué están esperando?
