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Renacer (A)

Filosofía para pobres (XXII)

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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[segue]

Dante es coetáneo de Ockham y su Comedia tiene todos los ingredientes de las grandes obras: ser síntesis de su momento o consciencia de lo heredado y contener la semilla de la apertura a lo nuevo, a la vida en marcha. Dante es un gran conservador y un gran revolucionario, nadie canta como él el esplendor del cristianismo escolástico y su universo finito de esferas concéntricas; nadie vilipendia como él a la gran “Puttana” cuyo esplendor en degradación será la base del mundo moderno: la decadencia de la Iglesia.

Hay un doble movimiento que socava la base del cristianismo medieval: primero, el agotamiento del eterno corolario escolástico en favor de la observación directa de lo natural; segundo, las críticas al alejamiento del cristianismo original. Ambas tendencias parten del mismo seno de la fe (el franciscano Ockham es prueba de ello), ya hemos visto que no era tan monolítica su estructura como unos pretendían y los historiadores nos enseñan.

La sustitución del paradigma cristiano escolástico en realidad se hará por un nuevo paradigma fideísta, no es el final de la religiosidad o de la concepción religiosa de la realidad sino su transformación: esta nueva era supone lo mismo con otro ropaje. Por un lado, la Reforma Protestante pondrá las bases de una religión culta y consecuente que se emancipará en lo político del Occidente sometido a Roma; por otro, el racionalismo cartesiano redefinirá el catolicismo hasta renovarlo absolutamente, y esta nueva versión de la fe se irá metamorfoseando hacia el deísmo del XVIII, una especie de exaltación de la divinidad más como un genio diseñador del Universo que como creador, accesible más por medio de la Razón y menos como providente concepto inalcanzable por una Humanidad indigna…

No se produce un abandono de la religión progresivo en favor de una secularización menos fanática; hay un recambio de la falsa religión por la verdadera supuesta, como señalaba el estudioso Eugenio Garin: no se rechaza la magia o la astrología (ocurre lo mismo), se sustituye la falsa astrología (“iudiciaria”) por la verdadera (“quadrivialis”), la adivinatoria por la matemática y geométrica (del “Quadrivium”) y así sucesivamente, recordando siempre que Kepler a comienzos del XVII seguirá considerando a los astros seres vivos y ganando dinero leyendo los destinos y juicios en esos movimientos geométricos.

Es verdad que los recalcitrantes conservadores, para contener el control del poder, siempre han querido identificar racionalismo con ateísmo, y posteriormente Ilustración con impiedad… pero en la realidad la alternancia del paradigma fue menos traumática, lo que no significa menor; es curioso que la caracterización por parte de ideologías contrarias siempre hace una parodia histórica excesivamente simple de la contraria: olvidemos que sea tan “Ciencia”, como el tópico sostiene, el Renacimiento. Hay que recordar que este término se empieza a usar a mediados del XIX por contraposición con la supuesta opacidad del medievo; la palabra se usaba originariamente, cierto, mas tenía mucho que ver con la propia astrología, la “renovatio” o “consciencia del renacer” estaba vinculada a los ciclos repetitivos de los fenómenos celestes, a la sucesión de oscuridad y luz, de crepúsculos y auroras: la novedad, la edad o la vida nueva, el inicio y el fin de las etapas.

Muere un modelo matemático de esferas en el que el ser humano aparecía controlado por los “espíritus” o líneas que unían su destino a los astros, y es reemplazado por un mundo en el que se rompen esos vínculos y la Humanidad va a ser la clave de la “copula mundi”: el intermediario directo entre las dos realidades, lo divino y lo material, lo no tangible ni medible y lo extenso, ha ganado libertad en cuanto deja de ser una mera parte del engranaje mecánico-teológico, ésta es la verdadera reivindicación del Humanismo renacentista: no la exaltación del Humano como tal sino como único puente de unión entre Dios y el Mundo.

Quizá la presencia del Dante humano en el secreto mundo del más allá sin esperanzas, émulo del Er platónico, deba ser interpretada así. Las contradicciones en esta obra son permanentes; culpa ineluctable y libertad se mezclan sin solución; leemos en el canto VII del «Infierno» la provocación nada inocente de comparar el designio de Dios con el arrastrarse oculto de la sierpe bajo la hierba, impredecible; o, en el canto XIX, esa terrible pregunta cínica que lo resume todo: “[…] cuánto dinero / quiso Nuestro Señor como adelanto / para entregar las llaves a San Pedro?”; y sin embargo en el XX volvemos al medievalismo: “¿Quién es más insensato que el que, errando, / se compadece del juicio divino?”, puro escolasticismo (también en el canto IV del «Paraíso»; o en el canto III del «Purgatorio» con una defensa absoluta de la Trinidad, porque no habría hecho falta el parto de María de ser comprensible (canto XXIII del «Paraíso»); de nuevo otra apología insostenible del libre arbitrio en el canto XVI, contraria la perfección de la creación, o en el XXV se explicará el proceso por el cual Dios otorga al cerebro y al alma, que proviene de la sangre pura acumulada en los testículos, esta posibilidad de la libre elección; la justificación entera de la Historia humana como cristianismo, que perdurará hasta el evolucionismo darwiniano del XIX, se ve en el canto VII del «Paraíso»… en este mismo canto, curiosamente, se mantiene la dependencia de bestias y plantas de los rayos y movimientos de los santos astros (sic), “en cambio vuestra vida exhala el soplo, / sin mediación, del sumo bien, que ama / y se hace amar sin fin en el deseo”, tesis sostenida anteriormente más atrás como descripción de la modernidad incipiente…

La Comedia de Dante es el gozne de un portalón que separa dos épocas y me gusta situarla en los alrededores de Ockham, porque a éste se le ve con su hábito medieval y a aquél ya renacido, sin embargo comparten tanto… El discípulo de Virgilio reúne la sabiduría pasada y contiene un misterio de premonición; en sus páginas sale ya lo de “debes saber , para que no te extrañes, / que no son torres, no, sino gigantes” (canto XXXI del «Infierno») o el invento de la palabra “Trashumanar” como la capacidad de una percepción sobrehumana, de tan claros ecos nietzscheanos (canto I del «Paraíso») o el gran giro histórico expresado en los últimos versos del canto IX del «Paraíso»:

            “El Vaticano y los demás electos

            sitios de Roma que hoy son cementerio

            de la milicia que siguiera a Pedro,

            pronto se librarán de este adulterio”.

Estamos cambiando de paradigma.

(Nota: sigo la traducción del investigador, profesor y poeta José María Micó)

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