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Relatos, ficciones y realidades

Alberto Vila
Alberto Vila
Analista político, experto en comunicación institucional y economista
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análisis

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Para gobiernos como el nuestro. Lo importante es el relato. Los hechos de la realidad no importan especialmente. No importa si éste relato está respaldado o no por datos objetivos. Inclusive se manipulan esos datos a la medida del relato. Las palabras generan imágenes. Consolidan marcos conceptuales previos. Son la antesala de las emociones. Cuando se tiene claro el relato es mucho más sencillo establecer esas palabras, mensajes directos, cortos y concisos, que refuerzan la narración. Las palabras construyen escenarios. Son la semilla de los cambios y las transformaciones. Los relatos políticos el proceso por el cual estas palabras devienen en proyectos políticos compartidos. Cuando los sociólogos y los expertos en comunicación suplantan a los estadistas. En ese preciso momento la realidad se convierte en materia prima de las ficciones. Esta gente puede. Si se lo propone. Convertir a la democracia en una ficción. También a su capital político. Eso se ha venido dando con más o menos claridad desde los albores de la denominada Transición.

Por ello necesitaba sentar hace unos días a unos secretarios generales de sindicatos, representantes de movimientos sociales y algún partido regional minoritario, para una serie de fotos sonrientes. Ficciones. El “relato” del PSOE sanchista se está ahogando en el Mediterráneo, o en el cambio de tendencia de las encuestas, que lo sugieren deslavazado por esta serie de actos tan innecesarios como torpes en términos políticos.

Antoni Gutiérrez Rubí, al tratar el tema de los “relatos”, menciona a James Baldwin. Este fue uno de los precursores del movimiento de derechos civiles en EEUU. Así, afirmaba que: “Escribimos para cambiar el mundo (…). El mundo cambia en función de cómo lo ven las personas y si logramos alterar, aunque sólo sea un milímetro, la manera como miran la realidad, entonces podemos cambiarlo”. Baldwin conocía en carne propia ser víctima del relato oficial. Su trabajo literario explora de un modo personal los temas de la identidad colectiva. Trata de poner relativizar las presiones sociales hacia los colectivos negro y homosexual. Ello, mucho antes de que la igualdad social, cultural y política de estos grupos se hubiera logrado en su país.

La grandilocuencia del relato pretende disimular la insignificancia en la gestión del gobierno. Este gobierno no ha resuelto ni uno sólo de los problemas de los españoles. Tampoco lo ha hecho la oposición. Al contrario. Han creado una significativa variedad de dificultades nuevas. El gabinete sanchista cuenta con el raro privilegio de tener los personajes tal vez con peores resultados en sus respectivas gestiones de la historia política de España. Trabajo y Economía sostienen la Reforma Laboral, en la que sigue viva la desigualdad de género. Interior la Ley Mordaza. Defensa la desmesurada compra de armamentos. Educación en la concertada. Sanidad en la continuidad de los injustos copagos. Fomento sigue en la línea de pensar en el interés de las constructoras. Exteriores alineándose con el neofascismo de Salvini. La Vicepresidenta con el raro honor de fracasar en la prevención de los asesinatos machistas. El propio presidente de vacaciones mientras a los españoles se les están acabando los recursos. Para qué hablar de los jubilados. Sin detenernos en las puertas giratorias que siguen marcando la gestión. En tanto, España está ingresando en las primeras sombras de una recesión mundial, además de las consecuencias del “efecto tango” que nos llegará de la catástrofe neoliberal de Argentina. Esto último, ha sido el modelo tan alabado por nuestra monarquía hace unos meses atrás. La imprudencia sigue habitando la Zarzuela.

Pero como todo, además, la sensación de impunidad se encarnó en la administración del poder. Estamos presenciando la desnudez de comportamientos detestables en términos de rapiña. Enriquecimiento ilícito y amnistías. Estas, tanto en la forma de indultos injustificables, prescripciones judiciales o blanqueo de los defraudadores fiscales. Así, construyen relatos que pretenden encubrir los daños colaterales con medidas de aparente humanidad. Como la nueva ayuda para los parados de larga duración, promovida por Unidas Podemos pero naufragada por el rechazo de ERC a los presupuestos. El relato desea ocultar la venta de activos inmobiliarios o empresariales. El más relevante Bankia. Propiedad de todos. A precios viles. Utilizan como excusa que la venta reportará beneficios al conjunto ciudadano. Falacias. Los únicos que se resarcen rápidamente son los compradores. Es el caso de la apropiación de las viviendas sociales en la Comunidad de Madrid. También, poco se habla de la operación Chamartín ¿Qué funcionarios autorizaron para dar un pelotazo de este calibre?

Me pregunto si comprendo mal la función de la Fiscalía General de la Nación. ¿Los evidentes abusos en la administración de los activos no es materia de posible prevaricación? ¿El “gobierno en solitario” se fundamenta en tener las manos libres para esto? El resto es puro relato. Los ciudadanos están hartos. La capacidad de metabolizar tanto ladrón. De aceptar el recorte de libertades. La deserción de responsabilidades. La indignación sigue anidándose en los hogares. En las calles. En las universidades. En los bachilleratos. En centros de salud.

Esa indignación no se ha traducido en violencia ciudadana por el mero hecho de haberse presentado en la escena política alternativas al relato oficial. La energía disfuncional de la violencia se canalizó en manifestaciones del ejercicio democrático de votar. No es subversivo observar a un grupo de yayoflautas manifestar su discrepancia con el poder. Es subversivo alterar las reglas de la convivencia democrática. En España se ha practicado un terrorismo económico con la anuencia de los centros de poder. Preferentemente el político. La función de los que escribimos es poner de manifiesto los abusos de ese poder. Si nos repetimos en nuestras preguntas. Tal vez sea porque los abusos en el poder son reiterados. Por ello debemos insistir. Responder una y otra vez que no nos callaran. Que su relato no prevalecerá. Que los ciudadanos no están indefensos. Al socialismo postmodernista español le llega la tragedia, en términos políticos: su relato lo acerca al relato de la derecha. El pretexto de la razón de Estado no cuaja. La soberbia de actuar adoptando decisiones de alcance sin promover el debate necesario. Pretendiendo sólo lograr el respaldo de su socio en el modelo bipartidista. El relato alude con frecuencia a él. Falacias.

Hay más relatos. Ya veremos cuál prevalece.

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