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Reformatear el proyecto (sobre el hotel Aromar de Platja d’Aro, 1/2)

Jaume Prat Ortells
Jaume Prat Ortells
Arquitecto. Construyó hasta que la crisis le forzó a diversificarse. Actualmente escribe, edita, enseña, conferencia, colabora en proyectos, comisario exposiciones y fotografío en diversos medios nacionales e internacionales. Publica artículos de investigación y difusión de arquitectura en www.jaumeprat.com. Diseñó el Pabellón de Cataluña de la Bienal de Arquitectura de Venecia en 2016 asociado con la arquitecta Jelena Prokopjevic y el director de cine Isaki Lacuesta. Le gusta ocuparse de los límites de la arquitectura y su relación con las otras artes, con sus usuarios y con la ciudad.
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análisis

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Una de las grandes obsesiones del GATCPAC, compartida con la de otros grupos de artistas con capacidad de acción, decisión e influencia política tanto de derechas como de izquierdas, fue socializar el ocio. El famoso Plan Macià para la ciudad de Barcelona tuvo una dimensión metropolitana que llevó a sus autores a plantear una ciudad satélite de reposo y vacaciones al otro lado del Delta del Llobregat, en terrenos de la pineda de Castelldefels, autóctona, riberenca, a construirse en tres bandas programáticas paralelas: un strand, o sea, una calle principal comercial, vertebradora de toda la iniciativa, como una especie de centro corrido (si quieres quedar bien di direccional), la primera línea de mar poblada de hoteles y chiringuitos y servicios y, entre una y otra, pequeños bloques y viviendas unifamiliares integrados en la pineda. La Guerra Civil y la crisis, que se alargó hasta los sesenta, truncó esta iniciativa.

     Cuando se recupera se hace de manera privada, más desordenada y sin tanta planificación. Aún así, el modelo se consigue instalar en dos puntos de la costa catalana: Castelldefels y Platja d’Aro. Centrémonos en el segundo.

     Platja d’Aro sigue el sistema que acabo de describir de manera sorprendentemente pura. Ha sido esta iniciativa privada, una especulación cada vez más tendiente a realizarse por grandes paquetes autistas, lo que ha estropeado un modelo que, a pesar de su desprestigio, funciona bien. Este desprestigio viene por una segunda característica compartida con la Pineda de Castelldefels: la ausencia de un casco antiguo de referencia, obviando que la mayoría de los pueblos de veraneo están formados por paquetes de urbanización descohesionados, periferias genéricas y centros rehechos y maltratados hasta perder su identidad.

     La arquitectura de Platja d’Aro presenta una gran dignidad, con tipologías de edificios ajustadas al lugar y un grado de experimentación considerable, una arquitectura que tampoco tiene un excesivo prestigio por dos razones, siendo la primera que Platja d’Aro se hizo desde Gerona, con el concurso de arquitectos locales que no han pasado a la historia a causa de este conflicto soterrado por el relato que ha querido identificar la arquitectura de Barcelona con la arquitectura catalana aplanando diferencias territoriales y maneras de hacer diversas, condenando al ostracismo a buenos arquitectos a los que no se ha promocionado ni estudiado. Y así sigue.

     Uno de los mejores edificios de primera línea de mar de Platja d’Aro es el Hotel Aromar, firmado por los hermanos Ignasi, Lluís y Josep Maria Bosch Reitg: una batería de muros de carga de ladrillo dispuestos en espiga forma cinco plantas de habitaciones con un sistema constructivo en forma de H para dejar abierto el frente que da al mar. El Aromar tiene una forma de L obtusa, formada por la inclinación de las espigas de las habitaciones, que las dejaba a todas mirando al mar. El hotel sufrió dos ampliaciones, una de ellas aumentando el 20% de su superficie a base de construir un arco de habitaciones orientadas a la montaña (la franja costera catalana es estrecha, y lo que no es mar es montaña), y una segunda que consistió en remontar una planta, operación hecha con una cierta sensibilidad a base de retrasar la línea de cornisa con tal gracia que parece hecho de una vez. La resultante, un conjunto de 154 habitaciones, sigue siendo un edificio muy bueno.

     Este edificio sufrió la misma suerte que todas las grandes arquitecturas de vacaciones de los sesenta y los setenta: quedar obsoletas por el cambio de hábitos de los turistas. Y esta es la segunda razón del desprestigio de Plajta d’Aro. El turismo de los sesenta y setenta busca olvidarse de la ciudad. Busca el contacto con la naturaleza, con el sol, con el aire fresco. Su arquitectura es la de los espacios intermedios, la de los porches, la de las terrazas, la de las piezas interiores en comunicación directa con el exterior, la de las ventilaciones cruzadas. La de la identificación de la casa con el jardín.

     Todo esto cambiará a partir de los ochenta: las piezas interiores abiertas estorban al televisor. Llega Internet. Llega el aire acondicionado. Se consolida un cambio de hábitos familiar. Conclusión: la relación interior-exterior pierde ambigüedad. Los espacios intermedios dejan de usarse. Consecuentemente, la superficie de vidrio se reduce en las nuevas construcciones. El cambio es profundo: de veranear para desconectar se pasa a demandar una casa, o una habitación, lo más parecida posible al modelo de invierno al lado, eso sí, de unos equipamientos lúdicos. El Aromar, como buena parte de las arquitecturas de la época, se adaptó gradualmente a estos cambios, degradando el proyecto original, aislándose del lugar.

     Actualmente este modelo se ha puesto en crisis. La gente demanda, de nuevo, un veraneo con más contacto con el exterior, quizá por que el televisor ya no sirve y ahora se está más pendiente de los stories de Instagram y de la venta de experiencias. Por lo que sea, volvemos a disfrutar del lugar.

     Este es el requerimiento principal del encargo de la reforma del Aromar que recae en XC arquitectes, que, para la ocasión, decidieron formar equipo con Joan Puigcorbé y Miquel Subiràs. El encargo consiste en el acondicionamiento del hotel para adecuarlo a un público que quiere venir menos noches pero más seguido, y no sólo en verano.

     Lo primero de todo es darse cuenta que están trabajando con un edificio buenísimo. Respetar, potenciar, trabajar con las bondades de esta intervención-madre es la base de su labor, que ha transformado totalmente el edificio al fusionar el primer proyecto con las ampliaciones devolviendo al conjunto su capacidad de contacto con el exterior.

     El edificio, que había sobrevivido décadas en un ambiente agresivo, estaba fuera de normativa, tenía instalaciones muy básicas y estructuras que absorbían pocas sobrecargas. Esto se soluciona a base de microintervenciones: nuevas capas de compresión, desviar la escalera de incendios que tapaba el mar, consolidar las volumetrías disconformes que se habían creado a lo largo de los años.

El Hotel Aromar es un proyecto de BowDesign Studio + XC arquitectes + Joan Puigcorbé + Miquel Subiràs. XC arquitectes son Xavier Vilagran y Cristina Lloret. Fotografía: Eugeni Pons.

     Segundo: la estructura de muros de carga no permite alterar la tipología de las habitaciones. Solución: llegar hasta el hueso de la estructura vidriando al 100% el vano que relaciona la habitación con el mar retorciendo toda la distribución para fusionar interior y exterior. Esta vidriera es la responsable del nuevo aspecto del edificio. Si se comparan dos fotografías, una de antes y una de después, no sabes qué ha pasado. Antes era una arquitectura de vacaciones bien resuelta. Ahora parece un proyecto rabiosamente contemporáneo. La diferencia es este pequeño nuevo porcentaje de vidrio producto de cargarse los umbrales sobre las vidrieras convencionales, gesto que, repetido por toda la fachada, la convierte en un muro-cortina con terrazas. Luego: la habitación reubica la cama para enfrentarla con el mar. Los criterios de optimización del espacio propios de un veraneo prologado dejan de tener sentido. La cama flota, se puede circuitar enteramente, y su cabezal lo ancla al lugar. Detrás, el baño se abre y se fusiona con la habitación. Sólo el váter queda cerrado. La habitación se abre a un mar que va desde un mar novecentista con vistas a Palamós a un mar romántico friedrichiano según su posición, llegando a una relación casi violenta con el agua que, además, ve el sonido del oleaje potenciado al desaparecer la sombra acústica que provoca la arena. Es más fácil vivirlo que explicarlo. Y más bello. Os lo puedo asegurar.

El Hotel Aromar es un proyecto de BowDesign Studio + XC arquitectes + Joan Puigcorbé + Miquel Subiràs. XC arquitectes son Xavier Vilagran y Cristina Lloret. Fotografía: Eugeni Pons.

     Esta apretura del edificio al mar y al lugar comprende también la planta baja. Lo que Xevi, Cristina, Joan y Miquel han hecho con esta planta baja es tan bestia que los lo contaré en un artículo a parte. Resumiendo: la planta baja del Aromar es una de las mejores arquitecturas que he visto en años. Para que la glosa quede completa me limitaré a decir por ahora que la obertura al mar, y antes que el mar, al paseo marítimo y calles adyacentes, es tan franca, tan directa, que constituye un modelo urbano. Es decir: los límites de esta planta son el paisaje y la ciudad. Y esto funciona muy bien tanto a nivel del propio hotel como de la ciudad. El Ayuntamiento debería tomar nota, extraer conclusiones y, vía normativa, convertirlo en una decisión urbanística, porque muchas decisiones de gran escala son producto de pequeñas intervenciones repetidas.

El Hotel Aromar es un proyecto de BowDesign Studio + XC arquitectes + Joan Puigcorbé + Miquel Subiràs. XC arquitectes son Xavier Vilagran y Cristina Lloret. Fotografía: Eugeni Pons.

     Esta planta baja parece desconectada del resto por la sencilla razón que el hotel, desde su concepción inicial, la divorcia de las plantas de habitación produciendo una arquitectura pabellonaria relacionada con el mar a través de un elegantísimo porche a doble altura. Luego llegaron las reformas y el olvido del lugar y el desorden. Esta descohesión se ha solucionado con un elemento que lo liga todo. Este elemento es la piedra natural. O, mejor dicho, una colección de piedras naturales. Todos los pavimentos del edificio están resueltos con un mármol de Macael precioso, un mármol blanco trabajado con un despiece cuidadísimo, casi sin junta, que forma un plano terso, reflectante, vibrante gracias a que las piedras son piedras y tienen veta, y esta veta siempre es diferente. Sobre este mármol blanco se disponen tres piedras más: cuarzo rosa, ónice y alabastro. Estas tres piedras, con un poder translúcido importante, forman los únicos muebles que podemos llamar así de todo el hotel. Muebles de piedra pesados, prefabricados, que se llevaron montados al edificio y se instalaron con grúa, muebles que se convierten en los puntos de luz del edificio. La alfombra continua de mármol que liga la planta baja con las plantas tipo, las habitaciones con las zonas comunes, cualquier superficie que visitemos o habitemos, se pliega como un plano infinito y se puntúa de un modo casi musical por muebles de otras piedras. Los cabezales de las camas. Las barras de los bares. La recepción, que es de ónice de 2cm de grueso, todos los muebles de diverso tamaño y orientación, todos ellos lámparas bajas que dan un sentido narrativo al espacio. Estos muebles son, incluso, un argumento de venta: ellos, junto con el paisaje diverso que enmarcan las ventanas, han conseguido diferenciar de una manera muy potente cada habitación. Los hay de alabastro. De cuarzo. De ónice. El hotel ha conseguido romper esta homogeneidad de los grandes hoteles internacionales, sin relación con el exterior, regidos por la eficiencia y el taylorismo del descanso. La arquitectura de esta reforma ha cambiado el tipo de público y los hábitos de consumo de este hotel. La arquitectura, sensible a las nuevas maneras de habitar, ha sido el motor de la reorientación, lo que debería de dejarnos muy contentos: intervenciones como esta demuestran que los arquitectos seguimos siendo poderosos.

El Hotel Aromar es un proyecto de BowDesign Studio + XC arquitectes + Joan Puigcorbé + Miquel Subiràs. XC arquitectes son Xavier Vilagran y Cristina Lloret. Fotografía: Eugeni Pons.
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