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Recortar derechos a la mujer es signo de involución

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análisis

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No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados”, afirmó con total certeza la filósofa S. de Beauvoir allá por el año 1.950. Simone no se equivocaba cuando decía esto, y la historia nos lo ha demostrado cada vez que ha tenido oportunidad, siendo la última ocasión hace unas semanas cuando tenemos noticia de que después de 49 años, el aborto dejará de ser un derecho universal en EEUU, ya que el Tribunal Supremo declara que es una decisión que solo debe competir exclusivamente a los Estados, quienes tendrán total libertad para prohibirlo. Muchos Estados no perdieron ni un minuto para así hacerlo.

La crisis por la pandemia mundial COVID y la posterior crisis de la guerra de Ucrania, sirven como excusa para que seamos testigo de este retraso monumental en los derechos de las mujeres, otra vez, que aunque debería ser condenado de forma rotunda por todos, es una gran oportunidad y esperanza para aquellos que desean poner en prácticas sus políticas de derecha y conservadoras, donde el cuerpo de la mujer es un mero objeto para uso y disfrute del otro, sin que esta tenga voz ni voto en las decisiones que la conciernen.

Así, más de 200 grupos conservadores -la mayoría de ellos, curiosamente, cristianos- junto con representantes del partido de ultraderecha, aprovecharon los vientos retrógrados que vienen de USA para convocar y animar a la gente a asistir a la manifestación del pasado 26 de junio, con el lema de que vivimos en la “La cultura de la muerte”. Por una milésima de segundo tuvimos la esperanza de creer que tal lema era en relación a la masacre que tuvo lugar el día anterior en Melilla, donde murieron más de 30 personas en un intento desesperado de saltar la valla buscando una oportunidad, recibiendo como respuesta una oleada de golpes y violencia y la indiferencia de gran parte de la comunidad internacional. Pero nada más lejos de la realidad, estas muertes no significan absolutamente nada para estos grandes defensores de la vida.

Lamentablemente en las calles de Madrid tuvo que escucharse barbaridades contradicciones como que “Las mujeres con su cuerpo que hagan lo que quieran, pero lo que llevan dentro no es parte de su cuerpo”, “La ley del aborto es un auténtico genocidio porque mata a seres humanos”, “Basta ya a las leyes ideológicas que imponen un proyecto autoritario para la sociedad” o “Estamos defendiendo a aquellos a los que nadie defiende”, por parte de representantes políticos y conocidos presidentes de asociaciones. Nuevamente los medios de comunicación les dieron total cobertura encantados de conocerse.

Representantes de la Iglesia también hicieron sus aportaciones, faltaría más. La Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida de la Conferencia Episcopal Española tuvo el descaro de sacar un comunicado donde animaba a la manifestación y alentaba a la “defensa de la vida, denunciando los proyectos legislativos que atentan contra ella, y confunden la injusticia con el derecho”. Como vemos, todas estas declaraciones son totalmente nauseabundas, viniendo de quienes vienen, que son los mismos que votan en contra o repudian cualquier ley que suponga un avance en derechos sociales, sobre todo, cuando se ayuda a los más vulnerables.

Porque a nadie se le pasa por la cabeza que lo hayan dicho en favor de los miles de niños y niñas que están abandonados en nuestras calles o en penosos centros, sin nadie que les de la mano, siendo pasto de los traficantes de personas que se lucran con sus cuerpos y sus vidas, o por las miles de personas que viven en las calles de nuestro país, a la espera de que los servicios sociales se hagan cargo de las situaciones precarias por las que están pasando. No lo dijeron por todas esas personas que están esperando que la Justicia saque los cuerpos de sus familiares de miles de cunetas perdidas. No lo dijeron por todos esos cientos de hombres que han denunciado violaciones y agresiones sexuales por parte de miembros de la Iglesia y a los cuales se les niega tales investigaciones. No lo dijeron por todas esas madres que siguen buscando a sus niños robados y que siguen siendo tratadas como locas. Tampoco lo dijeron por el delito tan grave que supone que, desde la presidencia de Madrid, el PP diera orden de que no se derivaran a ancianos a hospitales en caso de necesitarlo en plena pandemia COVID, llevándolos irremediablemente a una muerte al ser abandonados en sus camas. Parece ser que todo esto no atenta contra la vida ni la dignidad de la persona.

Todo nos hace pensar que más que defender la vida, lo que defienden son las vidas de ciertos sectores de la sociedad y nada más. Porque saben perfectamente que la ilegalidad del aborto, además de suponer una violación de los derechos de la mujer en toda regla, conlleva un grave peligro para miles de mujeres que se ven en la obligación de practicar los abortos clandestinamente, donde no se cumple ninguna seguridad en cuando a sanidad e higiene se refiere, poniendo en grave peligro sus propias vidas. Y esto afecta a las mujeres con bajos recursos, solo a ellas, porque es de sobra conocido que aquellas que tiene una mejor posición económica recurren al conocido como “turismo abortivo”, pero esto parece que no entra dentro de la llamada cultura de la muerte, claro.

¿Cómo tienen la poca decencia de hablar de derecho a la vida?

Hacemos aquí también nuestras las palabras de Beauvoir: por culpa de estos retrógrados, nuestros derechos nunca se dan por adquiridos, así que tenemos que permanecer vigilantes toda nuestra vida.

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