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¿Realmente estamos siguiendo la estrategia adecuada para intentar frenar la transmisión del virus?

Javier Pérez Soriano
Javier Pérez Soriano
Profesor de Secundaria. Licenciado en Química. Técnico Superior de Prevención de Riesgos Laborales y Máster Universitario en PRL. Formador de Formadores en Seguridad y Prevención de Riesgos Laborales. Autor del portal www.prevenciondocente.com
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análisis

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Quizás por el titular se podría entender que voy a hablar del proceso de vacunación, de los cierres perimetrales o de la finalización del estado de alarma, pero me voy a referir a una cuestión crucial en la que desde mi punto de vista erramos de una manera clamorosa en base a la evidencia científica, y es la relacionada con si el sistema de transmisión del virus que tomamos como prioritario desde el principio de la pandemia y que ha servido para elaborar los protocolos covid en todos los ámbitos fue el correcto o no. La actual evidencia científica nos indica claramente que no, y quizás eso explique en una buena parte por qué a fecha de hoy la transmisión del virus sigue estando descontrolada y vamos naufragando como podemos de ola en ola. Desde que comenzó la pandemia, la OMS ha reiterado de manera machacona, al igual que lo venía haciendo en los primeros meses, donde las mascarillas no eran necesarias para las personas sanas, que la principal vía de transmisión era por impacto directo de gotas y/o al entrar en contacto con superficies contaminadas y luego llevarnos las manos a la cara. En base a ello se elaboraron unos protocolos que ahora se ha comprobado que son claramente desacertados. A mí no me gusta hablar de teatro de la higiene, porque me sigue pareciendo importante la limpieza, pero se apostó por esta única estrategia, aunque ya había indicios en marzo-abril del año pasado como, por ejemplo, el artículo publicado por Lidia Morawsca, o las infografías elaboradas en Japón o Corea que ya incidían en la importancia de evitar espacios cerrados y la necesidad de ventilar. Y aquí radica el problema: mientras que la CDC americana primero y el Ministerio de Sanidad a finales del año pasado aceptan esta vía de transmisión, la actual evidencia científica pone de manifiesto que es claramente la mayoritaria. La cuestión es que, aunque se ha aceptado dicha transmisión, poco o nada se ha hecho por adaptar los protocolos actuales, ni las estrategias seguidas para tratar de minimizar el contagio.

Por ese motivo, un grupo de 110 personas comprometidas con la transmisión aérea, científicos y expertos en calidad del aire enviamos al presidente del Gobierno y cargos públicos con responsabilidades en materia sanitaria, una carta promovida por el grupo Aireamos, instándoles a que «es urgente abordar de forma coordinada la transmisión aérea por aerosoles» como forma real de intentar minimizar la transmisión del SARS-CoV-2. Entre los firmantes de la carta encontramos a personas como José Luis Jiménez, Margarita del Val, Sonia Villapol, Adolfo García-Sastre o Javier Ballester.

En dicha carta se promueve la importancia de la ventilación de espacios cerrados, sacar al exterior todas las actividades que sean posibles, el uso correcto de las mascarillas y la medición de CO2 como forma de conocer si la ventilación natural es suficiente o, en caso contrario, utilizar una adecuada tecnología de limpieza del aire. También se aboga por desarrollar criterios, procedimientos y normativas donde, por ejemplo, no se utilice el porcentaje de personas para indicar el aforo recomendado, sino conocer la cantidad de aire ya respirado previamente por otras personas en dicho espacio, que se puede saber de una manera tan sencilla como con la simple medición de CO2 en cada momento.

También se pide divulgación para comunicar de una manera eficaz estas medidas, generando información de calidad, clara y accesible a todo el mundo, habiendo sido este aspecto, desde mi punto de vista, el talón de Aquiles en esta pandemia. Por último, se aborda la importancia de tomar medidas en los centros educativos, ya que las decisiones adoptadas en ellos tendrán un efecto multiplicador al trasladarse a las familias.

En nuestra mano está cambiar en cierta medida el rumbo. Si queremos ver bares, cines y hoteles con un menor riesgo real de contagio, deberemos apostar por controlar la calidad del aire que respira cada persona. Todo lo que no sea eso nos condena a seguir vagando por una larga travesía del desierto, con aperturas y cierres cíclicos de negocios, y a una mayor ruina económica, si cabe. No se debe apostar todo o nada por las vacunas. La estrategia debe ser múltiple y la opción de mejorar la calidad del aire interior de espacios cerrados es fundamental.

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