Es único en ejecutar piruetas con tirabuzón y lo ha demostrado una vez más. El presidente en funciones, Mariano Rajoy, acaba de iniciar la toma de contactos previas a las negociaciones con el resto de partidos con los que formar un posible gobierno “sólido” y “estable” para esta confusa y tumultuosa XI Legislatura y, en paralelo y sin atisbo de arrobo, también ha comenzado la precampaña electoral para los inminentes comicios que se asoman por un horizonte no demasiado lejano.

Para culminar la pirueta, Rajoy se ha adelantado a los que pretenden poner en marcha o forzar la operación Menina de relevo al frente del PP a favor de Soraya Sáenz de Santamaría y ha anunciado que quiere ser de nuevo candidato a la presidencia del gobierno en caso de celebrarse nuevas elecciones. Corta así de raíz la posibilidad –cada vez más extendida en Génova pero en sordina– de que un relevo en la cabeza del partido a favor de la vicepresidenta en funciones facilite un gobierno de concentración a tres bandas con responsabilidades compartidas.

Y como colofón, Rajoy ha sido capaz de reclamar de nuevo altura de miras y sentido de Estado a PSOE y Ciudadanos sin ofrecer nada de nada a cambio, ahora que se ve en la difícil e inédita tesitura de tener que diseñar un ejecutivo con una minoría alejada de su anterior mayoría arrolladora de 2011.

Rajoy ha sido capaz de reclamar de nuevo altura de miras y sentido de Estado a PSOE y Ciudadanos sin ofrecer nada de nada a cambio

Génova es consciente de que este victimismo controlado le serviría para recuperar, en caso de tener que celebrarse unas nuevas elecciones generales, buena parte del voto de centro que ha emigrado a Ciudadanos y PSOE motivado por los casos de corrupción.

Rajoy quiere que un gobierno de “amplio espectro” (un tripartito PP-PSOE-Ciudadanos tendría 253 diputados) dé “estabilidad y certidumbre” tanto al inquieto universo financiero como a la nueva realidad política multipartidista que se abre en este inédito reparto parlamentario.

Ciudadanos está poniendo todo su empeño en el proyecto de Rajoy de servir de correa de transmisión con un, en apariencia, contundente PSOE, que por un lado clama un “no” rotundo a Rajoy en boca de su cuestionado secretario general, pero por otro lado pide defender la unidad de España y no caer en veleidades “separatistas” de izquierdas en boca de sus barones más personalistas.

Basta recordar aquí las tan comentadas palabras del expresidente Felipe González sobre la idoneidad de formar un gran gobierno de coalición PP-PSOE que recupere la fuerza depauperada del bipartidismo. El único problema que tiene esta vía es que el bipartidismo clásico ha entrado definitivamente en crisis al superar por solo una décima la mitad de los votos registrados el 20D, y con ese bagaje es evidente que la apuesta del ‘jarrón chino’ socialista queda empantanada.

Podemos, mientras tanto, está también dejando que la fruta madure. Lo dicho hace unos días por Pablo Iglesias –como también lo dijo el Felipe González de 1996: “Nos ha faltado una semana y un debate”– es la más clara traducción del mensaje implícito de la formación morada.

Con apenas 350.000 votos menos que el PSOE el pasado 20D, Podemos espera que la crisis en la que ha entrado por enésima vez la dirección de los socialistas sirva para conseguir alcanzar el segundo puesto en unas nuevas elecciones. De ahí que no retiren esa condición inexcusable del referéndum en Cataluña para negociar un posible gobierno con el PSOE.

Mientras tanto, Podemos apenas tiene que ejercer de testigo de excepción de las luchas cainitas en Ferraz y por ello provoca a Sánchez para que no haga “teatro” escenificando una presunta falta absoluta de sintonía con el PP de Rajoy.

1 COMENTARIO

  1. Rajoy, ese hombre con capacidad para silenciar un país que pide a gritos un cambio sin decir nada, sin hacer nada, simplemente dando capotazos al más puro estilo «Morantista». Ole!!!

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