En cierta ocasión le preguntaron al médico investigador Boris Pérez, por alguna persona que él considerase relevante por sus aportaciones desde la investigación. No lo dudó ni un momento: “mi querido amigo, el Ingeniero Agrónomo Rafael Boggio Ronceros”.
Rafael Boggio nació en Perú y estudió en la misma academia que Mario Vargas Llosa, con quien coincidió. Fue uno de los actores de una trama que aparece en la célebre novela “La ciudad y los perros”.
Se formó como ingeniero agrónomo en la Universidad Nacional de La Plata en Argentina, y completó la especialidad de estadística y biometría en Brasil. Después España, Inglaterra, Estados Unidos, entre otros, y a su regreso a Argentina asume la Cátedra de Cálculo Numérico y Biometría en la Facultad de Agronomía de La Plata.
Se rodeó de un gran equipo de trabajo: Christian Carranza y Martín de Lucis, entre otros, y especialmente con Juan Carlos Salerno, otro grande como persona y como investigador. En colaboración con Ewald Favret obtuvo, de forma natural, usando la biometría en lugar de los procedimientos transgénicos, una variedad de maíz con unas capacidades de producción excelentes.
Las empresas semilleras se lanzaron para conseguir la patente. Una vez que la obtuvieran integrarían en el genoma del maíz un gen entonces conocido como Terminator, que evitaría que el grano obtenido se pudiera volver a plantar. De esta forma conseguirían agricultores cautivos comprando semillas cada temporada.
Mucha insistencia y mucho dinero, pero la respuesta fue rotunda: “No”. La investigación debía ser libre y para ayudar a la población. Su trabajo, continuado por Salerno, obtuvo la misma respuesta. El maíz acabó distribuido de forma gratuita a los agricultores y campesinos.
“Ojalá hubiera más investigadores como él”, le dijeron a Boris al terminar de hablar sobre su amigo Rafael Boggio. “No es eso”, respondió Boris. Y continuó explicando que los tiempos cambian y las situaciones y las circunstancias son distintas veinte años antes o después. Los conocimientos son, por tanto, circunstanciales. Lo importante es la persona. Lo que haría falta son más personas como Rafael Boggio. Personas que, cualquiera que fuera el tiempo que le toque vivir, sepan elegir la opción más adecuada pensando en el bien de todos. “Nos dejó sus logros como investigador, biómetra y genetista, pero sobre todo nos dejó su manera de comportarse como persona. Un gran amigo, Rafael”.