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Rabia y liberación inconfesable

Vicente Mateos Sainz de Medrano
Vicente Mateos Sainz de Medrano
Periodista y Doctor en Teoría de la Comunicación de Masas.
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análisis

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El silencio deliberado es, en muchas ocasiones, una forma de expresar la rabia que quema por dentro y que no se puede soltar, porque pondría al descubierto el odio —germen de la rabia— que anida en la mente contra personas o hechos que encarnan y ejemplifican, todo lo que se odia. En esas situaciones los que odian, los profesionales del odio, sufren porque no saben qué hacer ni cómo reaccionar cuando, por razón del cargo o relevancia pública, se ven impelidos a decir algo, a comentar, a pronunciar unas palabras para referir un hecho de relevancia significativa o glosar la figura de una persona que ha destacado, que ha brillado, por una ética personal sin mácula y una labor profesional intachable, a la que odian en la intimidad por representar todo lo que detestan.

Así ha sucedido con la muerte silente de Almudena Grandes, que ha dejado desenhebrados a todos los que valoramos su temple; su compromiso por destapar lo que todavía carcome a un país que aún no ha echado cuentas consigo mismo; su arte literario para hilar historias de fuerza con personajes olvidados u oprimidos por la dictadura; o por poner en la palestra pública la potencia de la mujer que reclama respeto, igualdad de trato y dejar de ser un objeto para el solaz y abuso masculino. Sus relatos de carne viva y su oposición sin miedo a aceptar la tabla rasa respecto del sufrimiento y oprobio sufrido por centenares de miles de españoles —que pretende con ardor guerrero la derecha— la encumbraron en el sentimiento popular como adalid de los silenciosos acostumbrados a ir con la cabeza gacha. Almudena representó, y seguirá representando, todo aquello que recuerda a los derechistas radicales y fascistas que duermen con la bandera, que ni ha muerto ni morirá jamás la España que aborrecen que ella les recordaba con su sola presencia, su arte y prosapia popular. Que no piensen que ese silencio miserable en el que esconden la rabia que les provocaba y la liberación que sienten por la marcha de Almudena —que se les nota en la cara—, supone el fin de todo lo que representaba, porque de la semilla que ha dejado con su hacer han brotado y seguirán brotando más Almudenas y Almudenos, para recordarles que la cuenta aún no está echada, hasta que no se quiten la careta de complacencia falsa con la democracia y la memoria.       

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