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¿Quedará impune este crimen de lesa humanidad?

Narciso Isa Conde
Narciso Isa Conde
Revolucionario socialista, político, escritor y ensayista dominicano.
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análisis

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Rebrotó la Covid 19 en República Dominicana, provocando la profundización y extensión de la crisis de salud junto a un nivel más alto del desplome de la economía.

Esto –como hemos planteado en otros artículos- era absolutamente previsible, por lo que sus causas -relacionadas con las ejecutorias de los detentadores del poder político y económico- revisten el carácter de crimen contra la sociedad.

En esta nación del Caribe Insular, en todo el trayecto de esta pandemia montada sobre una crisis integral de nuestro capitalismo dependiente, no ha sido conformado un equipo multidisciplinario y sin ataduras, capaz de de asumir un modelo epidemiológico bien estructurado y acompañado de un plan de protección de su pueblo empobrecido. Y no por falta de profesionales y de recursos extraordinarios a los cuales se puede apelar.

 Además no había –y todavía no hay– la capacidad hospitalaria para responder a necesidades previsibles. Ni se han hecho los esfuerzos para convertir,  con pocos recursos, instalaciones apropiadas para el caso: hoteles, moteles, clubes… en nuevos centros de servicios de salud.

En el colmo de los colmos de la insensibilidad humana es que han permanecido inutilizados hospitales recién construidos, argumentando que  “NO HABÍAN SIDO INAUGURADOS POR EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA”.

El programa  de pruebas siempre ha marchado muy detrás de las necesidades imperiosas. Igual el aprovisionamientos de reactivos, equipos de bio-seguridad,  instalaciones técnicas y medicamentos.

Miedo al imperio estadounidense y decisiones criminales

Por otra parte, el miedo a las represalias imperialistas ha  bloqueado la posibilidad de aprovechar opciones de colaboración de Estados que han manejado con bastante eficiencia el combate a la pandemia, tales como el chino, el cubano y el venezolano.

Solo recientemente el Presidente electo, Luis Abinader sostuvo un intercambio con el Embajador de la República Popular China para poner en práctica un programa de colaboración que será aplicado después de su toma de posición fijada para el próximo 16 de agosto, algo tardío dada las urgencias cruciales en vista del rebrote incontrolado de la Covid 19.

A esa vulnerabilidad se le han sumado dos decisiones realmente criminales: dos elecciones sucesivas altamente contaminantes y una apertura económica a destiempo y muy mal manejada, con similares consecuencias.

Pusilanimidad frente un crimen de lesa humanidad

Han predicado con el mal ejemplo, provocando un descontrol de la pandemia que se está tornando difícil de revertir.

Le han hecho el juego al plan genocida del gran capital transnacional, al maltusianismo neofascista post moderno, al genocidio mundial a cargo de sectores de las cúpulas de un imperialismo en descomposición.

 Han evidenciado pusilanimidad extrema frente a un  imperialismo promotor del caos en vastas áreas de planeta; que pretende salir de su crisis sistémica  de decadencia reduciendo la población mundial, exterminando ancianos/as y población enferma y mal nutrida o pesimamente alimentada con comida basura y productos contaminados.

En esa ruta siniestra los magnates del imperio han convertido el nueva corona virus  en un arma de su multi-guerra.

Una guerra en la que no solo se mata con aviones, taques, balas, cohetes, bombas de alto poder; sino también con gases tóxicos, productos químicos, baterías y virus. 

Al parecer en esa ruta crítica -independientemente de origen- la Covid 19 está siendo usada como parte de su arsenal.

 En ese tenor, aquel simulacro de pandemia puesto en escena en el 2019 por la Fundación Bill y Melinda Gates, no parece ser  una legítima y noble advertencia.

Luce más bien una comedia teatral encubridora de un propósito ulterior vinculado a los grandes negocios de salud (fabricación y venta de vacunas incluida); articulada a los intereses de la industria informática, a la determinación de eliminar lo que ideólogos y jefes de sus poderes facticos  (tipo Cristina Lagarte y Don Patrick) califican de población sobrante o superflua (a ser eliminada para salvar su economía) y a su empecinado afán de control e instrumentalización de la humanidad sobreviviente.

Por su parte  los TRUMP Y BOLSONARO, lejos de hacer teatro encubridor,  promueven la pandemia con burdo descaro.

Unos sofisticados y otros desfachatados.

¿Quedarán impunes estos genocidas confesos y no confesos, junto a subalternos radicados en su periferia dependiente?

¿Aceptará pasivamente la humanidad este exterminio neo-nazi?

¡Ya veremos!

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