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Todo queda en un minuto de silencio

Ana Vega
Ana Vega
Madrileña de 52 años, afincada en Tenerife desde el 2002. Auxiliar de enfermería, pero desde hace catorce años, inspectora de seguros. Mi pasión por los medios de comunicación me ha llevado a colaborar en diferentes medios audiovisuales en la isla, donde actualmente dirijo “El Rincón de Ana Vega”.
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análisis

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Hace dos días el destino, no la casualidad, quiso que el artículo que estaba escribiendo, coincidiese con la noticia de la muerte de siete seres humanos en aguas de nadie.

En esta ocasión si había un dedo acusador hacia un mal nacido que provocaba la muerte de ellos, así como heridos, entre los que se encontraban menores. Es decir, asesinato con premeditación y alevosía, e intento de homicidio también. Todo queda en un minuto de silencio

Lo curioso es ver como se ponen en la foto los de siempre, para arremeter contra el monstruo, y solidarizarse ante las víctimas.

Las preguntas que me surgen son:

¿Y después del minuto de silencio?

¿Cuántas y cuántos de los que se echan las manos a la cabeza, son los mismos que dicen que no hay que dejar pasar más inmigrantes, porque no tenemos sitio para más, y además entorpecen la sanidad, así como “nos roban” los puestos de trabajo?

Sí, de nuevo la hipocresía se lleva la medalla de oro, ante una sociedad que sigue señalando al lugar equivocado.

Curiosamente, esta noticia saltó después de estar meses sin hablar de llegada de pateras a tierras españolas. Un silencio que habla como siempre a gritos.

Una parte de la sociedad seguimos queriendo ser las voces de ellas y ellos, pero otra parte de la sociedad les sigue tratando como si fuesen la escoria del planeta.

De nuevo la empatía brilla por su ausencia.

Que lástima este país siga liderando la amnesia selectiva.

No querer ver de donde procedemos, sin olvidarnos de las familias que por las circunstancias se vieron obligadas a emigrar, viendo como una parte de los suyos se quedaba aquí, y la otra parte se iba en busca de un trabajo para poder alimentar a los suyos. Eso por no hablar de los que tuvieron que huir porque una dictadura les robó su libertad ideológica.

Déjense de minutos de silencio, y pasen a minutos, horas, días, semanas, meses, años, para luchar por un planeta libre, sin fronteras que les pongan límites.

No se echen las manos a la cabeza, cuando después muchos de quienes se echan las manos a la cabeza y dan gritos de horror, son los mismos que les vejan, y si es posible les roban su dignidad.

Basta de un mundo hipócrita, así como campañas electorales que según donde interese, se defiende o no a los seres humanos, dependiendo siempre del empuje electoral que puedan tener.

Y es que no todos estamos cortados por el mismo patrón. Y según de donde procedamos, así se nos tratará.

A quienes tienen hijas e hijos, mírenlos y díganme si les gustaría verlos en ese escenario.

La verdad duele, y si es preciso se la niega. Pero más duele ver que somos cómplices de quienes permiten esas monstruosidades.

 

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