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¡Qué vienen los comunistas!

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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Anochecía. El frío que aquí llamamos fresco, comenzaba a pegarse en los huesos como los piojillos se pegan en Madrid a los árboles por la contaminación: lenta y cansina pero contundentemente. Las farolas del patio de la iglesia de Nuestra Señora de Fátima, lamían la penumbra dibujando la estela de la niebla que acechaba la noche. Al otro lado de un patio oscuro, mortecino y tosco, donde apenas hora y media antes radiaba luz, corrían bicicletas, sonaban balones, gritos y jolgorio infantil, el neón rojo de la puerta de los recreativos hacía destacar un negocio siempre repleto de jóvenes. Reclutas que pasaban allí la tarde de paseo jugando al futbolín, estudiantes que habían convertido la máquina de los marcianos en la miel que atraía a las chicas de María Madre, tunantes que jugaban al billar, cuando deberían haber estado tres manzanas más allá en clase de filosofía, macarras de chupa de cuero y pantalones piquillo, metidos con calzador, que usaban el local como lugar de alterne y hasta algún que otro pardillo recién llegado al barrio que no sabía cómo pasar la tarde y buscaba una célebre máquina de comecocos imposible de encontrar vacía.

Por el fondo de la calle, una silueta caminaba despacio. Cabizbajo y ensimismado en sus pensamientos. Maximino se acercaba peligrosamente a la puerta de los billares, carpeta bajo el brazo, sumido en quién sabe qué realidad paralela. Hasta ahora, había evitado pasar a esa hora por esa calle, cuando volvía de su última clase en el instituto. Prefería rodear el patio de la iglesia por el otro lado aunque fuera más largo. Y lo hacía porque una semana antes Roberto, su compañero de habitación en la pensión en la que ambos compartían, le había ido contando las hazañas del Richi, un macarrilla del barrio que había conocido en el único día que el farolero se presentó en clase de pretecnología mecánica en el centro de Formación Profesional dónde ambos estaban matriculados.  Roberto, que últimamente salía mucho por las noches en compañía del Richi y sus colegas, le contó que estando los postineros en la puerta de los recreativos, el Richi abrazando a su churri y metiendo lengua y los demás haciendo como que no miraban, pasó por la acera de enfrente un chaval al que tanto llamó la atención la ansiedad cariñosa del Richi y su churri, que se quedó hipnotizado mirando. El Richi, dejó a su chica, y preguntó al muchacho que es lo que miraba. Nada, dijo el chaval y emprendió de nuevo la marcha. Pero el Richi y sus colegas le cortaron el paso. “Que, ¿qué mirabas?” El chaval no respondió. “¡Mirabas a mi novia!, ¿te gusta?”. No, dijo el muchacho. “Qué pasa, ¿qué es fea?¿Quieres que te parta la boca?” No. No. Que no es fea. “Luego te gusta”. Sususupongo que siiii. “Osea, que te gusta mi novia…” Y en ese momento empezaron a caerle palos al chaval entre las risas de los que observaban desde la puerta de los recreativos, entre ellos Roberto el compañero de Maximino.

Pero ya era tarde para rectificar cuando Maximino se dio cuenta de dónde estaba. Tan ensimismado iba pensando en su compañera de mesa en clase de Literatura, que cuando le chistaron y levantó la vista del suelo, se encontró de frente con el Richi y sus colegas. “¿A donde vas tan concentrao, …? Y todos se echaron a reír. Maximino levantó la vista y vio a cuatro escuálidos con chupas de cuero y pantalón piquillo metido con calzador frente a él y a una impresionante rubia con un escote impropio de un noviembre con niebla en Burgos a las 7 de la tarde. “¿Qué miras? ¿Le estás mirando las bufas a mi novia?” No. No… “¿No te gustan las tetas de mi novia?”. A veces, el destino, la providencia o la virgen en forma de paloma se cruzan en el camino y evitan lo inevitable. Esa fue una de esas veces. Justo cuando empezaba el juego de siempre, la excusa para moler a palos al pringao de turno, dobló la esquina Roberto que cuando intuyó la escena echó a correr diciéndole al Richi que Maximino era colega suyo y así evitar una paliza de las de órdago.

Unos días después, fue la providencia la que se puso en contra del Richi y sus colegas. Resultó que el pringao era una bomba incendiaria y cuando recibió el primer tortazo antes de perder definitivamente el equilibrio y rodar por el suelo, se llevó por delante el espejo retrovisor de un Supermirafiori que estaba aparcado en la acera y le provocó con la cabeza un bollo en la puerta de tamaño considerable. El dueño, que estaba dentro, salió del coche con una pistola y le pegó dos tiros al Richi, dejando otros tres heridos de diversa consideración. Uno de ellos, Roberto que tuvo suerte y una de las balas que acabó en el pecho del Richi, le rozó el brazo provocándole un corte como si de un cuchillo se tratase. El del coche volvió a subir al Seat y salió pitando. El agredido que había arrancado sin querer el retrovisor y provocado el bollo en el coche, fue el único detenido. Y eso que él era el único inocente. Pero era gitano. Le soltaron dos días más tarde, pero el daño ya estaba hecho.

El Richi y su banda, que no sólo pasaban el rato agrediendo pringaos en la puerta de los villares, estafando a otros pringaos haciéndoles trampas al futbolín, sino que habían cometido varios robos, uno de ellos por importe de un millón de pesetas en las piscinas municipales, fueron aclamados por el barrio en una manifestación al grito de “justicia para Ricardo, Rubén, Matías y Antonio y pena de muerte para todos los gitanos malos”.

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¡Qué vienen los comunistas!

Que vivimos en una sociedad infantilizada, conformista, ilusa, irreverente con las minucias y sumisa con la limitación de derechos es algo que venimos denunciando desde hace tiempo. La mayor parte de nuestra sociedad está compuesta por seres egoístas que creen que los derechos no llevan consigo deberes y sobre todo que derecho es aquello que a ellos les viene personalmente bien. Se repudian derechos universales como el artículo 1 o el 9 de la Declaración Universal de los derechos humanos, pero, se declara derecho inalienable poder ir al bar en plena pandemia o usar un autobús o un metro en plena huelga de estos sectores para solicitar mejoras en sus condiciones laborales.

Las críticas sobre la política son irreflexivas, con el consabido mantra de “todos son iguales” (argumento en el que inciden y difunden la mayor parte de la prensa del país), la sociedad se cree amparada bajo un manto que le protege de todo mal, cuya carga energética se hace cada cuatro años en un rato que se dedica a llevar el voto a la urna (o a Correos) y como dicen en mi pueblo «luego ya si eso,..», pero, luego ni se acuerdan, ni se piden responsabilidades o se piden a quién no corresponde. Un voto, vista la coyuntura bajo el prisma de quién escribe estas palabras, la mayor parte de las veces irreflexivo, que se hace por “simpatía” en lugar de por responsabilidad, una vez sopesado los preceptos y actuaciones históricas de quién pide tu voto y con la esperanza de que cumpla un programa que a todas luces la mayoría ni se lee y que, por ejemplo llevó a la actual indigente que habita en la Puerta del Sol de Madrid a ganar por mayoría con un programa que era una foto de su cara, las siglas de su partido (podrido por la constante corrupción) y el reverso totalmente en blanco.

Achacamos las causas a la manipulación informativa que en este país es especialmente grave, dónde los noticiarios televisivos son una indecente fábrica de bulos, manipulaciones, medias verdades y sobre todo dónde se confunde intencionadamente opinión con información, cuando el presentador no tiene la vergüenza y se dedica a dar soflamas políticas entre los cortes informativos que tampoco lo son porque no es información la opinión personal del ministro o presidente de turno y desde luego no es información cada una de las patochadas, sandeces y shows mediáticos del llamado líder de la oposición, incapacitado hasta para averiguar como se baja la cremallera de su bragueta cuando tiene que ir al baño. Para dejárselo claro por ejemplo al señor Vallés, información es abrir la ventana y contar: llueve, hace sol, … Contar que Pablo Casado dice que llueve a pesar de que, en las imágenes, el cielo es totalmente azul sin una nube, no es información, sino opinión. Si además se da por buena la falacia y se omite el dato de que no está lloviendo, es manipulación. Y si además le dices a tus indigentes espectadores que los comunistas les acaban de robar los paraguas a los paseantes para resguardarse ellos de la lluvia, eres un miserable.

Pero esa manipulación informativa sería imposible con una sociedad educada en la responsabilidad. Una educación para la colectividad y no para la individualidad. Una educación en la que la filosofía es la asignatura que permite al alumno ser capaz de pensar por sí mismo. Y por eso la han sustituido por la asignatura de dogma de fe como es la religión. Una educación en la que el ser humano sea capaz de discernir por si solo y cazarlas al vuelo. Porque esas morcillas de los presentadores (detenido un joven, de nacionalidad marroquí,…) no son inocuas. Como tampoco lo son que cuando hay que dar datos de la pandemia se conecte siempre con Barcelona y se omita lo que está pasando en Madrid. Como tampoco lo son las estadísticas que se realizan de tal forma que dejen en evidencia a los mal llamados «nacionalistas» y resalten las bondades de los políticos del partido de la corrupción sistémica.

Con esos mimbres están construyendo esta sociedad que es incapaz de ver el bosque y se entretiene con los señuelos como los ovillos de hilo entretienen a los gatos. Cuando escribo estas líneas está la prensa casposa haciendo hincapié en una farmacéutica que dice que no va a vender más test de antígenos porque el gobierno le obliga a venderlos por debajo del precio de compra. Por otra parte, la autodenominada prensa seria que en sus cuñas nos vende que cuenta con distintas opiniones mientras olvida decir que todas son de personas que piensan igual, incide en las bondades de la medida del gobierno que ha bajado el precio de los test a más de la mitad. Eso si, para que no todo sea bueno, un poco tarde porque la mayor demanda se dio en Navidades. Y yo que soy un pobre lego, un autodidacta, me pregunto por qué no ven la parte sumergida del Iceberg. Por qué nadie se fija en que la sanidad pública se ha ido al garete. Que invitan a la gente a  autodiagnosticarse obligándoles a comprar ellos los test, cuando debería ser la sanidad pública la que hiciera pruebas de diagnóstico mucho más rigurosas. Por qué nadie se da cuenta de que primero había que contratar rastreadores y hacer la prueba en los hospitales. Luego (o nunca como en Madrid) lo de los rastreadores se dejó de hacer porque había que dedicar personal inexistente para ello. Después nos dieron un teléfono para que fueras tu el que informara. Más tarde, sólo se hacían pruebas a los que estaban con sintomatología grave. Y al final hemos tenido que autodiagnosticarnos y pagarnos la prueba. La “libertá” de la que tanto hablan ha llegado a la sanidad. Si puedes pagártelo bien, si no, te buscas la vida. Están vendiendo que la sanidad pública está colapsada por el COVID y no es verdad. La Sanidad pública ya estaba en la UCI antes del covid y ahora está prácticamente muerta. El que puede, se paga una póliza privada de mala muerte en la que sufre casi los mismos problemas que en la pública. Y el que no, como en USA, se acabará muriendo por ser pobre.

Lo mismo ha pasado con la tontería del bulo de las macrogranjas. Unos intentando demostrar que existen y otros intentando que la gente crea en lo de siempre: dios, patria y rey. En que la carne española es cojonuda simplemente por ser ESPAÑOLA. De los cientos de miles de litros de antibióticos que les meten a los bichos, ni una palabra. Este artículo del País es de 2017. De los cientos de kilos de hormonas que hacen que un pollo coja dos kilos en 28 días, ni una sola palabra.  Aunque según dice aquí La Vanguardia es un mito. Ellos lo llaman «combinación de avances en genética, nutrición, microbiología, inmunología, ingeniería y procesamiento alimentario».

Nos perdemos mirando el dedo, mientras nos están robando la luna. Cientos de discusiones banales sobre si un test tiene que costar 2,94, o ser gratis, sobre si la carne es buena o mala o sobre si existen o no las macrogranjas. Horas de tertulia sobre un rico excéntrico que lleva dando la nota porque mintió y ha sido expulsado de Australia. Pero ni una sola reacción aunque la sanidad pública está ya con un encefalograma casi plano, en estado terminal, la educación se haya traspasado al negocio de curas y terraplanistas, pero, no haya ningún problema presupuestario para gastar MILES de millones de euros en armamento, aviones o soldados que mandamos a hacer la guerra económica del imperio. Como tampoco los hay para financiar una iglesia cuyos templos están vacíos y cuyos preceptos no siguen ni los más acérrimos o para que una familia, sus descendientes y los descendientes de los descendientes puedan gastar 2000 euros en unos pantalones, que pagamos todos nosotros, mientras tú te mueres porque el cáncer que padeces te lo van a diagnosticar cuando ya no haya solución porque los sanitarios son maltratados y el sistema se está desmantelando. En cambio, hacen programas sobre un delincuente que está en libertad por “enfermedad grave e incurable” que le mantiene en plena forma, y sus andanzas con una tonadillera o se omite que otro, también en libertad porque lleva muriéndose tres años, sigue haciendo de las suyas mientras la UCO desvela nuevos delitos financieros.

A ningún periodista del Régimen parece importarle que unos señores con toga se hayan autoconstituído también en  poder legislativo en base a sus sentencias. La última, negarse a avalar el preceptivo informe para la nueva Ley de Vivienda por “sesgo ideológico”. Sesgo ideológico como el que tiene el CGPJ ocupado por señores, aduladores de otros tiempos, cuyo mandato lleva caducado tres años.

Porque lo imprescindible en esta sociedad infantil es que la palabra ESPAÑA sea más importante que la comida, la sanidad o la educación, aunque con ello, estemos avocados a sufrir las consecuencias. Porque como antes pasaba con los gitanos, ahora, la culpa siempre es de los Comunistas y los ladrones siguen siendo ovacionados como héroes.

Salud, feminismo, ecología, república y más escuelas públicas y laicas.

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