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¿Qué harías con 2.800 euros?

Gonzalo Osés
Gonzalo Oséshttp://www.gonzalooses.es
Soy abre puertas, se me da bien conectar necesidades con soluciones. Me rijo por tres frases: la de mi madre “la vergüenza pasa y el provecho queda en casa”; la de mi padre, “la persona más feliz es la que menos necesidades tiene”; y la mía, “para crear valor hay que tener valor”. En plan profesional, soy FEO (Facilito Estrategias Operativas), cofundador de Xaudable, conecto innovación con el mercado, mentor y docente en @eoi y @SEK_lab. Emprendedor con mi startup de comida rápida saludable. Autor libro “abre puertas, cómo vender a empresas”. Miembro de @Covidwarriors. En otras décadas organicé en IFEMA la feria Casa Pasarela y fui gerente de un concesionario oficial en Madrid de motos Honda. Licenciado en Dirección y Administración de empresas por CEU San Pablo, diplomado en diseño industrial por IED (Instituto Europeo Di Design), master de comunicación aplicada en Instituto HUNE.
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análisis

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Si divides los 140.000 millones de euros que nos asignaron a España del Fondo Europeo de Recuperación entre 50 millones de españoles, ésa es la cantidad de euros que da por persona, 2.800 €, no un millón, como planteé en mi columna “¿Qué harías con un millón de euros?”

Para mi asombro, ésta obtuvo 48 likes y unas cuantas respuestas en mi WhatsApp de amigos diciéndome qué harían. La mayoría: tapar agujeros, pegarse una buena fiesta e invertir para tener una pensión dentro de un cuarto de siglo. Eso sin caer en la cuenta de que mi planteamiento era incorrecto.

Por eso he decidido hoy plantearte directamente qué harías con 2.800 €, que yo creo que da para devolver al menos una parte del préstamo personal o para tener tres comidas al día durante cuatro meses, justo lo que ofreceremos desde mi startup; o, como me dijo un amigo, para dar un curso de cultura digital, tan necesaria hoy en día para acabar con brechas económicas y sociales.

Quizá, después del error de cálculo de mi artículo de la semana pasada, a muchos nos hace falta una curso de cultura financiera. Por eso tuve que rectificar.

Y, curiosamente, cuando le envié la rectificación a un amigo informático que solo ve el mundo en unos y ceros, me contestó: “te estás liando”. Hasta que leyó la suma de ceros… Otro amigo me dijo que podría haber planteado la rectificación como un juego a ver a quién pillaba…

Excepto tres personas, el resto o bien se creyó mis datos a pies juntillas, o bien no perdió su tiempo en sacarme del error, o pensó que si lo decía yo, tendría razón, por descabellada que pareciera la propuesta.

¿Será que ya no leemos los artículos y opinamos con leer sólo el titular? ¿O que preferimos imaginar qué haríamos con un millón por el mero placer de pensarlo?

Todo ello me lleva a reflexionar que ahora puede que estemos más informados que hace unas décadas, pero lo que no estamos es mejor formados. No tenemos una capacidad para enjuiciar los mensajes impregnados de PNL (Programación Neuro Lingüística) que conectan con nuestras emociones. Como bien saben los publicitarios, ya sean de empresas o de partidos políticos.

Y no me refiero a los chavales del Tik Tok o del Reels, sino a sus progenitores. Esa generación hiperformada que empapelamos con títulos las paredes de casa, pero cada día somos más nulos para tomar decisiones sin que nos lleve la corriente emocional. Más que información cualitativa, falta formación. Para darnos cuenta de que la responsabilidad no es sólo del mensajero, sino también de cómo la captamos y cuestionamos.

Pero la clave es: ¿es bueno para el statu quo, para los que quieren mantenerse en el poder, que los individuos piensen por sí mismos?

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