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Puy du Fou, en un lugar de la Mancha

Cruz Galdón
Cruz Galdón
Escritora
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análisis

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“¿Un parque sin tiovivos ni atracciones?” … Nos vamos a aburrir, mamá.

Hoy quiero contarles en mi carta una experiencia vivida en familia. El domingo visitamos, mis hijos y yo, el parque temático Puy Du Fou, ubicado a las afueras de Toledo. Las quejas de los vástagos, una adolescente y un infante, estuvieron a punto de hacerme desistir; pero dicen que el tesón y la voluntad de una madre pueden con todo.

La cara de asombro, nada más encarar la portada de los arrabales, ya prometía vivencias distintas. Despacio y observando todo lo que se asomaba a nuestros ojos, nos dirigimos al espectáculo de aves “Cetrería de Reyes”. Es verdad que el calor acuciaba, pero en el sendero que nos llevó hasta las gradas, se repartían duchas de aspersión de agua fresca, calmando el calor del agosto castellano.

Pues bien, quiero aclarar que uno de mis hijos padece fobia a las aves, con lo que las reticencias se multiplicaron por mil. Pero una vez allí, el espectáculo embobó a este trio que, con bocas abiertas tras las mascarillas, no deseaban que acabase, más aún cuando una de esas aves fue posada en la gorra de mi pequeño, que como estatua de sal permaneció hasta que la rapaz emprendió el vuelo. Yo no cabía de gozo cuando, al terminar, ambos irradiaban alegría por haber disfrutado de todos los vuelos que la Escuela de Cetrería de Puy du Fou nos brindó, habiendo superado el miedo convertido en gran disfrute.

Seguía haciendo calor y los granizados de sandía nos supieron a gloria, mientras nos dirigíamos al siguiente espectáculo, “A pluma y espada”. El Gran Corral de la Comedia, maravillosamente decorado, ya alteró mis pulsaciones. Se apagó la luz y los ojos de los míos comenzaron a brillar. La estética, la escenografía, los efectos especiales, todo, nos hizo vivir a Don Lope de Vega, sintiéndonos orgullosos de saber que en Toledo se honra a quién lucha a pluma y espada.

Una parada breve para un refrigerio y apagar la sed, y de ahí  a “Allende la Mar Océana”. Vivir la historia, así lo describió mi hija. Sentir la travesía en barco hasta descubrir América, con la narración de los hechos mientras recorres estancias que te hacen percibir el olor de las bodegas del barco, poner a prueba tu equilibrio, con las olas que hacían temer el hundimiento, encarcelar a nuestro Cristóbal Colon, y llegar a tierra firme en una preciosa playa que invitaba a darse un chapuzón.

Era hora de un café con hielo y charlar hasta el siguiente espectáculo. “Me flipa mamá”. Más claro no se puede decir, mejor expresado quizá, pero me ciño a la literalidad que nace del entusiasmo de los hijos.

Y ahí estaba “El Último Cantar”. El honor de Don Rodrigo Diaz de Vivar, que se descubre desde su juventud, hacen que la historia perdure contada con detalles magníficos, espadas, caballos, caballeros, danza y decorados que erizan de nuevo la piel y los sentidos.

Sí señor. Puy Du Fou te hace sentir orgulloso de la historia heredada, de vivir en la Ciudad Imperial y de la riqueza cultural que nos abraza. No hay montañas rusas, es verdad, pero el sabor de un día allí es algo completamente diferente que asombra y hace felices a los que se atreven a soñar.

Siempre suya.

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1 COMENTARIO

  1. Domingo, no tan temprano y me encuentro la edición de Cambio 16 recibiendo mi día para leer otra carta de Cruz Galdon. Percibí entonces, como ésta me haría regodear de placer desde, tan solo , leer su título. Si hasta me pareció que desde su texto me llegaba ese» bienvenue» que todas las mañanas escuchaba en la voz del vecino francés al anunciarle mi intención de beber el primer café. Asi comenzó el ejercicio de imaginación al que me invita esa pluma que vuela en las manos de la escritora.
    El relato, interesante y jugoso, le permitió vagar a mi «sesera» por esas escenas que leo. Si hasta me pareció real encontrar frente a mi a ese Colón que descubrió mi América, mucho antes que por estas tierras lejanas se conocieran los escritos de Lope de Vega quién, como el , me llevó a pensar en lo que expresara sobre una Mujer…»Que de una Mujer que es buena, mil cosas buenas se aprenden..» pues Cruz hizo que aprendiera cosas buenas y nuevas relatando su día de gozo en compañía de sus retoños.
    La expectativa con que comencé a leer la carta de hoy, se colmó al llegar al punto final que irremediable ,se presentó justo en el momento en que un suspiro largo, de satisfacción, salía de mi boca.
    He de repetirme, no puedo evitar hacerlo, al felicitar a Cambio 16 por permitirme este solaz matutino leyendo otra carta de Cruz Galdón mientras desde ahora, comienzo a esperar la próxima. Gracias.

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