Claro que sí. Es de hecho una buena manera de comenzar a escribir con fluidez y poner en práctica los cinco sentidos. Vista, oído, gusto, olfato y tacto. Escribe sobre la luz de la infancia, la música que sonaba en la radio hace veinte años, a qué te sabían las merendolas de tu madre, cómo era la fragancia de tu tía abuela la del pueblo, el tacto que tenía la colcha de felpa del cuarto de invitados… Es preferible que, al principio, sean sensaciones y sentimientos amplios para poderlos expresar con facilidad.

Gustave Flaubert comenzó a escribir de sí mismo con apenas veinte años. En esos primeros escritos ya se vislumbraba un autor ambicioso, irreverente, original, contradictorio y lleno de juegos reflexivos: “Estoy sediento de narrarme a mí mismo. Todo lo que hago es para darme un gusto. Si escribo, es para leerme. Si me visto, es para verme bien. Si me sonrío en el espejo, es para caerme agradable. Este es el trasfondo de todos mis actos. ¿Existe mejor amigo que uno mismo? Pero así como me juzgo de manera favorable, también me juzgo sin piedad alguna. Pues hay días en los que ambiciono la reputación del más pobre autor de comedias ligeras, días en los que me elevo y caigo. Por lo tanto, nunca estoy a mi verdadera altura…”, dijo una vez.

Cuando hayas descrito cierta cantidad de esos recuerdos, tu escritura habrá mejorado bastante y podrás pasar al segundo nivel de dificultad: mezclar realidad y ficción. Recuerda que una novela, un pequeño relato, microrrelato, poemario, etc., no se nutre solamente de nuestro pasado, sino que ha de tener también mucho de ficción para completar la historia. Así que escoge un momento de tu vida, un personaje, una anécdota, un episodio y reelabora con él un relato completo. Incluso diferente al real. Ahí estará la esencia de la literatura.

Muchas de las grandes novelas de la literatura universal están inspiradas en la infancia de sus autores, siendo las historias totalmente inventadas. Por ejemplo, algunas novelas de Mark Twain (Tom Sawyer y Huckleberry Finn), Charles Dickens (David Copperfield, La pequeña Dorrit, La vieja tienda de curiosidades), Miguel Delibes (El camino), Fiódor Dostoyevski (Humillados y ofendidos), Alfredo Bryce Echenique (La vida exagerada de Martín Romaña, Antimemorias), Ramón J. Sender (Crónica del alba), Arturo Barea (La forja de un rebelde), etc.

Modo de hacerlo: Planifica y selecciona todos los elementos narrativos (historia, personajes, situaciones, tiempo…). Después, estructúralo. Si es la primera vez que escribes un pequeño relato, sería preferible la estructuración lineal clásica (planteamiento, nudo y desenlace). Si ya tienes experiencia, puedes añadirle algunas técnicas (flashback, in media res…). En todo caso el inicio de tu historia ha de “enganchar”. Lee con atención el primer párrafo de La metamorfosis, de F. Kafka: “Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto. Hallábase echado sobre el duro caparazón de su espalda, y, al alzar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas callosidades, cuya prominencia apenas si podía aguantar la colcha, que estaba visiblemente a punto de escurrirse hasta el suelo. Innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia”.

Diseña una trama simple y un desenlace poco ambicioso para que puedas observar el resultado final. Será tu primera obra terminada. Te sorprenderá.

 

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