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Psiquiatría, devastación

Joan Martí
Joan Martí
Licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona.
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análisis

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El sufrimiento psíquico que ha provocado esta crisis pandémica es innegable. La incertidumbre sobre el futuro, las dosis ambiguas de información y el aislamiento han esculpido algunas heridas profundas y abierto otras preexistentes.  Ocurre además que se tiene miedo a sus posibles consecuencias en el plano económico, social y emocional. Una situación como la que estamos viviendo nos ha llevado a romper nuestras rutinas de forma abrupta y esto genera un sinfín de emociones negativas como ansiedad, frustración, problemas para socializar, etc.

Todos estos trastornos tienen su engranaje en la psiquiatría como hecho social. Entran en la medicina  produciendo una enorme contradicción y es desde este punto de vista que debemos considerar su evolución posterior, no porque la medicina pueda ser capaz de resolver las contradicciones de la psiquiatría, sino porque todas las contradicciones de la psiquiatría entrarán también en la medicina

En principio existía solo el psiquiatra, estaba solo, dominaba la escena y no había nunca nadie que cuestionara su poder. Pero la creación de una nueva cultura hace aparecer al psicólogo, el asistente social, el terapeuta ocupacional, etc., y de esta manera al diagnóstico del psiquiatra se le agregan los de todas estas otras figuras profesionales. Que se hable de psicólogo o de esquizofrénico, de maníaco o de psiquiatra no marca ninguna diferencia, son tantas las etiquetas que no se sabe más quién es el sano y quién el enfermo.

Se puede decir que un médico y un psiquiatra van a ser siempre un médico y un psiquiatra, no pueden cambiar y  no existen médicos ni psiquiatras democráticos. Sin embargo, se ha demostrado que sí puede existir una relación distinta entre el «enfermo»‘ y «aquel que lo está guareciendo”. Si no fuese así, sería muy triste.

Por ejemplo, cuando algo nos toca tendemos a escapar del problema porque es mucho más fácil convivir con un preconcepto que con la libertad. El psiquiatra estará siempre en una situación de privilegio, de dominio en relación con el enfermo. Esto también es algo que la historia de la psiquiatría nos hace comprender. Ella es la historia de los poderosos, de los médicos y nunca de los enfermos. Desde este punto de vista, la psiquiatría es desde su nacimiento una técnica altamente represiva que el Estado siempre usó para oprimir a los enfermos pobres, es decir, la clase trabajadora que no produce.

Cuando el enfermo pide al médico explicaciones sobre su tratamiento, y el médico no sabe o no quiere responder, o cuando el médico pretende que el enfermo se quede en la cama, es evidente el carácter opresivo de la medicina. Cuando el médico en cambio acepta el reclamo, acepta ser el polo de una dialéctica;  entonces la medicina y la psiquiatría se transforman en instrumentos de liberación.

La gran mayoría de los casos psiquiátricos son sociales, por abandono social y prácticamente ésa es la población psiquiátrica, y entonces … Podemos interpelar: si una persona va a un consultorio y le preguntan «¿qué tiene?», comienza una charla y esta persona dice «tengo hambre», ¿qué le respondemos? No tenemos una respuesta institucionalizada y por lo tanto el médico, el psiquiatra no tiene defensa posible…

¿Sabemos  distinguir lo que es patológico de lo que es normal en nuestra vida personal? ¿Sabemos distinguir? Cada vez menos… Entonces podemos notar cómo el problema es cada vez más difícil, porque es cada vez más difícil encontrar una identidad en esta sociedad.

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