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Protestas por el trato de favor de la infanta Cristina como esposa de un preso

Desde el Ministerio del Interior se reconoce que la hermana del Rey ha recibido un “trato adecuado a circunstancias de seguridad y orden del establecimiento penitenciario”

María José Pintor
María José Pintor
Periodista en cuerpo y alma, licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco.
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análisis

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A pesar de que la mitad de este país apostó porque finalmente, y pese a los graves delitos de los que se le acusaban, el cuñado del Rey, Iñaki Urdangarín, no entraría nunca en prisión, el marido de la infanta Cristina va a cumplir dos semanas en la cárcel de Brieva, en Ávila.

Sin embargo, desde los sindicatos de los funcionarios de prisiones se ha denunciado el trato de favor a Urdangarín, que se encuentra aislado en una cárcel de mujeres donde no se mezcla con las reclusas.

Sin embargo, los verdaderos privilegios, si así se pueden llamar, han llegado a la hora de las visitas de la infanta Cristina a su esposo, especialmente cuando se ha conocido que esa primera visita a prisión ha tenido lugar en situación muy diferente a la de cualquier otro familiar de preso.

«Trato adecuado a circunstancias de seguridad y orden del establecimiento penitenciario». Son las once palabras textuales con las que los responsables del Ministerio del Interior justificaron este viernes el trato preferente que la dirección de la prisión abulense de Brieva ordenó dispensar a Cristina de Borbón el pasado domingo cuando visitó por primera vez a su marido Iñaki Urdangarin en el penal de Ávila.

Turno de visitas

Según revelaron fuentes penitenciarias de Brieva, sometidas a un control informativo sin precedentes para evitar filtraciones, el «equipo de seguridad» de Cristina de Borbón notificó pasado el mediodía del domingo (solo con unos minutos de antelación) que la hermana de Felipe VI iba a visitar a su esposo y que el centro penitenciario tenía que tener todo dispuesto para las 14:00 horas. Para entonces, el primer turno de visitas había concluido, pero la dirección del centro dio «órdenes estrictas» para prepararlo todo para la llegada y que su visita pasara totalmente desapercibida.

Pasadas las 14:00 horas, apuntan estas mismas fuentes que piden absoluto anonimato, Cristina de Borbón llegó a Brieva a bordo de una furgoneta con los cristales tintados que entró en el recinto penitenciario. Los funcionarios ni siquiera le dieron el alto. Ni siquiera hubo identificación previa, algo totalmente inusual en un centro penitenciario, a cuyo recinto está totalmente prohibido que accedan vehículos privados, más allá de los aparcamientos aledaños dispuestos al efecto.

La esposa de Urdangarin, que no se vio obligada a deambular por las partes exteriores del centro como el resto de visitantes a la espera de pasar el control o ser llamados para «comunicar» con los internos, fue conducida directamente al módulo masculino, donde su marido es el único residente.

En ningún momento, tal y como marcan las normas de la cárcel abulense para los familiares de cerca del centenar de mujeres que cumplen condena en este pena, Cristina de Borbón guardó cola para acceder a la visita al preso. Es más, confirman diversas fuentes, la hija de don Juan Carlos no se mezcló con ninguno de los familiares de los internos porque ni entró por el ingreso lateral reservado a las visitas ni pasó el control ni fue sometida a los trámites y cacheos habituales. Solo se le retiró el móvil y se acreditó su identidad, pero sin pasar por el papeleo habitual.

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