Proceso bolivariano: otro tránsito complejo y difícil

La pelea es doble: hacia fuera frente a un enemigo feroz y hacia adentro frente a deformaciones y frenos que influyen sobre la vulnerabilidad del tránsito reformador con vocación revolucionaria.

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El proceso bolivariano en Venezuela ha tenido periodos de avances, fases de estancamiento y momentos de retroceso. Se trata de una transición compleja, difícil y riesgosa.

La nueva Constituyente ha sido, sin dudas un paso, hacia la superación de un cierto estancamiento y la retoma de la ofensiva frente al contra-ataque imperialista.

Pero la renovación y el viraje necesario exigen mucho más, tal y como fue planteado por el Comandante Chávez poco antes de su fallecimiento: recordemos los contenidos de los documentos titulados GOLPE DE TIMÓN Y PROGRAMA DE LA PATRIA.

Señales alentadoras

En el presente aparecen signos alentadores en esa dirección junto a enormes obstáculos.

El poder comunal-popular está comenzando a ser ponderado en la base de la sociedad venezolana como alternativa a la institucionalidad (que el propio CHAVEZ propuso pulverizar); mientras crecen las milicias populares y otras expresiones de la radicalidad popular contra el imperialismo agresor y contra las derechas neo-fascistas, cipayas y mafiosas.

Igual se recupera la creatividad y la tendencia favorable a las rectificaciones frente a las enormes dificultades económicas provocadas fundamentalmente por EEUU y por cierta manera de abordarlas desde las políticas públicas y las instituciones burocráticas.

Los retrasos en el viraje necesario han estado acompañados de una obligada práctica cada vez más confrontativa con el enemigo imperial, lo que es bueno porque el enfrentamiento es una premisa inevitable para defender el proceso, dada la agresiva decadencia de EEUU y sus aliados.

En ese contexto, Chávez ha seguido presente en la base de la sociedad y ahora su proyecto tiene más posibilidades que algunos años atrás, ejerciendo presión sobra sectores del Estado y del PSUV que se aferran a la lógica de instituciones decadentes y resistentes a la profundización del proceso.

La pelea es doble: hacia fuera frente a un enemigo feroz y hacia adentro frente a deformaciones y frenos que influyen sobre la vulnerabilidad del tránsito reformador con vocación revolucionaria.

En términos inmediatos en lo electoral  no hay posibilidad de opciones distintas a las que generan el Estado (todavía pendiente de nuevas alternativas institucionales) y quienes hegemonizan el PSUV. Pero esas son las opciones con que ahora se puede derrotar al imperio y a sus socios en ese escenario, algo en lo que no se debe fallar.

Encrucijada compleja

Es un real problema que la agresividad imperialista yugula o limita bastante el debate y la práctica sobre el modelo de transición y entonces hay que ingeniarse con muchas dificultades las vías y métodos desarrollarlo ambas vertientes y así hacer avanzar lo alternativo sin ayudar al enemigo a desestabilizar lo conquistado.

Pienso que gran parte del pueblo chavista y sectores revolucionarios tienen justificadas críticas respecto al poder central, pero a la vez intuyen que frente al poderoso enemigo histórico y actual no tiene de otra que dedicar los mayores esfuerzos a impedir su desplazamiento por EEUU y toda la contra perversa. Y eso es válido también para casos parecidos y para el destino de la ola de cambios continentales por la soberanía de la Patria Grande y las transformaciones sociales con perspectivas socialistas.

Esto, claro está, le da todavía –pese a los reveses continentales- ciertas ventajas a los “progresismos”, reformismos y autoritarismos caudillistas, que operan con cierto -o con mucho- sentido de soberanía en determinados países de la región; y, al mismo tiempo, desfavorece las posiciones revolucionarias anti-capitalistas, dado que se concentra demasiado el esfuerzo en impedir el retorno de las derechas pro-imperialistas.

El antiimperialismo consecuente, sin embargo, puede ayudar mucho al curso anticapitalista y socializante de los procesos que asuman con determinación tanto la soberanía propia como la continental.

Venezuela está en el vórtice de la confrontación en un Continente en guerra, en guerra aunque muchos/as no lo crean.

País y continente en guerra sui generis

EEUU ha desato y está aplicando las “guerras de cuarta y quinta generación” en todos los casos donde se ejerce –o se ejerció- diversos grados autodeterminación (Argentina, Honduras, Paraguay, Brasil, El Salvador, Venezuela, Cuba, Bolivia, México Nicaragua), y desde el campo revolucionario y popular hay que proceder en consecuencia en sentido contrario.

Solo entendiendo esto y asumiendo lineamientos a tono con el GOLPE DE TIMÓN (viraje hacia el poder comunal-popular), se podría avanzar sostenidamente hacia la profundización del proyecto revolucionario emprendido por el comandante Chávez y las fuerzas bolivarianas en Venezuela.

Igual valen esa y otras experiencias positivas y negativas para defender lo conquistado en otros países y para recuperar terrenos perdidos donde se han dado retrocesos.

Importa valorar que hay quienes le dan más peso a permanecer con la institucionalidad actual con no pocas expresiones de corrupción y en proceso de agotamiento dado la retranca que representan, que al impulso y profundización de la revolución popular.

Pero esa necesaria valoración crítica, más que útil para enrostramientos personales infecundos y en buena medida auto-marginantes, debería sobre todo motivar a actuar como verdaderas vanguardias en la pelea contra la «contra imperialista» y ganar así la autoridad necesaria para hacer avanzar la radicalidad política pertinente en cada fase y producir paso a paso la profundización del proceso.

Nuevos retos del tránsito hacia la revolución social y cultural

Los tránsitos revolucionarios para superar la recolonización son difíciles y ahora más que antes. Porque llegó la hora de los hornos y los manotazos de  los sostenedores de una civilización burguesa decadente son bestiales; aunque más que señal de fortaleza, ellos realmente son expresiones de una descomposición sistémica y un temor imperial que nos ofrece un chance inédito para avanzar en dirección a las grandes transformaciones.

Vale decir que esto al parecer lo han entendido los/as camaradas de las verdaderas FARC-EP al retomar la insurgencia armada; algo que en Venezuela impacta hacia el reforzamiento de la resistencia y la contraofensiva popular, tanto como en Colombia. Actitud que debe ser esencial en todos/as los que estamos rotundamente negados a renegar de la revolución y a pactar con el sistema de dominación.

Las vivencias en el Siglo XX -signadas por reveses de transiciones de orientación socialistas de gran impacto- nos indican cuan complejas e impredecibles son las revoluciones de liberación social y nacional, las transiciones anti-imperialistas y anti-capitalistas. Algo que estremeció nuestras excesivamente optimistas expectativas de corto y mediano, provocando una especie de cataclismo político y un significativo “apagón ideológico” en las izquierdas mundiales, cuyos efectos negativos -si bien se van desvaneciendo a golpe de reflexiones renovadoras, luchas y persistencias- todavía gravitan persisten en buena medida.

La vida y las luchas hicieron añicos aquella sentencia mendaz del «Fin de la Historia» y el reinado inconmovible de una supuesta bondad capitalista.

Ahora el capitalismo, el sistema imperialista, pese a su endurecimiento, está peor que antes; solo que por los golpes recibidos (de todo tipo) y los efectos del neoliberalismo, ha tardado mucho la recreación de las fuerzas conductoras y transformadoras (nuevas vanguardias), y la definición de las estrategias, propuestas y programas de orientación socialistas a tono con la nueva época; capaces recrear -como decía Mariátegui- el nuevo “mito revolucionario” (nueva mística), que le dé sentido político de poder transformador a la indignaciones y movilizaciones multitudinarias.

Esto provoca justificadas angustias en los militantes del cambio revolucionario y en los sectores más conscientes de su necesidad.

No olvidemos que ciertos egoísmos propios de los seres humanos, que imperiosamente tendemos a desear  que los proyectos abrazados se materialicen durante nuestras cortas vidas, tienden a acentuar esas angustias, y esto se agudiza al aproximarse el fin de la vida de cada quien.

Pero la verdad es que la historia y sus procesos no se ajustan a esa aspiración genuina, pues muchas veces tardan más tiempo de lo esperado y deseado.

Mientras, hay sobreponerse a esa visión individual y disponernos a hacer hasta lo imposible para que los procesos de cambios avancen a la velocidad que el conjunto de factores en lucha y cargas subjetivas permitan.

Claro, siempre poniendo empeño en que se acorten los tiempos por la suma de esfuerzos personales y colectivos; enfatizando, más que lo que fuimos en el pasado, en lo que tenemos que ser en el presente y el porvenir, procurando renovar pensamiento y acción.

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