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Privilegiados, que no demócratas

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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análisis

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Odalberto había trabajado toda su vida para construir el puente. Piedra a piedra, traídas con dificultad, puestas con esmero y sudor, para cimentar primero una gran línea a lo ancho del lecho que sirviera como contrafuerte y pudiera amansar unas aguas, demasiado bravas y muy rápidas que, de no ser remansadas mediante una pequeña presa, terminarían erosionando de tal manera la base del puente que acabaría derruido en pocos años.

El puente, comenzó siendo una especie de capricho de Odalberto, una manera de reutilizar la presa y una forma de tener unos ingresos extras cuando llegara la hora de tener que dejar de trabajar, cobrando peaje a los que quisieran evitarse los doce kilómetros extras del meandro. Había un puente medieval que no permitía el paso de carruajes a un kilómetro río abajo, pero el puente grande estaba seis kilómetros más arriba, antes de comenzar las aguas bravas que la pendiente daba al cauce del Maravillas al atravesar una zona rocosa con dos grandes cascadas y un descenso continuado del 3 % a lo largo de dos kilómetros que acababan en un lecho encajonado dónde Adalberto tenía su molino y sus tierras. Además, la pequeña balsa que había levantado a lo ancho del lecho, le servía para recoger el agua con el que mover una turbina que movía el agua a presión desde un tubo que salía de la base del muro.

Los primeros síntomas de que la idea de Adalberto no acabaría fraguando vinieron poco antes de que los incipientes arcos del puente tomaran forma. Un día, mientras el molinero Adalberto, colocaba un esqueleto de madera que sujetara las piedras que conformarían el primer arco, se presentó en la obra un emisario del condado. Le preguntó a Adalberto por la finalidad de la obra, y este le explicó el plan. Pocos días después, el mismo funcionario, llegó y le entregó al molinero un requerimiento por el que debía de pagar al condado dos monedas de oro por cada piedra que recogiera de la cantera. Adalberto se defendió diciendo que las piedras las estaba sacando de su propiedad. Pero el funcionario le dijo que eran órdenes de arriba.

Cuando la mitad de los arcos de ambas orillas, ya despuntaban desde lejos, a las dos monedas de oro por cada piedra de la cantera, se sumó una tercera por la colocación sobre el lecho del río. Un tiempo después, le obligaron a comprarle la piedra a un cantero del condado. Y cuando el puente estaba a punto de finalizarse, sólo faltaba poner las losas que conformarían la calzada, el mismo emisario exigió que debería mancomunarse con ellos a través de una sociedad. Adalberto tendría un 70 % de la explotación y el condado el otro 30 %.. Tras unos años en funcionamiento y varios requerimientos, el puente, que era el sueño de Adalberto, se había quedado en nada. Ahora Adalberto tenía que conservar el puente, como dueño que era, pero el peaje se ingresaba en las arcas del conde. Y no sólo eso. Le habían obligado a cambiar la turbina por un motor eléctrico. Y la electricidad generada por la antigua turbina del molino, también era de titularidad del señor y Adalberto debía pagar por su uso.

*****

Privilegiados, que no demócratas

La democracia debe guardarse de dos excesos: 
el espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia, 
y el espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo.

Charles Louis de Secondat ··Montesquieu··

Hay un refrán castellano, proveniente del evangelio según San Mateo, que dice que “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Y hay otro que dice “blanco y en botella”.  Aún así hay quién cree que la tierra es plana y que pasear en manga corta con noches a 30 grados como la del pasado día 28 de octubre en Sestao a las dos de la mañana, no es consecuencia del cambio climático, sino de algo normal en algunos periodos de la madre tierra.

Mientras que la riqueza media de cada español (ya saben ustedes aquello de que usted se come un pollo y yo paso hambre, pero entre los dos nos hemos comido medio pollo cada uno) es según la estadística de 73.000 euros, la otra estadística, la que se acerca a los problemas de la gente y no hace apología, dice que uno de cada cuatro españoles sobrevive con el equivalente a 400 euros en la cuenta. Lo que no es estadística, sino balance contable, dice que el BBVA alcanza un beneficio entre enero y septiembre que llega a los 4.842 millones de euros, un 46,2 % más que en el mismo periodo de 2001. Y es que los bancos, como el condado dónde vive el amigo Odalberto, son esos nuevos bandoleros que te obligan a meter tu dinero en su negocio, con el que consiguen ganancias invirtiendo en oscuras actividades, y además de no devolvértelo si se lo pides, alegando que eso les llevaría a la quiebra, te cobran desde por ingresar en monedas, hasta por tener una tarjeta de crédito sin la que no puedes sacar del cajero porque los horarios son cada vez más restringidos, por pagar de tu dinero un recibo y hasta por tener que abrir allí la cuenta obligatoria, como le sucede a millones de personas que tiene la desgracia de vivir de un subsidio (paro, renta mínima, pensión, etc.) y a los que tienen la desvergüenza de cobrarles un mes de nómina al año. Todo ello con la connivencia y el consentimiento de nuestros gobiernos, diputados y senadores.

Mientras muchos ciudadanos del mundo tienen problemas para llenar sus depósitos de gas oíl para la calefacción, mientras aquí el litro de gasóleo para turismo sobrepasa ya los dos euros, mientras todos los expertos dicen que este elemento está llegando a su fin, debido sobre todo a que el petróleo cada vez cuesta más sacarlo y es de peor calidad lo que impide el refinado de alguno de sus derivados, las empresas gasísticas y petroleras obtendrán, a nivel mundial una ganancia extra de más de DOS BILLONES (2.000.000.000.000) en el año 2022, debido al elevado aumento de precios de los derivados del petróleo (es decir, no sólo es más caro extraer petróleo sino, que también aumentan la tasa de beneficio).

Mientras todo esto sucede, con media Europa en conflicto laboral por la elevada inflación derivada entre otras cosas de un conflicto bélico, que está haciendo que los trabajadores europeos empiecen a ser españoles, con una pérdida de poder adquisitivo galopante, hay quién pretende dar lecciones democráticas acusando de autocrático al gobierno de Moscú, mientras que la plutocracia americana, causante entre otras muchas más, de 200.000 muertos por las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki (400.000 más si contamos los fallecidos por las secuelas de la radiación a lo largo de los años), es, según ellos, el paradigma de la libertad, aunque como vemos, este hijoputismo nacido en la USA de Reagan y el Reino Unido de la Thatcher, sólo provoca desigualdad, pobreza y precariedad. Y aunque ese régimen plutocrático sea responsable de guerras y conflictos a lo largo del siglo XX como Irak, Vietnam, Los Balcanes y de haber cocinado golpes de estado como los de Chile y Argentina con miles de personas arrojadas desde aviones al mar o de haber convertido un país próspero como Libia en un estado fallido dónde poder robar petróleo a manos llenas como también sucede en Siria.

Este sistema es hasta tal punto cruel, hipócrita y cínico que ante la propuesta del ministro alemán de Economía y Energía, Peter Altmaier, de retirarse de la fabricación de armas para Arabia Saudita, en el pasado congreso de Los Verdes alemanes, que ni son verdes y más bien parecen súbditos del partido de Biden, apoyando no sólo la guerra de Ucrania, sino la de Yemen, la ministra de AAEE de Alemania Annalena Baerbock, dijo lo siguiente: “si Alemania se retira del proyecto conjunto europeo que produce armas para Arabia Saudita, aumentarían los costes de equipamiento de la Bundeswehr [Ejército] y, por lo tanto, faltaría dinero para las prestaciones sociales”. Es decir, que según la ministra de AAEE germana, los gastos sociales se sostienen con la exportación de armas y la muerte de millones de inocentes.

Para que luego los de siempre, los que viven en el Barrio de Salamanca en Madrid, los que tienen el privilegio no sólo de tener vacaciones, sino de disfrutarlas y hacerlo a borde de un velero,  los que se declaran liberales al más puro estilo del siglo XIX, nos vengan a contar milongas sobre la democracia y la libertad. El jardín del que hablaba el impresentable de Josep Borrell, es una indecencia desde el momento que para salvaguardar su verdor, sus plantas exóticas y sus flores de colores, debes robarle el agua al vecino que ya no puede ni siquiera beberla, tienes que usar el trabajo gratuito o pagarle con el mendrugo de pan que le ibas a echar al perro, del jardinero, lo abonas, con el estiércol de las granjas de animales que les metes a los pobres a cientos de kilómetros para que las moscas no sean tuyas, y lo has plantado en la tierra en la que los pobres del vecindario sembraban para poder comer.

Esto no es una guerra entre democracia y autocracia. Esto es una guerra entre el abusón que lo tenía todo y ve como se le está acabando y quiere arrebatar lo poco que queda al vecino para poder seguir derrochando en su jardín, y aquellos a los que se les quita todo, que cada vez son más y transitan por el desierto. Y quién así se comporta, querido lector no puede ser jamás un demócrata.

Salud, feminismo, ecología, república y más escuelas públicas y laicas.

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