Por un cristianismo más auténtico

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“…el título de Logos dado a Cristo fue la prenda de este mutuo reconocimiento entre el pensamiento cristiano y el pensamiento griego” (Jon Sobrino, La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas, Madrid 1999, p. 342).

En uno de mis últimos artículos, en el que trataba de aclarar la cuna de la civilización occidental, un lector me decía que sin el cristianismo era difícil explicar Occidente, así como que la tradición griega perduró en el mundo musulmán, mientras que desapareció en el mundo cristiano durante mil años. Los árabes estudiaron los textos griegos antes que Occidente supiera que existían. Me interesa ahora profundizar un poco en todo esto y ampliar los conocimientos históricos. Dos asuntos hay que analizar: si lo griego desapareció en el cristianismo y si lo musulmán se esfumó y el cristianismo prevaleció.

Que la cultura griega no ha desaparecido, ni siquiera hoy, del cristianismo lo prueban contundentemente los numerosos estudios teológicos que debaten todavía sobre la des-helenización. Me referiré solamente al conocido teólogo alemán Ratzinger, posteriormente Papa Benedicto XVI.

Benedicto XVI hizo un discurso en la Universidad de Ratisbona el 12 septiembre de 2006, en el que dio un giro decisivo al asunto de la helenización del cristianismo y que consiguió molestar al islam, sin pretenderlo. Planteó uno de sus temas preferidos, el diálogo entre fe y razón. Recordó que en el siglo tercero la filosofía judía se encontró con la filosofía griega a través de Filón de Alejandría. El objetivo era profundizar en la fe mediante la razón. Podía hacerse, porque tanto la fe mosaica como, la filosofía griega aspiraban a alcanzar la verdad. Los Padres apologistas entraron al debate con argumentos de razón y concluyeron en que los filósofos buscaban al verdadero Dios, que es Cristo. De este modo la teología cristiana se fue escribiendo en moldes  griegos.

Por deshelenizar el cristianismo luchó primero Lutero y luego Harnack, este ya en el siglo XX. No se puede racionalizar la fe, que pertenece al ámbito subjetivo, ni tampoco los Evangelios. El conocimiento pertenece a la ciencia y la fe no es conocimiento, ni las cuestiones que plantea son objeto de argumentación. Frente a esto, el Papa reivindicó de nuevo el hecho de la helenización. Hay que pensar la filosofía a través del logos griego, precisamente. Para hacer esto habría que ampliar el concepto de razón, conectar la religión con la ciencia y hacer un logos sobre Dios, es decir, teología. Sin la base del mundo griego, no cabe hacer teología. Esto es lo que hizo Pablo de Tarso, considerado como el verdadero fundador del cristianismo. Ahora bien, la doctrina teológica de Pablo es un judaísmo helenizado; por tanto, la teología cristiana nace desde su origen helenizada.

Esto trae consecuencias importantes. Señalaré solo algunas para no ocupar demasiado espacio. Logos significa ‘palabra’, ‘razón’, y ‘sentido’, como el sentido del mundo o la razón de su existencia. Justino afirma que los que actuaban de acuerdo con la razón (logos) eran cristianos, aunque no tuvieran tal nombre. El cristianismo es un sistema intelectual que explica (logos) lo que es el mundo y su sentido. Esta es una de las que la Iglesia guarda. Pero no, sabemos que el cristianismo es una forma de vivir.

Tampoco Dios es un encuentro, sino que lo descubrimos con la filosofía. No es el Dios de Jesús, sino el de una filosofía: “Encerrar a Cristo en Aristóteles”, dice Mairena. Este cristianismo no es cristiano, porque está intelectualizado, pero no importa saber, sino vivir. Con el emperador romano Constantino Dios se enseñorea del mundo y vence en las batallas. Es el Monarca poderoso, que debemos seguir. Tampoco es esto, porque el Señor-Dios se hizo hombre con Jesús y se anonadó en él.

La Iglesia representa el poder de Dios, que estableció una jerarquía potente a invitación del imperio romano. Es el poder eclesiástico, que recuerda ecos del patriarcalismo. ¿Dónde queda Jesús en este jerarquicocentrismo? Porque Dios-Padre se ha manifestado en Jesús, precisamente. ¿Dónde queda aquí la afirmación de Pablo de que “en Cristo Jesús no hay varón ni mujer”? Se diluye, porque en la helenización eso no tiene sentido.

El cristianismo no es una sabiduría, sino una acción de amor y no de poder. ¿Sobre quien se ejerce tal práctica amorosa del Espíritu? Sobre los excluidos, de los oprimidos, los débiles y todos los que sufren. Da igual que sean hombres, mujeres, ricos, pobres, judíos o griegos. Así se borran todas las diferencias, sean culturales, sociales, económicas o sexuales. Para esto se hizo Dios hombre. El Espíritu es universal, lo material es particular. Situar el cristianismo en una cultura determinada o en una geopolítica es lo mismo que negar su identidad católica plena, lo que se hace cuando se le pone como la base de la civilización occidental.

Por otra parte, la causa de la desaparición del mundo musulmán en España fue una cuestión de conquista y un acto imperialista, igual que ocurrió con la cultura judía. Cuando se conquistó el territorio, huyeron los que quedaban vivos. Los que no quisieron hacerlo de buena gana fueron expulsados. De este modo el cristianismo se quedó solo y su ímpetu misionero lo hizo extenderse por el mundo conocido e imponerse, incluso, en los confines desconocidos con el descubrimiento de nuevas tierras. La conquista fue violenta, destruyendo a los enemigos por armas y fuego. En la Edad Media salieron los cruzados para conquistar Jerusalén. Y en los siglos del Imperio fueron los reyes quienes comandaban las tropas. ¿Qué tenía este proceder de cristianismo original? Parece que absolutamente nada. El triunfo imponía todo en cultura, tradiciones, moral, conducta y formas de vida. Y pasaba por las armas a quienes desobedecieron. El cristianismo se alió con los poderosos y de este modo triunfó.

Lo grecolatino fue anexionado. Permaneció la lengua latina hasta bien entrado el siglo ilustrado y más allá, desapareciendo incluso el griego. La Iglesia adoptó el latín como su lengua oficial, aunque ya no era el latín clásico, sino uno más débil y adaptado a lo vernáculo. De aquí que un amigo filólogo diga, irónicamente, que los curas no saben latín. Lo cierto es que la expansión romana favoreció al cristianismo, que se pegó a sus faldones históricos.

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