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Por qué no voy a llevar a mis hijos al supermercado

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análisis

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Hace unos días se anunció que a partir del día 27 podríamos salir con nuestros peques a la calle. No se explicó en qué condiciones ni en qué términos, pero parecía que se abría la puerta a que casi 7 millones de peques, menores de 14 años, pudieran tener un ratito de libertad en la calle.

Estaba por ver cómo iban a plantearnos la manera de salir, porque evidentemente, como es obvio, no era plan de coincidir con todos los demás niños en el parque. Porque no tenía sentido estar todos tocando los columpios, mientras tratábamos de contenerles para que mantuvieran las distancias entre ellos. Una labor que a mi, personalmente, me parecía imposible, porque mis hijos, cuando ven a sus amigos, siempre se abrazan y se dan un beso.

Así que desde que anunciaron la medida sin más explicación, en casa ya comentábamos que probablemente saldríamos a dar un paseo, por algún camino de los que nos llevan desde el pueblo a las afueras, a pocos metros, pero garantizando que estaríamos solos, sin encontrarnos con nadie y que nuestros peques podrían sencillamente caminar, respirar al aire libre y tomar un poquito de sol. Sin bici ni nada que pudiera ocasionar una caída aparatosa que nos hiciera tener que pasar por el centro de salud. Vaya, teniendo responsabilidad pero celebrando que por fin los peques moverían un poco las piernas fuera de casa.

Otras mamás me preguntaban estos días sobre el asunto. En mi caso, al tener dos peques, que se llevan solo dos años, la verdad es que están pudiendo jugar juntos y hacerse compañía. Sin embargo, en la mayoría de los casos que conozco esto no es así: los peques no tienen hermanos o no los tienen de su edad, y esto hace que las mamás y papás no sepan cómo mantenerles entretenidos más de media hora seguida a pesar de la cantidad de opciones que nos proponen desde el colegio o desde páginas web llenas de ideas.

Muchísimos niños están tristes, echan de menos a sus amigos, y necesitan correr, trepar, columpiarse, mirar bichos y plantas, hacer juegos con la arena… que les dé el aire y el sol. Es vital para ellos, que llevan ya cinco semanas encerrados.

Mi sorpresa, como la que han tenido la mayoría de madres y padres, ha sido al conocer hoy la «brillante idea» de que los peques puedan salir a partir del 27 pero solamente para ir con nosotros a hacer la compra. Al supermercado, a la farmacia, a la librería o al estanco. Le prometo al lector que he tenido que leer un par de veces la noticia porque no daba crédito.

Antes algunos peques que viven con un sólo adulto ya podían salir para acompañarles (evidentemente para no quedarse solos en casa, claro). Sin embargo en mi caso, las tres veces que he salido a comprar en estas semanas no he visto a ningún niño por ninguna parte. Lógico.

Y precisamente, cuando he salido a comprar, lo he hecho siempre, como muchos supongo, con todos los cuidados habidos y por haber. Con mascarilla, con guantes, y manteniendo siempre la distancia con todo el mundo.

El ambiente en el supermercado era de tensión: la gente comprando bastante acelerada. Concentrada y en silencio. Una voz en off que decía cada dos por tres algo así como «no se pasen comprando que abrimos todos los días y habrá suministros para todos». Un mensaje que, si de alguna manera te evadías mirando los productos, la fecha de caducidad o los ingredientes, te sacaba de golpe de tu mundo y te metía de nuevo en la imagen de las mascarillas, guantes y separación. Y volvías a acelerar el ritmo para salir de allí cuanto antes. En las tres salidas que he hecho he visto, en dos ocasiones, bronca en la cola para hacer el pago final. Gente que no guarda la distancia, gente que se cuela, gente que está nerviosa y notablemente alterada.

Ir a la farmacia era otro panorama desolador: las mamparas y mis amigas hasta el gorro. De la cantidad de curro que están teniendo, de la cantidad de gente alocada que va a la farmacia sin mantener medidas de protección, de la gente irresponsable que se pasea con cualquier excusa por todas partes estando enferma… Vaya, que el personal de farmacia está bastante cansado de tener que aguantar una situación de tensión y de bastante irresponsabilidad en muchos casos.

Cada vez que regresaba a casa, ropa a lavar inmediatamente, zapatos fuera, a lavarse las manos y la cara. A tirar guantes y mascarilla. Y a limpiar la compra antes de guardarla. Y una sensación de llegar a mi casa, a mi hogar, y sentirme «a salvo». Como si volviera de un ambiente totalmente hostil, deseando estar con los míos.

Un panorama que en absoluto me parece lo más «guay» para llevar a mis peques conmigo. Porque en mi caso, mis hijos de 3 y 5 años lo tocan todo, corretean, y si antes ya era realmente complicado hacer la compra con ellos para no encontrarme el carro lleno de galletas, helados, golosinas y cualquier cosa que se encontrasen por el medio (por no hablar de los juegos de carreras y escondite que se suelen hacer en los maravillosos pasillos del super), ahora no quiero ni imaginarme la tensión que me produciría la idea (y a los del super también, claro).

Mis hijos no necesitan salir de casa para ver al personal con mascarilla y guantes, con cara de preocupación y en algunos casos dándose empujones en el súper. No necesitan ir a la farmacia donde se van a encontrar a nuestras amigas agotadas y preocupadas. No necesitan salir de un lugar cerrado para meterse en otro donde además oigan mensajes del tipo «no se vuelvan locos que habrá para todos, abrimos cada día».

Mis hijos necesitan salir a dar un paseo, cortito, pero caminar. No hablo ya de coger la bici, columpiarse o subirse en «la tela de araña» que tanto echan de menos. No hablo ya de abrazar a Lúa, Adam, Dafne… y a tantos amigos a los que saludan por la cámara.

No. Hablo sencillamente de que nos podamos dar un paseo, tranquilamente, un ratito al día. De manera sensata. Sin tener que llevarles al supermercado o a cualquier otro lugar donde tengan que estar en contacto con gente, algo que ahora no es recomendable: ni para los demás ni para mis hijos.

Y si no se puede hacer, pues seguimos en casa. Pero medidas absurdas y sin sentido, mejor, no. Por eso de momento, seguiremos sin salir, pues siendo la única alternativa la de llevarles al super, creo que están mejor en casa.

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