Hace ya unos meses, no demasiados, me llamaron para participar en un nuevo proyecto, el regreso de la mítica cabecera de Diario16 al gran circo de la prensa nacional. Por supuesto acepté inmediatamente, y en el primer artículo que escribí, o más exactamente dicté, para el periódico, explicaba que Diario16 fue el lugar donde debuté como periodista y columnista, que era mi más amado periódico y siempre lo sería y lo será, el primero la primera siempre es difícil de olvidar, siquiera de mejorar.

El primer beso, el primer avión, la primera vez que ves el mar, o la nieve, o viajas a un país extranjero…

Así que desde aquel momento comencé a formar parte de la pequeña nube de escritores y periodistas que apoyaban el proyecto. Con el rodar de los meses Diario16 ha demostrado su capacidad para ocupar un lugar en el difícil panorama del periodismo actual. Ya tenía un nombre, llevaba muchos años durmiendo el año de la tranquilidad, y al despertar se ha encontrado un paisaje en el que resulta muy difícil confiar en ninguna cabecera pues todas están escoradas hacia uno u otro lado y dedican más tiempo a achicar el agua que amenaza con hundirlas que a navegar-informar; algo que no sucede a Diario16, que navega e informa con entusiasmo y libertad.

Sigo aquí porque es el periódico que amo, la cabecera que amo, y también porque creo en el proyecto. Pero sobre todo estoy en Diario16 porque sé perfectamente que detrás de este pequeño milagro hay un hombre de palabra; y no sólo detrás, también delante y a la izquierda y a la derecha y arriba y abajo. Un hombre de palabra. Algo muy difícil, casi imposible de encontrar, en los tiempos actuales. Cuando mi padre era joven, me cuenta, los tratos y los contratos se cerraban con un simple apretón de manos. Ahora se traiciona con absoluta facilidad hasta el contrato más minucioso y cerrado que nadie pueda imaginar.

Como es natural, sucede en todo barco que parte de cualquier puerto, van apareciendo personas y personajes que se apuntan con lo que parece buena voluntad, afán de colaborar, y algunos de ellos, los menos, y eso es una fortuna, al cabo de más o menos meses demuestran que no están aquí para ayudar, para hacer crecer el periódico, sino por su propio lucro o afán de brillo personal. Pequeñas garrapatas o vampiros, ratas de barco, que en cualquier mundo aparecen de modo habitual.

Hace poco ha sucedido también dentro del seno de nuestro periódico, una de las ratas o garrapatas se puso a chillar: quejándose de que no la trataban como ella se merecía. Por supuesto no era alguien excesivamente importante, porque en este proyecto ninguno de nosotros es excesivamente importante, y mucho menos imprescindible; con la excepción de el hombre de palabra que he mencionado más arriba. El  ixodoideo de la familia de los ácaros, tipo martínez, se puso a gritar, chillar y patalear, proclamar a los tres vientos (el cuarto no lo conoce) que iba a abandonar nuestra bella nave; no sé para qué, quizá porque la falta de elegancia es innata en ese tipo de parásito. En cualquier caso en Diario16 nos sentimos absolutamente felices de habernos liberado de él, como un perro se siente feliz cuando se libra de sus pulgas. Puente de plata.

 

(Artículo dictado por Javier Puebla y mecanografiado por Ángel Arteaga Balaguer)

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