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Políticamente correcto

Antonio Guerrero
Antonio Guerrero
Antonio Guerrero colecciona miradas, entre otras cosas. Prefiere las miradas zurdas antes que las diestras. Nació en Huelva en 1971 y reside en Almería. Estudió relaciones laborales y la licenciatura de Filosofía.
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análisis

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Hay una multitud de versiones de esta expresión, en lo que a significado se refiere. Pero no se sabe bien cuál de ellas es la correcta. Al principio se vinculaba esta idea a la corrección política, para igualar las minorías y evitar la discriminación. También se ha relacionado con dos movimientos filosóficos: con la Escuela de Frankfurt y con la Asociación Americana de Antropología. De ahí salió aquello de que toda lengua lleva una visión de la realidad y que esta determina el pensamiento.

Así pues, el uso del lenguaje puede corregir las mentalidades. No obstante esto derivó en una gama muy amplia de eufemismos y de derivaciones ya hoy incontrolables y con una finalidad menos honrada. Por una parte, hoy día, lo políticamente correcto alude a una ficción creada por el lenguaje fragmentario y populista con fines poco limpios; por otra a la desconexión entre ideologías y realidades a la hora de plasmar máximas o eslóganes preparados para la aceptación social, lo que conduce a muchas hipocresías obviamente.

Pero sobre todo, esta expresión está dentro de las convenciones sociales basadas en los vínculos con el poder. Por eso lo políticamente correcto se ha convertido en una dictadura, como se suele decir, y en un vehículo de censura. Se establece un dualismo así entre el Ser y el Parecer, favoreciendo al Parecer. Pero yo voy a añadir otra versión más de la expresión, la establecida entre la identidad personal y producto cultural.

Seguir los dictados de lo políticamente correcto implica ofrecer un producto, cosificado, y estar esclavizado a los índices de aceptación social (Parecer), algo lejano a la sinceridad. Por otro lado, mantener la identidad personal (Ser) implica un repertorio de valores morales mayores, la honestidad por ejemplo, amén de perder aceptación social. Lo importante aquí es que no es posible estar en ambos lados simultáneamente, narrando sin declararse y aplazando respuestas, ya que la audiencia te castiga; te descubre. Los lados de las gradas exigen un posicionamiento.

Y en esa tarea, amén de la crítica, creo que es mejor decir lo que uno piensa sin eufemismos. Se obtiene respecto aunque se pierde clamor. El Ser debe tener más valor que el Parecer. Y sin duda, a la hora de escribir en un medio, se agradece más por el lector. A este, en realidad, se le da una muestra de respeto. Debe haber un tu a tu sin opacidades.

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