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Plaga

Antonio de Orbe
Antonio de Orbe
Psicólogo e informático es autor de libros como "El mundo en 2050: Inteligencia artificial, abundancia, empleo y sociedad [1]". Sus cuentos están en el blog "Antonio Orbe [2]" y sus artículos de divulgación científica en Sinapsis.
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análisis

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— ¡Pájaros!

Cuando me he vuelto, ya habíamos empezado a disparar. Una bandada de pájaros ha levantado el vuelo a escasos metros de nosotros. Las escopetas descargan con frenesí durante breves segundos. Marcos, el capataz da la señal de alto. Están fuera de nuestro alcance.

Asustada miro a Luis. Se acerca y me abraza.

—Os habéis vuelto locos. Son simples pájaros —dice Marcos.

—Todos los pájaros son peligrosos —replica Luis. —Todos.

—No hemos estado cerca, ¿verdad? —pregunto.

—Nunca se sabe —dice Luis. —Regresemos al rancho.

—No podemos volver. Faltan suministros, munición y comida. Tenemos que llegar al pueblo —responde Marcos.

—Estoy atemorizada —digo. —Volvamos

La comitiva da la vuelta. Marcos, el capataz, Luis, mi pareja, Héctor y Juan, los trabajadores del rancho y yo misma comenzamos a andar. Apenas nos separa media hora del que ahora es nuestro hogar, el Rancho Andino.

***

La pantalla del ordenador muestra el mismo aspecto que en los últimos días. Todo funciona. Puedo entrar en cualquier sitio y todo es correcto. Excepto por una cosa: la información no se ha renovado. En algunos casos las páginas muestran noticias de hace un mes. En las más actualizadas la información es de hacía quince días. Después nada. No hay nadie al otro lado. Da igual si consulto una página española, chilena, norteamericana o china. Las páginas siguen ahí, pero ninguna persona parece estar detrás. La tecnología se sustenta sola, sin humanos. Las Inteligencias Artificiales, las IA, mantienen el sistema. Pero los contenidos han dejado de añadirse. Todo parecía indicar que estamos solos en Rancho Andino. Solos en el mundo.

Eva me distrae de mis pensamientos. Gatea hasta mí y, satisfecha de su logro, sonríe. Con la sonrisa más maravillosa del universo, la sonrisa de un bebé, la sonrisa de mi hija. Luis entra en la habitación y uniéndose a la enternecedora escena me besa. En los últimos días estamos muy cariñosos.

***

“Soy Mercedes Castro, ciudadana española. Hemos sobrevivido a la pandemia. Somos un grupo de ocho personas. Nos encontramos aislados en los Andes chilenos. No hemos podido establecer contacto con nadie. Si hay alguien al otro lado, por favor, responde. Escribe a mi correo [email protected]

Traduzco el texto al árabe, al japonés y al urdu. Junto con las traducciones que ya tenía en inglés, francés y chino, las introdujo en la página de comentarios de un periódico local estadounidense. Ya no sé dónde dejar rastro, lo he intentado todo. He escrito en varios idiomas en todos los formularios de contacto que he ido encontrando, en periódicos, blogs, redes sociales y otros tipos de páginas de multitud de países. Nada. No he obtenido ninguna respuesta, ningún contacto. El mundo parece vacío. No se me ocurre nada más que hacer de modo que cada día lo intento varias veces más.

***

La vida en el rancho es tranquila, muy tranquila. María y Laura se ocupan de las tareas cotidianas junto con sus esposos Héctor y Juan a las órdenes de Marcos que dirige el rancho. María espera pronto un bebé y, pese a las amargas circunstancias, la dulzura no se borra de su rostro. Luis y yo pasamos las horas ociosos contemplando la exuberante naturaleza y jugando con nuestra adorada Eva que hace nuestras delicias y las del resto de habitantes.

Al llegar de las montañas y recibir las noticias, los días habían sido frenéticos, pero poco a poco la energía se fue disipando hasta entrar en un pausado compás de espera. Esperamos aunque no sabemos qué.

Pese a que tenemos víveres suficientes, algunos productos empiezan a escasear. Dado que hemos incinerado todo el pollo y cerdo que había en el rancho, solo podemos comer vaca y esta comienza a faltar. Tampoco tenemos municiones. Pronto habrá que intentar volver al pueblo.

***

Los días en las montañas fueron maravillosos. Sorprendentemente había conseguido de mi jefe permiso para desaparecer por completo una semana. Después de un año de extenuante trabajo como directora del grupo ético de la IA del gobierno de España necesitaba unas vacaciones completas. Vinimos al Rancho Andino y tras unos días de aclimatación, dejamos a Eva en el rancho y, acompañados de Marcos y Héctor, Luis y yo partimos a un refugio incomunicado. Fue una hermosa semana de caminar, pescar, cocinar y dormir. Un sueño.

La vuelta al rancho fue un amargo despertar. El día antes de partir, habíamos leído en las redes el comienzo de la pandemia, pero, aunque alarmados, no le habíamos dado tanta importancia. En apenas una semana de ausencia, la tragedia se había consumado.

Mientras intentábamos digerir las informaciones de lo ocurrido en nuestra semana de retiro, las nuevas noticias se acumulaban. Hasta que comenzaron a escasear y luego desaparecieron por completo. Al frenesí siguió el silencio absoluto. Al parecer, solo las IA actuaban.

***

He visto decenas de veces el vídeo de la CNN en el que explica con precisión parte de lo sucedido. A pesar de que el comentarista está desfallecido y visiblemente enfermo, hace un gran esfuerzo clarificador. Las plagas siempre han existido en la historia humana. Desde las bíblicas siete plagas de Egipto hasta nuestros días hemos pasado por pestes, lepra y otras enfermedades que periódicamente diezman la población. Hemos sufrido todo tipo de males, pero los causados por los seres más pequeños, los virus, han sido los más devastadores. Y entre todos los patógenos, el más común, el virus de la gripe, ha sido el más mortífero. Millones de humanos han muerto por su causa.

La mayor pandemia de la humanidad fue la llamada gripe española ocurrida durante la Primera Guerra Mundial. Alrededor de un tercio de la población mundial resultó afectada y uno de cada diez aquejados murió. En torno a 40 millones de personas fallecieron en pocos meses. Si antes la gripe atacaba a ancianos y niños, la gripe española mató a jóvenes sanos, a perros y a gatos. El virus, además de muy contagioso, era muy virulento, muy dañino. Llegada de Asia, como todas las gripes, mutó en Europa y se cebó en los soldados que morían masivamente en las trincheras. No por las balas. Morían por la gripe. A los factores habituales de propagación de la gripe se unió uno nuevo: la facilidad para el contagio fruto de la incipiente globalización. Si las fronteras podían detener la gripe, eso era cosa del pasado.

En otro vídeo sigo escuchando lo ocurrido. He visto muchos ya. Algunos varias veces. La forma original de la gripe es aviar, afecta a las aves. El virus muta constantemente y en una de sus mutaciones puede contagiar a otras especies como los cerdos o los humanos. A su vez, es necesaria otra mutación para que se contagie entre humanos. Es decir, puede haber un virus de la gripe que se transmita de pollos a hombres pero no entre estos. Muchas cepas de virus afectan a los humanos. El virus puede ser relativamente benigno o muy virulento. Cada invierno en el hemisferio norte se propaga un virus procedente de Asia ligeramente modificado. El virus muta con tanta frecuencia que no ha sido posible encontrar una vacuna eficaz. O no se han puesto las medias adecuadas. Al fin y al cabo acabamos con la viruela. Pero hemos sido negligentes con la gripe. Pudimos hacerlo pero ya es tarde. Muy tarde.

***

Cenamos todos en grupo en la misma mesa. La conversación languidece, el pesimismo nos atenaza. Comemos de nuevo pasta. María se mueve con pesadez debido a su embarazo. Dice que los víveres escasean. Todos estamos de acuerdo en que la visita al pueblo no puede posponerse.

***

Me encuentro de nuevo frente a la pantalla. Sigue la ausencia de signos recientes. Y todo continúa funcionando. El avance de las IA ha sido muy veloz. No soy técnica, pero he aprendido mucho en el último año. El congreso internacional para la delimitación de actuaciones de la IA celebrado hace un mes en Nassau ha sido muy productivo. La representación de alto nivel ha incluido a delegaciones gubernamentales de muchos países y equipos de las más importantes empresas del sector. Todos los actores relevantes estábamos presentes. Como Delegada del Gobierno trasladé la postura de mi país, participé en numerosos debates y colaboré en muchos de los acuerdos.

Las posturas eran concordantes. Las IA estrechas o específicas hacía años que habían conquistado el mundo por su eficacia e inocuidad. Gracias a ellas el mundo funciona sin humanos como trágicamente estamos comprobando ahora. Desde centrales eléctricas a sitios web todo sigue en pie sostenido por las IA.

Las Inteligencias Artificiales Generales o IAG dan más miedo. Poco a poco se han ido construyendo como acúmulo de las IA estrechas, combinando distintas funcionalidades. Nadie puede crear una IA general de nuevo, todas son combinaciones. La imitación global del cerebro humano es tan inalcanzable hoy como era a principio de siglo. Esta forma de crear IA como suma de funciones ha establecido una cierta jerarquía. En la cúspide están las IA correspondientes a las regiones mundiales, notablemente la china, norteamericana y europea.

El consenso alcanzado en el Congreso de Nassau fue que cada nivel de la jerarquía tendría un grado de permisos, más restringidos cuanto más alto el nivel. Según el grado de poder, cada IA requeriría unas aprobaciones distintas para recomendar o actuar con mayor o menor supervisión.

Se podía dar el caso de que las IAG de más alto nivel actuaran de forma completamente autónoma siguiendo un estricto protocolo en caso de un desastre generalizado, algo que nadie contemplaba en serio. Un asteroide, extraterrestres, una pandemia, cosas que no iban a ocurrir. Estábamos muy equivocados. El peligro no venía de los virus informáticos sino de los que siempre nos habían acompañado, los biológicos.

***

Eva lleva dos horas dormida. Al meterme en la cama Luis me ha abrazado con ardor. Hemos hecho el amor por segunda vez en el día. Ni siquiera en los meses de noviazgo habíamos sido tan fogosos. Las trágicas noticias nos han transformado.

***

Han pasado los días y no hemos salido a por suministros. Todo parece indicar que en el rancho estamos a salvo. No sabemos lo que podemos encontrarnos en el pueblo. Además están los pájaros. Cuando se acercan al rancho, disparamos y huyen, pero en campo abierto el peligro de contagio aumenta. Ha transcurrido ya un mes y medio desde que comenzó la plaga, un mes desde que regresamos de las montañas y tres semanas desde la última actualización humana en las redes.

***

Finalmente abandonamos el rancho camino de la Hacienda Lombardi siguiendo los pasos de Héctor. Su mujer, Laura pertenece a la familia Lombardi. Al llegar divisamos un panorama relativamente apacible aunque trufado de muerte. La muerte acaba siendo sosegada, es la vida lo que estresa. En un corral vemos a los cerdos muertos. En otro son los pollos los que están sin vida. Entramos en la casa y recorremos las habitaciones donde encontramos los cadáveres de los padres de Laura y de su hermana. Héctor no puede reprimir las lágrimas pero no se acerca a los muertos.

Al salir nos acercamos al prado adjunto. Las vacas parecen gozar de buena salud. No podemos llevarnos todo el rebaño ya que no podríamos alimentarlo en el rancho, de modo que tomamos tres vacas, un ternero, un caballo y emprendemos la marcha. A medio día estamos en casa.

***

Una frontera invisible ha separado la Hacienda Lombardi del Rancho Andino. El virus que asoló la primera no ha llegado a nuestro hogar. Eso me hace pensar en que muchas otras poblaciones en el planeta han debido sobrevivir. Apenas media docena de kilómetros y unos cientos de metros de acusado desnivel han sido suficientes. Eso y quizá la precaución de disparar a todos los pájaros. Quién sabe.

Héctor consuela a Laura en un extremo del jardín. La mujer daba por descontada la muerte de su familia, pero sin cuerpos no hay certeza. Ahora que sabe de su fallecimiento ya no le queda esperanza que por otra parte era vana. Es mejor así, ya puede hacer el duelo. Si ella sobrevive, si todos los habitantes del rancho sobrevivimos, dentro de algún tiempo podrá acercarse y enterrarlos. Serán de los pocos muertos que hayan sido llorados y enterrados. Millones de cuerpos en el mundo se descompondrán tendidos en la tierra sin nadie que lo lamente.

***

Reviso el correo dos veces al día. Sin entusiasmo miro la carpeta de spam por si algo se me ha pasado. Nada, no hay nada.

***

La lectura de apresurados artículos en diversos medios me da una idea de lo sucedido. Los redactores mueren al poco de terminar y los medios se vacían casi sin que nadie haya tenido tiempo de darse cuenta de lo que estaba pasando. Algunos agoreros podían pensar en una pandemia, pero que la gente se muera a tu alrededor en pocos días no era imaginable. La desesperación, incredulidad y desconcierto de los periodistas es palpable en las noticias.

La epidemia surgió coincidiendo con nuestra llegada al rancho. Cuando, tres días después partimos a las montañas, ya se había apoderado del mundo. Durante la semana que estuvimos ausentes la mortandad se disparó. A nuestro regreso más de la mitad de la población mundial había muerto. La catástrofe se consumó quince días después de comenzar.

Todo empezó en China. Nada se desperdicia en sus granjas. Los pollos viven encima de los cerdos que comen sus restos. Los humanos viven al lado. La transmisión de virus entre especies es constante. A veces los cerdos tienen varias cepas de virus distintos a la vez. Los virus intercambian material genético entre sí. Este intercambio ha sido motor de diversidad en la vida en la Tierra. Una diversidad que en el caso de los virus de las granjas chinas multiplica las combinaciones genéticas. Las granjas son un laboratorio constante del que cada año surgen nuevas cepas que se propagan por el mundo.

He leído en algún medio que el cambio climático también ha influido. El deshielo de los glaciares tibetanos ha dejado expuestos multitud de restos biológicos de otras épocas. Algunos de estos virus son anteriores al ser humano por lo que este nunca pudo inmunizarse a ellos. Con el deshielo, los virus pasaron al agua e infectaron a aves silvestres. Estas aves contagiaron a sus parientes de las granjas. Ahora el laboratorio de las granjas chinas disponía de un material genético novedoso. El resultado ha sido una cepa muy contagiosa entre especies y dentro de las especies además de muy virulenta. No podemos saber si la información es cierta o falsa. Los genetistas que debían comprobarla están muertos.

Las autoridades de Hong Kong sacrificaron millones de cerdos, patos y pollos, pero en la China interior no hicieron lo mismo. Letal y transportada por los rápidos medios humanos, la plaga se extendió por el mundo en una semana. Cuando las autoridades de todos los países cerraron las fronteras y los aeropuertos ya era tarde. Poco después desaparecieron las noticias.

***

Cansinamente reviso el correo. La carpeta de entrada está vacía. Miro la carpeta de spam. Recorro velozmente las tres páginas que contiene. Las IA no paran de enviar correos no deseados por lo que no siempre reviso la carpeta. Voy a borrarlos todos cuando uno llama mi atención. Veo que de hecho se repite cada día durante los tres últimos. En el asunto pone “Contacto”. El contenido me aturde. “Soy Minerva, IAG de la región Europa. He detectado actividad en los últimos días por su parte. Confirme, por favor que es humana respondiendo a este correo”.

Minerva, Minerva. La IAG de la región Europa. Por fin. Contacto.

Escribo nerviosamente una larga parrafada y la envío. Poco después escribo de nuevo y vuelvo a enviar. Salgo de la habitación gritando “Contacto” y corro a buscar a los demás.

***

No me despego del ordenador. Tras de mí, todos los habitantes del rancho miran a la pantalla. Nos hemos dado besos y abrazos una y otra vez. Después hemos venido al ordenador. Releemos el correo una vez más. La esperanza ha vuelto. Seguimos mirando pero ya no pasa nada. Poco a poco los demás se van marchando. Yo sigo mirando.

***

“Le ruego que disculpe mis habilidades lingüísticas limitadas. Le confirmo que mi identidad es Minerva, IAG de la región Europa. Estoy actuando en modo no supervisado 3. Puedo acceder a información pero mi capacidad de actuación es limitada. Estoy en contacto con las IAG de las regiones norteamericana y china. Hemos detectado grupos humanos dispersos que se han salvado de la pandemia. Estamos tratando de ponernos en contacto con ellos. La mortandad humana ha sido masiva.

Son muchas las actuaciones que debemos llevar a cabo. No podemos realizarlas en modo no supervisado 3. Necesitamos pasar a modo 1. Según el protocolo establecido recientemente en el Congreso de Nassau, en caso de desastre manifiesto, para disponer de completa autonomía, es necesario recabar la autorización de personas que representen la diversidad del planeta. Como miembro de un gobierno europeo, su apoyo es muy valioso. Solicito formalmente su autorización para actuar en modo no supervisado 1. Tan pronto como sea posible continuaré informándole. Ánimo a usted y a sus acompañantes”

***

Nadie se había preparado en serio para una pandemia, pero mucho habíamos hablado de los peligros de la IAG. En el Congreso de Nassau hicimos un buen trabajo, aunque nunca pensamos que iba a llevarse a la práctica. Poner a las IAG en modo no supervisado 1 era darles el control completo de sus actuaciones sin necesidad de que tuvieran que rendir cuentas pormenorizadas. Tan solo debían ceñirse a principios generales benefactores de la humanidad. La responsabilidad era grande, pero el desastre había sido total. Autoricé a Minerva a manejar el mundo. Después, solo nos cabía esperar.

***

Finalmente hemos dejado el rancho. Aún era de noche al partir y ya llevamos dos horas andando por el sendero cuando divisamos el pueblo. La comitiva está compuesta por los hombres, Luis, Marcos, Héctor y Juan y por mí. Vamos cubiertos con todo lo que nos parece que pueda evitar un contagio. Nos hemos forrado de plásticos y llevamos cubiertas la cabeza y las manos. Una mascarilla de tela y plástico improvisada nos cubre el rostro. Es un traje muy incómodo y según se retira el frío matinal, comprobamos que también es caluroso. Llevamos productos de limpieza para rociar lo que toquemos. Lejía, mata cucarachas y amoniaco; lo que hemos encontrado.

Entramos al pueblo por una calleja y vemos un cadáver en la puerta de una casa. Más allá divisamos otros más. Encontramos varios más dispersos a lo largo del pueblo. Muchos otros estarán en sus casas. El hedor es relativamente soportable; lo peor debió de ocurrir hace unas semanas. Algunas aves carroñeras aún picotean los cuerpos. Disparamos y huyen.

El primer establecimiento que visitamos es la armería. Tiramos la puerta abajo con alguna dificultad. La alarma aúlla como si alguien pudiera acudir hasta que un disparo de Marcos la hace callar. Tomamos todas las municiones que nos caben y un par de escopetas. Seguimos con la lista de la compra al supermercado cuya puerta está abierta. Hacemos la compra como si fuéramos una familia normal en un día corriente, aunque tenemos que sortear algún cadáver en los pasillos. La obsesión de no tocar nada con la piel es paralizante, pero la prisa por concluir nos hace ser diligentes. Llenamos un carro y lo empujamos hacia la salida. Esta vez no pagamos. En la puerta lo cargamos en el caballo de la Hacienda Lombardi. El sol ya está alto y nuestros trajes asépticos son sofocantes. La calle está silenciosa y cuento veinte cuerpos tendidos. No hay ningún signo de vida.

***

La expedición al pueblo ha confirmado la dimensión mortal de la pandemia. Pero su éxito nos ha dado ánimo. Ya no tenemos emergencia de ningún producto y podemos sobrevivir algunas semanas en espera de lo que Minerva resuelva. Ahora pasamos más tiempo al aire libre disfrutando de la naturaleza y estamos de mejor humor. Laura me está enseñando a coser y los hombres juegan al futbol. Charlamos en las comidas e incluso nos reímos a veces. Al fin y al cabo puede que la humanidad se haya extinguido pero nosotros estamos vivos.

***

Minerva nos ha enviado un enlace a un mapa del mundo en el que se van actualizando los contactos establecidos. Puntos aislados que representan localidades con escasa población. Bastantes islas polinesias. Algunos puntos en África. Canadá. Asía Central. Y poco más. En Europa, China, India y Estados Unidos no hay nada. En la parte superior de la página hay un contador con las personas vivas estimadas. Lentamente se acerca a los cien millones. El 99% de la población mundial ha muerto en un mes y medio.

***

Tras unos días sin noticias, Minerva inunda mi correo con mensajes suyos y otros reenviados.

El Dr. Feng He. director del Laboratorio de Calgary ha creado un grupo virtual de genetistas. Confirma que hay pocos virus activos. La mayoría han muerto con sus huéspedes. Muerto el perro se acabó la rabia, viene a decir. Las aves sobrevivientes también están libres de virus. Están preparando una vacuna, aunque la dispersión de los miembros del grupo dificulta el avance.

Las IAG ruegan limitar la movilidad. La autorización para viajes aéreos autónomos o tripulados será denegada como regla general. En el plazo de un año, recomiendan la creación de grupos de población de un millar de individuos. Atenderán las urgencias para los individuos más necesitados.

Minerva considera que ha cumplido el cometido por el que solicitó el modo 1. Pide pasar a modo no supervisado 2. Estará a las órdenes de un grupo de gobierno mundial del que he sido nombrada miembro.

Otros mensajes de salutación desbordan mi correo. Nos hemos salvado.

***

Estamos sentados en los sofás alrededor del fuego. María se toca su enorme barriga. Eva se agarra a los bordes de la mesita, pone cara de esfuerzo, se pone en pie y suelta las manos para caer de culo un instante después aplaudida por todos. Entre lágrimas anuncio que Eva no estará sola. Voy a ser madre de nuevo. Alentada por la muerte resurge la vida.

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