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Pero qué tonto está usted, maestro

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análisis

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Renegar de la izquierda, como ha renegado Joaquín Sabina en una reciente rueda de prensa donde  dijo: “Ahora ya no soy tanto de izquierdas porque tengo ojos, oídos y cabeza para ver las cosas que están pasando. Y es muy triste”, es como renegar de la música y la poesía porque ha oído a unos  músicos que no le gustan y a unos poetas que tampoco. Con todo mi cariño, mi respeto y admiración por él, hay que decirle que qué tendrán que ver los cojones para comer trigo. Una cosa, y lo sabe el maestro, aunque parece no acordarse, es la izquierda como ideología, con sus valores de siempre como la igualdal, la justicia social, la defensa de lo público, la solidaridad, la libertad entendida como ausencia de dominación y explotación del hombre por el hombre…etc. , y otra muy distinta es la utilización de esos principios, reglas y fundamentos de la izquierda por algunos políticos que se han llamado “de izquierdas” aunque de izquierdas tenían poco o nada, y lo único que hicieron fue utilizar esta ideología para convencer a sus conciudadanos para que les votaran, y  una vez alcanzado el poder e instalados en él, olvidarse de esos principios y fundamentos para imponer sus fines totalitarios, que nada tenían ni tienen que ver, ni por asomo, con los valores de  la izquierda. La izquierda es la gran herramienta transformadora de la sociedad solo si se implantan en ella sus valores y principios antes citados.

Esto bien podría compararse con la doctrina de Jesucristo, que está  contenida en la frase “amaos los unos a los otros” ¿quién podría estar estar en contra de esta maravillosa frase?, sin duda la más revolucionaria de la Historia. Y sin embargo muchos personajes ávidos de poder han utilizado este principio fundamental,  esta enseñanza, para pervertirla, corromperla, aprovecharse de ella para dominar, someter, controlar y reprimir a la gente amenazándola con castigos, divinos y humanos, sobre todo humanos, penitencias e infiernos, si no se postran ante ellos y dicen amén a todo lo que desde ese poder opresor se les ordena y manda. Hace siglos quemaban herejes, osea disconformes, en la plaza pública para dejar bien claro que cualquier manifestación de disidencia, asomo de discrepancia, cualquier leve crítica u oposición recibiría un duro castigo ejemplar. Con esas barbacoas de herejes se aseguraban el miedo de la gente, y ese miedo aterrador les aseguraba su asentimiento, su aquiescencia, la ciega obediencia so pena de padecer los castigos de aquí y del más allá, que era  infierno. No hace falta decir que el infierno son ellos. Y, por extensión, todos aquellos que desde el poder, sea éste cual sea,  no admiten críticas, discrepancias ni oposición alguna, solo  el preceptivo “amén”, también son el infierno o infiernillo, que es un infierno más modesto, de andar por casa.  

Estas impresentables declaraciones de Sabina son señal de que el maestro no está bien, nada bien. Comprendemos que el último varapalo de Hacienda, obligándole a aflojar dos millones y medio de euros, no le haya puesto del mejor humor. Pero un poeta y un músico tan grande como él, no debería sufrir tanto por ese dinero que Hacienda dice que es suyo, y ahora el Tribunal Superior de Justicia de Madrid al que Sabina recurrió, también le ha dado la razón a Hacienda.

Un poeta y músico de su finura, de su grandeza y categoría, no debería sufrir, como ya hemos dicho, por algo tan vil, tan despreciable, tan sucio, miserable y mezquino como es el dinero.

Muchos intentos ha habido y habrá de definir a la música: “Un refugio de las miserias de la vida. Sin ella la vida sería un error. Es la mediadora entre el mundo espiritual y el de los sentidos. Es la taquigrafía de la emoción. Es un arma de guerra contra la infelicidad. Es la única verdad. Es la poesía del aire. El lenguaje universal de la humanidad. Constituye una revelación más alta que ninguna filosofía. Es el corazón de la vida. Por ella habla el amor; sin ella no hay bien posible y con ella todo es hermoso”.  ¿Y qué puede decirse de la poesía? uf¡ “Es un arma cargada de futuro. Herramienta humana imprescindible para llorar y celebrar el mundo. Es un acto de legítima defensa. Una conquista del corazón humano. Expresión de la belleza por medio de palabras artísticamente entretejidas. Diálogo del hombre, de un hombre, con su tiempo. Necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto.  Y en vista de todo esto, cabría preguntar al maestro: ¿Qué tienen que ver la música y la poesía, esas dos cimas del espíritu humano, con el vil metal?.

Ese afán por el dinero podría entenderse cuando se está empezando y se necesita para comer, para tener un techo, para pagar las facturas, para comprar el tiempo necesario para dedicarse, entregarse a tiempo completo, en cuerpo y alma a la búsqueda de la verdad y la belleza. Pero una vez liberado para siempre de ese permanente agobio que supone la falta de dinero, llenas las arcas con dinero suficiente para que vivan sin trabajar los hijos de tus nietos, ¿a qué viene ese afán, ese ansia, ese desasosiego, esa enfermiza querencia por acaparar más y más? ¿ acaso un músico y poeta como tú tiene algo que ver con Amancio Ortega o el Emérito?. Un músico y poeta consagrado y más que consagrado, entregado, rendido a su arte y con, aunque ya pocas pero todavía algunas, inclinaciones izquierdistas, debería sentir, además de desapego por el dinero, una gran satisfacción por aportar, no una limosna que es algo miserable, indecente y obsceno, sino una sustancial parte de sus ingresos a Hacienda, para que ésta pueda distribuirlos entre los más desfavorecidos, y asegurar una vida digna al último pobre entre los pobres. Porque la riqueza, la grandeza de un país no se mide por cómo viven los ricos, los ricos viven bien en cualquier país, sino por cómo viven los pobres. Y eso lo dice la izquierda. A la derecha le importan un pimiento los pobres. Y si además son analfabetos, mejor, así serán más fáciles de domar y explotar.

Los medios de comunicación de derechas  han jaleado las palabras de Sabina renegando de la izquierda, y para agradecer el detalle no solo le han perdonado ese desliz con Hacienda, dándole la misma cobertura de respetuoso silencio que les dan a los defraudadores, comisionistas y estafadores del partido del que hacen una descarada propaganda un día sí y otro también, sino que le han agradecido sus palabras apartándole del punto de mira que sí tienen puesto sobre otros artistas de izquierdas a los que han insultado y pisoteado su honor de todas las maneras posibles, porque han cometido el “delito” de ir a sitios de ricos a la hora de parir, tomarse unas vacaciones o comprarse una casa o un coche. Si Sabina sigue largando contra la izquierda, pronto le verán como uno de los suyos, un hijo pródigo, y lo que digan sobre él lo escribirán con la misma amanerada, zalamera y almibarada tinta que emplean revistas tan elegantes como ¡Hola!, Semana o Lecturas, que le dedicarán elegantes reportajes como a Isabel Preisler, Bertín Osborne, Cayetano Rivera o Tamara Falcó. “La derecha vive siempre del préstamo cultural de la izquierda” decía el gran Francisco Umbral. Llevando a Sabina a su terreno, la derecha se apuntaría un gran tanto y no viviría tan de prestado, culturalmente hablando.

De lejos viene ya el debate de si al artista se le debe juzgar por su obra y solo por ella, o también se le debe tener en cuenta su vida privada. ¿Debemos separar la vida del artista de su obra? Lo que no debemos hacer es idealizar a ningún artista por muy grande que sea su obra, porque a poco que escarbemos saldrá su condición de ser humano con los mismos defectos de cualquier ser humano. Por muy grande que sea el artista, no hay que olvidar el barro humano del que está hecho. Se puede ser un gran artista, un músico sublime, un maravilloso poeta, y ser al mismo tiempo un perfecto indeseable. Siempre que se lee la biografía de alguien a quien se admira, se descubren partes oscuras, conductas impropias, debilidades, miserias, filias, fobias adicciones y contradicciones, como cualquier hijo de vecino, solo que ellos tienen dinero y poder para hacer cosas que los que no tienen ni una cosa ni la otra, no se atreverían a hacer. Nunca olvidaré cuando, leyendo una biografía de Faulkner, aquí somos muy de Faulkner, me enteré que este gran escritor, tan grande como Cervantes y Shakespeare, recibía a diario decenas de cartas de admiradores de todo el mundo y después de abrirlas, sin leerlas, las tiraba a la basura, no sin antes sacar los sellos que los remitentes ponían dentro de los sobres para que los utilizara en sus cartas de respuesta. O cuando trabajaba de cartero y en vez de  llevar las cartas a sus destinatarios, como era su obligación, las echaba al fuego. Son detalles, algunos dolorosos de conocer, indignos, vergonzosos, mezquinos, despreciables, ruines. Zonas de sombra, de una vida que  no oscurecen la grandeza ni restan mérito a su portentosa obra, pero que quizás habría sido mejor no saber. Y así suele pasar con todos los grandes artistas, de los que hemos sabido cosas que no nos han gustado nada y al ver sus fotografías, o sus nombres en los lomos de sus libros, nos invade una punzada de amarga decepción. En la misma medida, también nos hemos llevado algunas alegrías al descubrir artistas cuyas vidas quijotescas, llenas abnegación, humanitarismo,  generosidad y altruismo han sido tan grandes como su obra. 

Seguimos admirando la gran obra de Sabina como artista, sus grandes canciones con esas portentosas letras marca de la casa nos acompañarán siempre. Y siempre le vamos a estar agradecidos que su música forme ya parte importante de la banda sonora de nuestras vidas. Pero cada vez admiramos menos al Sabina personaje, sus últimas declaraciones  no es que empañen un poco la imagen que teníamos de él, es que se nos han caído los palos del sombrajo. El maestro tiene derecho a decir lo que piensa, faltaría más, para eso existe la libertad de expresión. Pero nosotros, aprovechando esa misma libertad de expresión, también podemos decirle que ahora, cada vez que lo vemos nos produce vergüenza ajena, una sensación que nunca creímos que asociaríamos a alguien tan querido y admirado.

Después de esta honda decepción, este desencanto, esta desilusión, este gran chasco, ya no le veremos igual, desde luego, aunque tampoco vamos a ser muy severos con él, no podemos. Ni tampoco podemos condenarlo al olvido, su obra es demasiado grande como para borrarla de nuestra memoria sentimental así como así. Aunque queremos, no podemos dejar de emocionarnos hasta el llanto con las canciones que amamos de este crápula descendiente directo de Max Estrella.

Simplemente nos haremos cargo, como el que tiene un familiar bocazas, calavera, metepatas, un tarambana con querencia por el desparramo y los excesos, al que se le suelen cruzar los cables y liarla de vez en cuando. Un familiar al que siempre decimos que esta vez no iremos a buscarle, la última vez que fuimos dijimos que era la última,  pero al final nos hacemos el cargo y vamos donde la está liando y le acompañamos a su casa. Nos hacemos el cargo, al final nos resignamos encogiéndonos de hombros y diciendo aquello de “¿y qué vamos a hacer?”  “cada uno es como es”. Aunque a veces, para desahogarse, a uno le gustaría acercarse a él hasta casi tocar su nariz de apagavelas, y mirarle fijamente a los ojos y decirle: “Pero qué tonto está usted, maestro”.

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