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Perjuicio Administrativo

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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análisis

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Lleva esperando al cartero un mes. A mediados de septiembre, otros años atrás, la Comunidad de Madrid, a través de los servicios transferidos de empleo, es cuando le solicitan por carta ordinaria que remita declaración de bienes. Estamos a primeros de noviembre y la dichosa carta o no la han enviado, o no ha llegado, o alguno de esos vecinos que todos tenemos que gustan de joder a los demás, se ha quedado con ella en una equivocación de un cartero que cambia cada dos por tres.

El 8 de noviembre, día de cobro del subsidio de desempleo para mayores de 52 años, no ha recibido la mensualidad de ese mes. El 9, día de la Almudena, patrona y festivo en Madrid, tampoco. Quizá se hayan retrasado por las fiestas. En la APP del banco que tiene instalada en un móvil de más de 6 años, porque con cuatrocientos treinta euros, apenas le da para pagar la Comunidad y malvivir, comiendo poco, gastando lo mínimo posible y pasando el invierno con guantes, dos jerséis y una bata de boatiné dentro de casa, le indican que preven un ingreso de 430,00 euros. Eso a ella le da tranquilidad porque si el banco prevé el ingreso entiende que la Comunidad de Madrid ha ingresado el subsidio.

Pero llega el día 12 de noviembre, sábado y el ingreso sigue sin llegar. Almerinda, que así se llama la buena mujer, es una fémina soltera, que siempre trabajó en la limpieza, que no tiene a nadie a quién acudir. Gracias a un contrato de cuatro horas con el que estuvo trabajando en una mercería durante nueve años, hasta que cerró hace cuatro, y a la hija de una vecina del pueblo en el que nació, con la que mantiene buena relación por teléfono, a pesar de que no se ven desde hace años, que trabaja en el SEPE en Castilla-La Mancha, pudo acceder al subsidio para mayores de 52 años, con los 59 que tenía cuando se quedó en paro y se le acabó el subsidio de desempleo. Una lesión en la rodilla y una psoriasis sangrante en las manos,  consecuencia de las horas que a lo largo de los años estuvieron sumergidas en productos químicos de limpieza, le impiden volver a ganarse la vida con el mocho y la fregona.

El lunes 14 de noviembre intenta llamar por teléfono al SEPE. Tras siete llamadas todas finalizadas a los 15 segundos con la misma respuesta “Todos nuestros operadores están ocupados. Inténtelo más tarde”, decide buscar entre sus papeles el teléfono de cita previa del SEPE. Necesita acudir cuanto antes y que alguien le explique que es lo que está pasando. Tiene 82 euros en la cuenta y si no cobra, no sabe qué es lo que va a poder comer. Tras otros tantos intentos de llamar al teléfono de cita previa que siempre contesta una máquina que le pide que elija entre varias opciones, entre ellas una que sólo dan información sobre cómo pedir cita previa y que dura varios minutos, consigue llegar a una situación en la que la voz mecánica le indica que diga o marque su código postal para solicitar la cita previa. Cuando lo teclea, la misma voz grabada le dice que no hay citas disponibles. Sin más.

Llorando de impotencia, decide subir a ver al vecino del tercero, un pasante que trabaja dos días a la semana desde casa. Tiene suerte. Hoy es uno de los que está teletrabajando. Llorando a moco tendido, le cuenta entre grandes sollozos y suspiros lo que le está pasando. Tanta pena le da a su vecino Glicerio, un enjuto hombre con grandes entradas en el cabello, gafas de pasta y unos treinta y cinco años, que le dice que pase y que van a ver que pueden hacer por internet. Lo primero es intentar pedir cita previa. Ellos viven en la Zona de Hortaleza en Madrid. En un primer intento, a través de la web, le salen citas disponibles para el jueves de la semana siguiente en Aranjuez, Collado Villalba o Fuenlabrada. Creen que han realizado algún paso mal. Vuelven a intentarlo y se encuentran con “NO EXISTEN CITAS DISPONIBLES”. Glicerio busca varios teléfonos del SEPE. En todos vuelve a salir la locución mecánica de “Todos nuestros agentes están ocupados. Inténtelo más tarde”. Intenta hacer trampas al sistema y llamar al teléfono de la SEPE en Guadalajara. El resultado es idéntico.

Busca en el menú, lo que se puede mirar sin tener certificado digital o DNI electrónico. A través de un mensaje sms en el teléfono, consigue un enlace temporal para ver la situación del expediente de Almerinda. Su subsidio para mayores de 52 años se encuentra en estado de “BAJA” por no presentar declaración anual de bienes. Tras calmar a su vecina a la que le ha dado un ataque de ansiedad porque no sabe de qué va a comer en los próximos meses, y tras casi tres horas perdidas entre llamadas a 060, al teléfono de Hacienda y a la Seguridad Social, consigue dar de alta en el programa CLAVE con clave permanente, que es lo que solicita el SEPE en Madrid para la gestión electrónica, a Almerinda y rellenar su declaración de bienes que sólo consiste en pulsar un botón confirmando sus datos personales y otro de que no ha habido variación.

Minutos después, la situación de Baja ha desparecido pero, le indican que el próximo pago se realizará el 8 de diciembre, Ha perdido un mes de prestación y no sabe cómo podrá afrontar los días que le quedan con los 82 euros de su cuenta corriente.

*****

Perjuicio Administrativo

Todos aquellos que me leéis habitualmente, sabéis que no suelo contar historias verídicas en el primer tramo del artículo semanal que este medio, diario16, me brinda. Suelen ser pequeñas fábulas inventadas, a veces basadas en experiencias personales, otra en relatos escuchados a parientes y amistades o incluso sacadas de mi pobre imaginación. Son parábolas inventadas, como digo, con el fin de poner en situación al lector y hacerle entender mejor mis preocupaciones.

Sin embargo, esta semana, he aparcado para mejor ocasión, la idea principal que tenía en mente para mi artículo de esta semana, porque lo sucedido el jueves pasado me llegó profundamente a lo más hondo de mi ser. La rabia que sentí, la impotencia y la mala leche que me puso la situación, me ha llevado a tener que contar lo sucedido. Ya sé que ni va a llegar a los responsables del SEPE en Madrid, ni mucho menos a esa irresponsable desquiciada que preside la Comunidad. Y aunque le llegara le importaría lo mismo que le importa que el domingo pasado saliéramos a la calle cerca de medio millón de personas a reclamar que deje de expoliar, desdeñar y desamparar la salud de los madrileños desmontando la sanidad pública: nada.

Lo ocurrido el jueves pasado cuando en mi casa intentábamos que a mi vecina no le diera un patatús, fruto de la impotencia, el desamparo y la dejadez de una administración que, con la disculpa de la pandemia, ha dejado en bragas a los ciudadanos, desasistidos, incumpliendo los artículos 12 y 13 de la Ley de Régimen Jurídico Administrativo, no tiene excusa, ni perdón. Que un requerimiento esencial para el cobro de una prestación, sea solicitado por correo ordinario, sin posibilidad de que el interesado pueda conocer que está siendo requerido (no hay constancia de su entrega, ni de su envío), la deshabilitación de un derecho sin que el interesado haya sido escuchado, y el uso único y obligatorio de la administración electrónica como norma general es un despropósito en un país en el que muchas de las personas que tienen más de 40 años, carecen de conocimientos informáticos y según el barómetro UDP, el 40 % de los de más de 50 aseguran que nunca han accedido a internet. Es un despropósito que alguien que cobra un subsidio para poder sobrevivir, acabe sin su dinero porque la administración no recibe, no contesta y no se puede acceder a sus instalaciones sin cita previa. Una cita previa que sólo puedes conseguir a las tres de la mañana con un ordenador, como ocurre en la Tesorería General de la Seguridad Social, porque los teléfonos o no funcionan, o se colapsan o son atendidos por máquinas que no dan respuesta a las inquietudes y dudas de los ciudadanos.

Nuestros políticos, esos que no dejan de decirnos lo bien que estamos en este país, que se permiten el lujo de aconsejar que los pobres no coman precocinados, ni carnes rojas (lo más barato del mercado) porque es malo para la salud, que incluso predican que han instado a las compañías telefónicas y eléctricas a tener teléfonos de atención al cliente que no estén atendidos por máquinas, sin embargo, no son capaces de tener una mínima empatía con sus administrados ni mucho menos con aquellas personas que no tienen conocimientos informáticos, que por su nivel de ingresos, no pueden pagar los treinta euros mensuales que vale la línea acceso a la RED más barata, y los tratan como basura, ignorándolos, poniéndoles trabas administrativas y haciendo que su vida, ya de por si difícil, se vuelva insoportable. ¿De qué va a comer mi vecina si le quedan 86 euros hasta el 8 de diciembre? ¿Quién pagará su recibo de la luz? ¿Si tiene que comprar butano para cocinar, se lo van a dar a crédito? ¿Qué hubiera pasado si hubiéramos sido unos cafres y no le hubiéramos ayudado a realizar la declaración de bienes? ¿Cuántos meses habría estado sin cobrar, porque no hay forma de contactar con el SEPE y si vas presencialmente sin cita no te dejan entrar?

Este régimen del 39 que se preocupa de que sus delincuentes políticos estén en la calle por supuestas enfermedades, que hace un mundo de una chorrada como la emisión de un sello de correos conmemorativo del centenario del Partido Comunista de España, sin embargo cada día deja a más personas en las cunetas. Y no solo son los muertos de hace 86 años.

Salud, feminismo, ecología, república y más escuelas públicas y laicas.

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