Todos buscamos la felicidad. Hay quien dice que no es posible de alcanzar, no al menos en plenitud. Y quien opina que sólo se encuentra en contadas ocasiones, las cuales hay que aprovechar. Hay quien la busca en los placeres del cuerpo (hedonistas), y quien la encuentra en la ausencia de turbación (epicúreos). Opiniones hay para todos los gustos. Yo, personalmente, creo que está en las cosas pequeñas. Y pienso que hay cosas a nuestro alcance, pequeños actos que podemos llevar a cabo, que nos pueden ayudar a ser un poquito más felices. En este artículo y el siguiente te dejo treinta cosas que puedes hacer para tener una vida más feliz.

1: Ordena. Desde pequeño he escuchado repetidas veces la frase «hay un sitio para cada cosa, y una cosa para cada sitio». Pues de eso se trata, de tener las cosas ordenadas. Personalmente he comprobado que cuando interiormente estoy desordenado, es decir, cuando algo dentro de mí no está bien, tiendo también al desorden exterior (dejo las cosas en cualquier sitio, acumulo la ropa encima de la cama o en una silla en lugar de guardarla en su sitio…) y, poco a poco, voy acostumbrándome a ese desorden. He comprobado también que si, aun estando desordenado por dentro, decido empezar a poner orden por fuera, ese desorden interior comienza a remitir. El cuerpo es sabio, y da órdenes a la mente. Si a través del cuerpo «hacemos creer» a nuestra mente que todo está bien, en nuestra mente todo empezará a estar bien. Por tanto, si físicamente empiezo a ordenar cosas, mi mente empezará a creer que todo está bien, y empezaré a restablecer mi orden interior. Pruébalo, y verás como funciona. Si sacas algo, devuélvelo después a su lugar; si abres un cajón, un armario, una puerta, déjalo después como estaba; si llegas a casa y te quitas el abrigo, cuélgalo en una percha y no lo dejes por ahí tirado.

2: Arregla. Echa un vistazo a tu casa, y seguro que encuentras cosas que están deterioradas o que no funcionan, y que se pueden arreglar. Las tenemos así por desidia, y, día tras día, vamos diciendo, «ya lo arreglaré». A veces basta con cambiar unas pilas, sustituir una bombilla o encolar la pata de un taburete. Son pequeñas cosas que no requieren demasiado esfuerzo, pero que al ir dejándolas para más tarde se van acumulando y cada vez nos va dando más pereza.

3: Siéntete agradecido. Haz una lista de cosas por las que sientas gratitud. Pero no escribas esa lista de una sentada. Escribe cada día sólo unas pocas. Seguro que si piensas despacio salen muchas. Yo, por ejemplo, tengo que salir a la calle y ver a un ciego para darme cuenta de que tengo la enorme fortuna de ver el mundo con mis propios ojos. Pues esa es una de las cosas que apuntaría en mi lista: siento un gran agradecimiento por poder ver. Me siento agradecido por la educación que he recibido, porque mis padres tienen buena salud y puedo contar con ellos, porque tengo buenos amigos con los que divertirme y en los que apoyarme, porque a cuatro pasos de Madrid tengo una sierra maravillosa por la que poder perderme… Y así la lista crece y crece, y el agradecimiento va sustituyendo a la queja, enfocándonos en las cosas que tenemos y no en las que nos faltan.

4: Haz cosas que te gusten. Y para ello, haz una lista de cosas que te guste hacer (piensa, e intenta sacar al menos 20 pequeñas cosas). Después, intenta hacer cada día al menos una. En mi lista habría cosas como leer, escribir, ver una película, hablar con algún amigo, hacer fotos, retocar esas fotos, dar un paseo por el campo, comer al aire libre… Son sólo algunos ejemplos, y seguro que todos tenemos un montón.

5: Ríete. Busca la forma de hacerlo, hay mil motivos. Encuentra cada día al menos un momento para reírte. Y si no encuentras razones, prueba a hacer un taller de yoga de la risa. Yo lo he probado, y te aseguro que funciona. Se trata de una práctica en la que uno se ríe sin motivo. A través de diversos ejercicios, se provoca la risa, y con ello se obtienen un montón de beneficios. Ríete y verás como tu vida cambia.

6: Lee. Pero no leas cualquier cosa. No valen revistas del corazón, ni prensa amarilla. Busca algo que requiera más esfuerzo, aunque al principio te cueste concentrarte. Si no tienes hábito de lectura, empieza por poco tiempo (cinco minutos, por ejemplo), y, poco a poco, empezarás a ver los beneficios, y empezarás a descubrir el placer de la lectura.

7: Aprende. Intenta aprender cada día una cosa nueva. No se trata de aprender grandes cosas, sino cosas accesibles. Por ejemplo, el nombre de ese árbol con el que te cruzas todos los días al ir al trabajo; o la capital de un país lejano; o el nombre de esa canción que a veces resuena en tu cabeza sin saber ni quién la canta. Y si llega el final del día y no has logrado aprender nada nuevo… coge el diccionario y busca una palabra que desconozcas. Apréndela y trata de incorporarla a tu vocabulario.

8: Deja de quejarte. Esto va en línea con el punto 3, «siente agradecimiento». Si llevas a cabo ese otro punto, será más difícil que te quejes por cualquier cosa. Recuerda que el diálogo interno negativo produce pensamientos negativos, y los pensamientos negativos acaban produciendo resultados negativos. Permanece atento a tus pensamientos, y cuando percibas que estos son de queja, páralos. Si estás en un atasco, no te quejes, busca algo positivo en lo que pensar. Si el dependiente de un establecimiento te atiende de malas maneras, sonríele, dale las gracias y deséale un buen día.

9: Madruga. «A quien madruga Dios le ayuda», dice el refrán. Y es sabio. No importa que no creas en Dios, madrugar tiene sus efectos positivos. Prueba a poner el despertador cada día un minuto antes, durante los próximos cien días. Y salta de la cama en cuanto suene. Abre la ventana, estírate, saluda al nuevo día con energía. A medida que pasen los días, irás teniendo un tiempo que antes no tenías para hacer nuevas cosas antes de irte a trabajar, o a estudiar, o a hacer lo que tengas que hacer.

10: Escribe. Busca un momento tranquilo en el día (por ejemplo, si llevas a cabo la acción anterior, tendrás un tiempo precioso para escribir por las mañanas) y escribe cualquier cosa que se te pase por la cabeza. Puede ser un diario, puedes inventar una historia, puedes escribir sobre una película que viste ayer… Dedica a ello unos minutos cada día. Esto estimulará tu creatividad, tu capacidad de expresión, mejorará tu vocabulario, enriquecerá tu capacidad de análisis… Escribir tiene multitud de beneficios que ni sospechas. Ah, y si escribes a mano, mejor. Dicen que tiene mayores beneficios para el cerebro.

11: Sueña. Dedica algo de tiempo cada día a soñar con aquello que quieres llegar a ser, aquello que quieres alcanzar, aquello que quieres lograr. Piensa cómo vas a alcanzarlo, cree que esos sueños pueden hacerse realidad si empiezas por dar el primer paso. Sueña alto, no te quedes corto, cree en ti.

12: No gastes de más. Vivimos en la sociedad del consumo, nos creamos necesidades superfluas, vivimos por encima de nuestras posibilidades. Limita tus gastos, piensa qué es lo que realmente necesitas para vivir. Te darás cuenta de que puedes prescindir de muchas cosas que, sin darte cuenta, habías considerado imprescindibles.

13: Anota. Lleva contigo un pequeño cuaderno, una libreta, y anota las ideas que te surjan en los momentos más insospechados. Una de las anteriores acciones consistía en escribir. Cuando uno empieza a tener ese hábito, le surgen ideas en los momentos más peregrinos. Si llevas a mano una libreta, podrás anotar esa idea y después, más tranquilamente, desarrollarla.

También puedes anotar fechas de citas, cumpleaños, aniversarios, etc., para que no se te olviden. O cosas pendientes por hacer, tareas. Ahorrarás sitio en tu memoria, y no correrás el riesgo de que se te pase alguna cita importante.

14: Organiza tu tiempo. A menudo nos quejamos de que nos falta tiempo para hacer todo lo que queremos hacer a lo largo del día. Pero muchas veces en realidad no es que nos falte tiempo, sino que el que tenemos lo organizamos mal. También es una cuestión de priorizar. No siempre lo más urgente es lo más importante. Haz una lista de lo que quieres hacer a lo largo del día, y piensa qué tiempo vas a dedicar a cada cosa. Verás cómo, poco a poco, el tiempo te cunde cada vez más.

15: Reordena tus prioridades. Como decía antes, no siempre lo urgente es lo más importante. Piensa sobre ello, y después organiza tu lista de actividades en función de ello. Si haces primero las cosas más importantes, comenzarás a sentirte mejor contigo mismo.

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