¿Qué futuro tiene actualmente un político indeciso, mediocre e inseguro?

En España, un prometedor futuro.

Eso sí, aburrido, obediente y corrupto.

Depende de las expectativas de cada cual o de la falta de ellas.

Para ser mediocre también son necesarias unas determinadas características de personalidad; una imprescindible es la estupidez natural, otra sin duda, pertenecer a la serie básica en cuanto a creatividad en estado cero.

La siguiente es la propia de los cobardes: la doble moral que conduce a la falta de escrúpulos y a la incoherencia.

Todo ello da como resultado la ineptitud solemne de manipuladores y filibusteros.

Obviamente, quien vota estas opciones se identifica con ellas, por lo tanto podría decirse que se vota a sí mismo en connivencia con sus «iguales».

Si los griegos clásicos pudiesen contemplar esta decadencia política y social, seguramente llegarían a la conclusión de que se retroalimentan mutuamente y ninguna es mejor que la otra.

Sócrates, que murió por la verdad, nos maldeciría.

Imaginemos al conceptual Platón, defendiendo el mundo de las ideas, o a Aristóteles, su discípulo, señalando la realidad con un cierto pragmatismo, fruto de la unión de lo verdadero con lo útil.

Los tres en la tribuna del Congreso en una disertación acerca de quién no merece llamarse político y sí mentiroso o ladrón.

Tanto discurrimiento filosófico, amor al conocimiento y a la verdad, para acabar cazando moscas y jugando con el móvil en sus sillones de diputad@s.

Glorias intelectuales españolas del siglo XXI.

Sin motivaciones que no sean las pecuniarias, sin ganas de arreglar nada, ni de establecer un mundo más justo.

Sin ideales.

Fomentando distopías y desigualdades.

Malos tiempos para el pensamiento, la lucidez o la ecuanimidad; conceptos que deberían ser preexistentes en relación a la praxis política.

Sólo rige actualmente un poder supremo: el dinero, ese que compra la libertad y vende las dignidades.

Mercantilismo de almas grises como días de tormenta.

Para qué tanto teatro si todos sabemos cómo acaba la función.

Misterio irresuelto por autómatas envejecidos de corazón y misántropos.

¿A esos entregamos las llaves del futuro?

El conformismo ha contagiado a nuestras calles y plazas.

Mas el tiempo no se detiene nunca, y mucho menos ejerciendo la queja.

Hoy es ya mañana.

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