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¡PELAYO! y DON PELAYO en el instituto Cervantes

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análisis

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Era viernes y había miedo, un miedo creciente ante el repunte de casos de Covid en todas partes, también en Mad Madrid, pero la gran y bonita sala de actos de la sede principal del Instituto Cervantes en la calle Alcalá estaba prácticamente hasta los topes.

Un periodista: David Yagüe, y dos escritores: José Ángel Mañas y Mario Escobar, eran los responsables de ese lleno. Ellos y una figura histórica y controvertida, de quien se ha llegado a decir que ni siquiera existió: Pelayo, el Rey Astur.

Ambos autores son licenciados en historia, pero también y fundamentalmente creadores de ficción.

Era un espectáculo realmente interesante ver cómo ambos, Mañas y Escobar, buscaban el punto de encuentro en esa dicotomía interior digna de la más famosa novela de Stevenson: Doctor Jekyll y Mister Hyde.

Ernesto Pérez Zúñiga, subdirector del Cervantes, introdujo el acto. Y en un principio los historiadores dominaron el escenario: el número de contendientes en la batalla de Covadonga, quién había sido realmente Pelayo…

Pero a medida que avanzaba el acto los Mister Hyde se hicieron con las riendas y finalmente la luz de la literatura se impuso a las muy inspiradoras tinieblas de la historia.

El acto se prolongó durante casi dos horas y el público, entre el que había periodistas, documentalistas, editores, escritores y curiosos de todo tipo, salió contento de la sala, como contenta estaba el alma de Don Pelayo, ¡PELAYO! (como titula José Ángel Mañas su novela), al sentirse mezclada entre los vivos, sentir que seguía existiendo casi doce siglos después, cuando ya no tiene ninguna importancia real el hecho de que Pelayo naciese realmente de mujer o de la imaginación popular, como sucede con los personajes de ficción.

En suma: una velada interesantísima en el más prestigioso templo de la cultura que hay en la capital de España, la viejo y muy navideñamente

iluminada: Mad Madrid.

https://www.casadellibro.com/libro-pelayo/9788413841731/12494433
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1 COMENTARIO

  1. Os voy a enseñar lo que yo sé, o en todo caso lo que creo saber; Aparece en dos crónicas cristianas como Pelagio y en otras dos árabes como Belay, aunque su nombre real no latinizado es Paio. Actuaba como tribuno, o gestor de leyes, impuestos y tributos en las localidades cercanas a Cangas de Onís y tendría que dar cuentas ante Munuza en Gigia (Gijón) que era una suerte de Pretor de la Hispania árabe. De las crónicas sólo en una se establecen dos realidades básicas: la inexistencia de Asturias como territorio o nación tras la disolución de esta en el territorio de la nueva provincia llamada Gallaecia por los romanos y Kalliqiyah por los de Damasco después de la última división del territorio por Diocleciano, por un lado, y la realidad creencial que habían señalado entre otros San Isidoro de Sevilla y San Martiño de Braga a propósito de la ausencia de fé cristiana, que fue debida en primer lugar a la declaración de la herejía de Prisciliano que le costó ser decapitado en Iria Flavia por permitir a sus acólitos la lectura de los textos apócrifos y dotar de cargos eclesiásticos a las mujeres, siendo un caso señalable el de Egeria (autora del que se considera el primer libro de viajes de la historia por su periplo a Jerusalem). Prisciliano es para mí sin duda aquel que ocupa el sepulcro del apóstol Santiago en la catedral de Compostela, y por lo tanto hay una marcada veneración de millones de peregrinos para visitar la tumba de un hombre santo, pero acusado de hereje. Lo que es muy propio de los gallegos para imponer nuestras creencias, a las que se nadie aún ha dado nombre.
    Otro día os cuento quien era en realidad Cristóbal Colón.
    El poder suevo se había afianzado en Galicia tras dejar su arrianismo inicial, entonces consiguieron las alianzas con los galaico-romanos, de base católica. Pero la llegada de los godos y la nueva imposición del arrianismo destruye la alianza y se fortalece la opinión creencial de los llamados protogalaicos, de marcada base politeísta, y aunque los godos rectifican y al fin se convierten no logran reunir a la población gallega ni sueva, aunque tal vez más por la cuestión política que por asunto relixioso.
    En este escenario llegaron los árabes, y el único que señala esta evidencia en su crónica es Al Razzi, conocido por los hispanos como «el moro Razís», quien estoy seguro que ofrece la versión más realista cuando denomina a Pelayo como «asno politeísta» y lo sitúa en tierras de «Galissia». Situación que deshace el mito de Asturias como tierra no conquistada, que corresponde unicamente al condado de Trastámara, o norte de la provincia de la Coruña. Además, en tiempos del país Astur, ese río Sella delimita este territorio del cántabro y la situación de la antigua Cangas está en la orilla oriental, por lo que si pelayo era de allí era entonces gallego, o
    por reivindicación histórica cántabro.
    Su historia llevada a la ficción de Mañas no es del todo incorrecta y es lo más real que alguien se hubo atrevido a contar. Pelayo era grande así, no había que alterar su leyenda porque a mí me gusta mucho lo real por sencillo de comprender.

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