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Pedro y los lobos

Resistencia V (Un cuento casi inmoral)

Antonio Periánez Orihuela
Antonio Periánez Orihuela
Maestro de Primera Enseñanza. Licenciado en Filosofía y Letras (Historia del Arte) Doctor en Comunicación Audiovisual. Tesis: La Imagen de Andalucía en el Cine Español (1940-1960) Diplomado por la Universidad de Valladolid. Historia y Estética Cinematográfica. Colaborador varios años del Periódico Comarcal, "El Condado".
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análisis

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El Gobierno de Pedro Sánchez, nos recuerda el cuento universal “Pedro y el lobo”, en la sinfonía de Serguéi Prokófiev, músico ruso que en 1.936 creó su propia versión convirtiendo cada instrumento musical en un personaje.

Hoy entiendo que ha cambiado nuestra mirada sobre esta idea al quedar constituido como coalición el Gobierno de Pedro Sánchez, dicho esto añadimos que cambia poco nuestra reflexión sobre la situación política actual. Me he preguntado siempre, ¿qué tiene la sociedad española para ser distinta a otras conocidas? Y por otra parte, ¿qué sentido de revancha anima, a buena parte de la misma, en su comportamiento con respecto a sus conciudadanos? Este es nuestro grave problema histórico que repercute en todo, por lo tanto, cuando se trata de la práctica política se percibe con virulencia insoportable desde que el presidente actual accedió al poder.

El debate político, no sé cómo se llevará en otros países, no sé si utilizarán la misma desvergüenza y el cinismo que escuchamos en el Parlamento llegando, la mayoría de las veces al insulto personal, tampoco sabemos, por supuesto, que tendrá que ver todo esto con la práctica política. Está claro que las diferencias políticas y sociales vienen de lejos y, por desgracia, nuestra historia está llena de periodos que muestran un cainismo tan canalla como estúpido llevado como una maldición hasta nuestros días. Miguel de Unamuno decía que de todas las ruindades caídas sobre una sociedad, a la nuestra le había tocado la peor, la envidia. Y esto, entiendo, hay que llevarlo a todos los órdenes de nuestra vida social.

No obstante, pienso que no es sólo el sentimiento de envidia el que nos hace diferentes, porque éste es más humillante cuando va unido a la incultura, el fanatismo y la miseria, condiciones que nos han perseguido durante parte de nuestra historia. Pese a ello, no culpamos de forma absoluta a la mayor parte de nuestra sociedad sometida de forma degradante durante siglos, y que ha hecho grandes esfuerzos por liberarse de la opresión. Nuestro tiempo no es de los mejores y muestra de forma enfermiza el “vacío de la cotidianidad” de una parte de la sociedad española incapaz de enfrentarse a sus verdaderos problemas, que no son otros que los producidos por un sistema asfixiante al que no son capaces de dar una respuesta.

Se dice que en los momentos graves es cuando se conocen los amigos, sin embargo diríamos también, que en los momentos de peligro es cuando se conocen a los enemigos. Porque aquí se tratan las diferencias políticas como entre enemigos, no entre adversarios. Puede que sea este el verdadero tema de la cuestión, no haber traído al debate las causas reales que nos enfrentan, el virus que emponzoña la convivencia entre desiguales.

Pedro y los suyos, como el pastor del cuento, pueden quedarse solos en el bosque, con el peligro que ello conlleva en la actualidad. Es lo que pretende la manada reaccionaria, porque, no es sólo la clase política la que amenaza. Contra el Gobierno actual están cerrando filas los enemigos tradicionales, los que son contrarios a todo progreso social que han visto su parte de carroña en la debilidad parlamentaria del ejecutivo. Decía al principio que a Pedro, como a todos nosotros, no le asedian en estos momentos un solo carnívoro, no olvidemos que la jauría, afilando las uñas y los colmillos, está lista y esperando el primer fallo para destripar su presa.

No, no es de un solo lobo del que hay que librarse en esta ocasión. Como referente, tenemos siempre presente la película “Ana y los lobos”, de Carlos Saura, ella nos habla de quiénes son los lobos dispuestos a destruir al personaje de Ana. Son los lobos de nuestra historia que vuelven una y otra vez a poblar los apacibles bosques y es que, en realidad, estos, como aquellos, nunca se fueron, porque siguen convencidos que son los dueños absolutos del bosque.

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