Foto: Pool Moncloa / Borja Puig de la Bellacasa

Pedro Sánchez afirmó en su comparecencia que la vicepresidenta tercera Nadia Calviño permanecería en el Gobierno, aunque fuese elegida como presidenta del Eurogrupo. Esta decisión no le corresponde al presidente, sino que la pertenencia en este órgano informal en el que los ministros y ministras de los países de la Eurozona examinan las cuestiones vinculadas a las políticas comunes está condicionada a la permanencia dentro del Gabinete. Es decir, si Nadia Calviño dejara el Ejecutivo de Sánchez, no podría ser la presidenta del Eurogrupo. Por tanto, Sánchez no ofreció esa información al pueblo español y la vendió como si fuera suya cuando, en realidad, no lo es. Esperemos que la nueva normalidad no le cambie, señor Sánchez

Por otro lado, el presidente no dijo al pueblo español algo que puede tener unas consecuencias muy graves si Nadia Calviño es elegida presidenta del Eurogrupo, puesto que colocaría a España en la misma situación de sumisión absoluta a las políticas económicas de la UE: el Gobierno no se podría oponer a medidas de austeridad presupuestaria que tanto afectan a la aplicación de estrategias expansivas basadas en la potenciación de lo público y de la protección social del pueblo.

Resulta incomprensible, desde cualquier punto de vista que se mire, que un gobierno progresista mantenga entre sus filas a una persona que cuenta con todos los avales de los sectores contra los que la izquierda está obligada ideológicamente a luchar. ¿Se imaginan que durante el gobierno de Rodríguez Zapatero se hubiese mantenido a Rodrigo Rato como ministro de Economía? Pues eso es lo que está ocurriendo en la actualidad porque Nadia Calviño se ha convertido en el muro que pone freno a las políticas y las medidas que realmente necesita el pueblo, sí, el pueblo.

¿Qué razón tiene el presidente Sánchez para seguir manteniendo su vicepresidenta tercera en el Gobierno? ¿Será que, en realidad, hay ciertas afinidades en su modo de entender la ideología económica? Hay declaraciones del propio presidente que dan a entender que puede ser así. En una sesión de control en el Congreso, en respuesta al diputado de EH-Bildu Oskar Matute, Pedro Sánchez dijo que «uno de los errores de la izquierda es hablar de redistribución y olvidar el crecimiento y la creación de empleo». En concreto, el congresista de la izquierda abertzale le reclamaba al presidente que le indicara si sus soluciones para salir de la crisis vendrán desde la aplicación de reformas progresistas, como, por ejemplo, un impuesto a los más ricos, o si se utilizarán nuevamente las recetas neoliberales que tanto daño han hecho a las clases medias y trabajadoras y de las que tantos beneficios obtuvieron las clases dominantes.

La respuesta de Pedro Sánchez es un gran error político e ideológico por, precisamente, la incoherencia que supone respecto a los valores que se apuntaron cuando se firmó el acuerdo con Unidas Podemos y con el programa de gobierno con el que se presentó ante el pueblo en su sesión de investidura.

Al hablar de que buscar la redistribución justa de la riqueza es alentar a quienes pretenden plantear al pueblo que esto es una utopía. Se trata del error que lleva a la máxima de que no hay más solución que esbozar la recuperación económica desde el mismo escenario que implementó Mariano Rajoy con la excusa del crecimiento macroeconómico como base para la creación de empleo. Es, en resumen,lo mismo que defendió Felipe González cuando se desvió, como toda la socialdemocracia europea, de las esencias del progresismo hacia la defensa de los intereses de las élites escondidos en el eufemismo de la «razón de Estado».

Sánchez renunciaba a la redistribución justa de la riqueza para colocarse en la teoría neoliberal, lo que es absolutamente incoherente con las políticas sociales que, y esto no lo debe olvidar jamás el presidente, fueron las que le llevaron a ganar las segundas elecciones. Estas palabras de Sánchez perfectamente las podría haber dicho una neoliberal convencida como la vicepresidenta tercera Nadia Calviño. 

La ministra de Economía es una defensora de la ortodoxia económica que impuso Europa para la crisis de 2008 y es un lastre para el progreso social que necesita el pueblo. Esta ortodoxia presupuestaria ha sido reconocida como un error por la propia Unión Europea. Es cierto que apostar por políticas de crecimiento y de creación de empleo no contradice a los postulados de la izquierda siempre que esa apuesta venga acompañada de un planteamiento que parta desde abajo, no desde la potenciación de la macroeconomía. Un gobierno progresista tiene la obligación de aplicar un programa basado en esos parámetros, pero partiendo de la base de buscar la redistribución justa de la riqueza y, para lograrlo, sólo hay un camino: eliminar todas las prebendas y exenciones a las grandes fortunas y empresas que, finalmente, son creadoras de desigualdad.

La aplicación de políticas basadas en potenciar el crecimiento de los valores macroeconómicos no es utilizar la «razón de Estado» como afirman los viejos socialdemócratas, sino ser cómplice de los intereses de las clases dominantes porque esos factores sólo benefician a quienes más tienen y el incremento del PIB o la rebaja del déficit no cala en el pueblo, tal y como ocurrió a partir de 2008.

Plantear sólo el crecimiento como base de prosperidad sólo lleva a que millones de personas en España se encuentren por debajo del umbral de la pobreza severa, no por las consecuencias de la actual crisis sanitaria, sino porque aún siguen siendo las víctimas de lo que se aplicó en España a partir del año 2010. Una década después, millones de compatriotas siguen sufriendo lo que el neoliberalismo acarrea: los ricos más ricos, los pobres más pobres y sometidos a las élites.

Finalmente, el presidente afirmó en la rueda de prensa del domingo que el nombramiento de Luis de Guindos como vicepresidente del BCE fue muy positivo para España. ¿Cómo un socialista puede decir esto? Lo único positivo de este nombramiento fue que el ex ministro de Rajoy pusiera miles de kilómetros de distancia entre él y el pueblo español. De Guindos es el responsable de la ruina de millones de familias por el Caso Popular, De Guindos es el responsable de las políticas económicas que tanto daño hicieron a las familias españolas, De Guindos es el responsable de que en España se aplicaran estrategias contrarias, no sólo a los intereses, sino a las necesidades del pueblo. ¿Es positivo que alguien así represente a España? ¿O solo hablamos de tener un sillón para poder aparentar presencia en los organismos europeos?

Sánchez cometió un grave error. ¿No será que se produjo un fenómeno de sinceridad espontánea?

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