Era de esperar y ocurrió. Pablo Casado intentó atacar y desgastar al presidente del Gobierno por el acuerdo alcanzado con EH-Bildu, un partido legal y democrático al que ni la Ley de Partidos de Aznar ⸺creada con el objetivo único de poder ilegalizar a Batasuna⸺ ha podido dejar fuera de la ley. Ahí fue donde el líder del Partido Popular mostró la verdadera cara y, precisamente, fue Pedro Sánchez quien se lo mostró con una de las frases más acertadas que ha dicho en esta legislatura: «Sois un libro viejo, siempre lo mismo: ETA y Cataluña».

El presidente ha estado acertado porque ha mostrado en muy pocas palabras que una parte muy importante de la derecha española sigue incrustada dentro de la nostalgia por los tiempos del franquismo. No son ultras, pero hay ciertos elementos que no pueden quitarse de encima y para demostrarlo no hace falta más que irse a la historia más reciente.

Durante los primeros años de la Transición, el búnker, es decir, los ultras que todavía ocupaban los mismos puestos políticos que cuando Franco estaba vivo, intentó impedir por todos los medios la evolución desde la dictadura a la democracia. Tenían poder e influencia, a pesar de que el dictador ya había muerto, y la utilizaron durante los meses en los que gobernó Carlos Arias Navarro.

Sin embargo, tras varias derrotas, como la elección de Torcuato Fernández Miranda como presidente de las Cortes y del Consejo de Reino o la inclusión de Adolfo Suárez en la terna de candidatos a suceder a Arias, esos mismos ultras se dieron cuenta de que iban perdiendo fuerza, hecho que quedó demostrado con el resultado de la votación en el Congreso de la Ley de Reforma Política, donde sólo hubo 59 votos en contra. Por tanto, necesitaban otra estrategia para intentar poner al pueblo en contra de las reformas. Y lo intentaron a través de dos argumentos: las víctimas del terrorismo y la unidad de España, es decir, lo mismo que Casado.

Patrimonializar el dolor de las víctimas como arma política es una actitud, cuanto menos, miserable, puesto que el dolor de quien sufrió el terrorismo no es asimilable jamás a una ideología política, como tampoco lo es al contrario.

Por otro lado, la unidad de España es un concepto que ya parte de una base errónea puesto que el país no nace, como tal, hasta el siglo XVIII, tras la Guerra de Sucesión y, aún así, diferentes territorios siempre se han diferenciado legalmente del resto. Por tanto, el mantenimiento de la unidad de España se realiza a través de la artificialidad de una unificación de reinos y culturas, a través de la cual se construyó un sentimiento de patria. Lo que no se puede, como hace la derecha, es siempre apelar a la unidad de España como argumento para debilitar al Gobierno cuando ellos no están en el poder. Se trata de un elemento más de referenciar la propiedad del concepto de patria a una ideología concreta, de deconstruir la diversidad en la búsqueda de la unificación que tan bien funciona a los nacionalismos como elemento discordante frente a quien respeta la diversidad.

Pedro Sánchez ha acertado y, sobre todo, ha logrado hacer ver que ese mensaje, además de viejo, no es más que la transposición de los argumentos de los ultras al discurso del Partido Popular. En realidad, esa búsqueda del sentimiento patriótico como elemento de desgaste es el traslado de las herramientas propagandísticas que en el pasado generaron odio, dolor y muerte.

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