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Patrióticos perdedores

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análisis

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Me van a disculpar si el provocador título de este artículo, que no tiene intención de soflama, hiere su sensibilidad. Pero ciertamente el hartazgo que a uno le provocan determinadas miopías hacen que los vocablos versátiles de mis artículos alcancen cierto cabreo de molestia no camuflada ante la victoria de la mediocridad en la vida pública, privada y social.

No cabe dudas, de que España es un país único, capaz y con grandes potencialidades, un territorio diverso que en su pluralidad destaca por su capacidad de generar proyectos empresariales únicos, iniciativas innovadoras transformadoras del territorio así como exportables a otros continentes, una nación capaz de atesorar una creatividad disruptiva de la que sentirse orgullosos. Pero por contra, parece que estamos obcecados por imposibilitar el despegue de nuestro territorio, ese que siempre y hoy más que nunca viene de la mano de la generación de oportunidades para quienes con su talento son capaces de generar cambios en nuestro tejido productivo, de investigación y empresarial.

Y es que el carácter patriótico de un país como España debería medirse por la inversión tangible en talento, ese que debería apoyarse a través de medidas legales, económicas y de políticas de inversión capaces de hacer de la creación de espacios de desarrollo del talento una realidad cotidiana. Sería ese el mejor altar a la defensa de los valores patrios en una época de incertidumbre y cambio socioeconómico en el que el talento se presenta como el veraz aliado frente a los mares de un siglo XXI apasionante.

Así, en un mundo en donde el mayor valor para las empresas e instituciones es el que representan las personas parecería como algo necesario y urgente la puesta en marcha de un gran plan nacional por el desarrollo y apoyo al talento. Un plan este, que tuviera como ejes fundamentales en primer lugar el de la retención de quienes con sus capacidades atesoran las aptitudes y competencias necesarias en sectores como en el de la industria 4.0, la biociencia , la ingeniería o la investigación en general junto en segunda lugar con una estrategia de incorporación del talento femenino de manera plena a las empresas.

Acciones estas unidas a una tercera que debería ser la de lograr el retorno del talento emigrado, medidas todas ellas que requerirían de un gran pacto político de las fuerzas con representación en la cámara, al efecto de coordinar con todas las comunidades estas acciones que deberían ir además unidas a crear hubs especializados de talento en los territorios según las características de los mismos. Pero esto, que parecería lógico se aleja de la realidad cotidiana y mundana de una España que parece centrada más en la defensa de las banderas, el envite político y la radicalización de posturas alejadas del consenso, mientras que el exilio intelectual y la falta de apoyo a las capacidades de nuestro país se muestran en su cruda realidad. Y es que, los datos no engañan, hoy España pierde anualmente 156 millones de euros por la falta de incorporación del talento femenino al mercado empresarial y laboral, algo que si se activase por el contrario generaría así un 14% más de crecimiento de nuestro PIB . Pero junto a esta crudeza numérica otras dos, la pérdida de más del 10% de las personas investigadoras en España o la del padrón de españoles/as residentes en el exterior con altas capacidades formativas y de talento que superan hoy ya las 450 mil personas, con difícil retorno a un país anclado más en el patriotismo barato de por España pero sin España, esa nueva proclama adaptada a unos tiempos de absurdez y visión pérdida.

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