Ilustración: Andrés Marín

El devenir de la mujer actual le debe mucho a sus antepasadas, pero el discurso único que ha obviado al 50% de la población, se ha encargado de difuminar una valiosa información sobre la historia de ellas/nosotras. En esa tarea se encuentra Pastwomen, una red de investigadoras especializadas en prehistoria, arqueología y patrimonio cultural, que lleva 15 años dando visibilidad a las líneas de investigación en arqueología e historia vinculadas al estudio de la cultura material de las mujeres y proporcionando una mirada feminista en la divulgación histórica.

El proyecto surge en 2007 siguiendo la estela de las investigadoras, que a finales de los años 80, principio de los 90, aplicaron su activismo feminista a la disciplina de la arqueología. A partir de los 2000 comenzó a haber más interesadas por la arqueología feminista con perspectiva de género, así lo constata Marga Sánchez Romero, vicerrectora de Igualdad y profesora titular en el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, que habla en términos de “sororidad” cuando se refiere al trabajo que vienen desarrollando desde entonces.

“Lo primero que hicimos fue buscar a nuestras propias referentes y como no existían, nos pusimos a nosotras mismas”, aclara Sánchez. El equipo formado por 17 profesoras e investigadoras de toda España se percató de la falta de visibilidad de sus estudios en museos, revistas de divulgación científica, excavaciones y rutas históricas, por lo que decidieron seguir “quejándose, pero siendo proactivas”, afirma Marga. La profesora recalca que “la idea era generar un proyecto transversal que nos uniera a todas”, por eso, “hay quien trabaja el Paleolítico, otras el Neolítico, yo me dedico a la Edad de Cobre y Bronce, por ejemplo, y otras a la Prehistoria Reciente o al Mundo Íbero…”.

Existe una premisa básica en el proyecto: “Investigamos a las mujeres del pasado porque nos importan las del presente y cómo están definidas”. Pastwomen hace arqueología contemporánea para colocar a la mujer del pasado en el lugar que le corresponde. “Las cosas que hacemos son buenas para las mujeres, pero también para la arqueología y para el discurso histórico construido con el conocimiento, la experiencia y los intereses de un grupo muy determinado, que ni siquiera engloba a todos los hombres”, explica Marga Sánchez. Además de excluir a la mitad de la población, “se han dejado muchas cosas sin contar y sin estudiar, que son fundamentales para construir la historia de quiénes somos y cómo se han ido transformando las sociedades”, advierte la profesora. “Si no cuentas las experiencias de las mujeres y sus conocimientos, no estás contando la historia”, asegura.

Los cuidados en el centro de la explicación histórica

“¿Cómo explicamos una sociedad sin abordar sus actividades esenciales?”, se pregunta Marga en referencia a los cuidados. “Las actividades de mantenimiento son las únicas estructurales, imprescindibles y fundamentales en todas las sociedades”, insiste la profesora, quien sostiene que ese trabajo denominado “doméstico” se ha eliminado de la historia “porque se ha considerado que no era explicativo”. Sin embargo, como acierta Sánchez, “en ese trabajo hay mucha sabiduría e innovación”. Hablamos del embarazo, la crianza y el parto, pero también de la alimentación, la limpieza, la higiene o la socialización. “Queremos poner estas actividades en el centro de la explicación histórica porque ninguna sociedad puede vivir sin ellas”, asegura Marga. En este sentido, “habrá veces que podamos identificar si son hombres o mujeres los que desarrollaron estas actividades, aunque normalmente han estado vinculadas a las mujeres, por eso están peor vistas y parecen no ser relevantes para según qué historia”.

Las tareas de cuidados, a pesar de haber estado ligadas históricamente a las mujeres, no lo han estado esencialmente. Lo evidencia Marga: “No es que las mujeres no tengamos otras opciones, cualquier persona del grupo social puede hacerlas y se está demostrando, sino que viene dado por un pacto o construcción cultural, y no por una conexión biológica o esencialista”. Según la profesora, en la prehistoria la forma más segura de alimentación para un bebé era la leche materna. “Eso hace que en el primer año de vida, la vinculación y el estar con la madre condicione el trabajo y el resto de actividades que se hacen”, comenta Marta, que insiste en la “complejidad del proceso” hasta llegar al presente. Y aclara que “no se puede confirmar que las mujeres estuvieran mal valoradas en aquella época”, sino que se trata de “una presunción que hacemos nosotros como sociedad desde el presente”.

¿Un patriarcado prehistórico?

Aunque en la prehistoria puedan observarse ciertos roles de género, no existe una demostración científica o arqueológica de que existiese un poder masculino sobre la mujer. En cambio, “las clases sociales se ven muy claras en prehistoria porque se puede comprobar arqueológicamente las variaciones en la dieta, el uso de los recursos o los ajuares funerarios”, apunta Sánchez Romero. “No es tan fácil distinguir la desigualdad de género en la prehistoria”, reconoce la profesora. Entonces, ¿cuándo se puede asegurar? “Muy fácil. Cuando tenemos leyes y normas escritas que ya sitúan a la mujer en un segundo plano”, responde. “En el mundo grecolatino sí tenemos constancia de la instauración del patriarcado, sin embargo, no podemos hablar de un patriarcado prehistórico como tal”, determina la profesora de la Universidad de Granada.

No obstante, cuando las sociedades se asientan y las mujeres comienzan a tener más hijos es cuando surgen las desigualdades, pero son procesos que llevan muchos años, reconoce Marga. La caza es un claro ejemplo de “esas afirmaciones que se han hecho durante muchos años en Arqueología por creencia popular”, y que la profesora expone de manera concisa. “Nos parece que la caza consiste únicamente en lanzar la fecha y matar al animal, pero no hablamos de la complejidad que conlleva esta acción o de la necesidad de que todo el grupo se implique en el proceso”, aclara. En este caso, “no hay prueba científica que determine que los únicos que cazaban eran los hombres. La etnografía nos enseña la variabilidad de comportamientos sociales que existen en el mundo, por eso no podemos negar sistemáticamente que en la prehistoria no hubiera mujeres cazadoras o que pintaran cuevas”.

La arqueología tiene la capacidad de acercarnos las vidas de personas que existieron hace millones de años y es aquí donde el discurso único cae por su propio peso. “No se puede hacer una metanarrativa única para todas las sociedades desde hace cientos de miles de años. En el caso de la prehistoria, que está a millones de años, y reduciéndolo a los últimos 40.000 años en el Paleolítico Superior, que ya son Sapiens Sapiens, tampoco sirve esa narrativa”, esgrime Marga Sánchez. 

Mirar al pasado en clave binaria

La existencia de “terceros géneros” en todas las sociedades es un hecho arqueológicamente constatado. Como afirma Sánchez Romero, “no podemos hacer una única asociación de qué es ser mujer y qué ser hombre”. Ni siquiera en la actualidad con mujeres y hombres de otros territorios, añade la profesora, ya que “no tenemos las mismas características por razones de religión, culturales, sociales…”. La historia se sigue mirando con las gafas del binarismo. “Debemos ser conscientes de que al igual que existen construcciones de género e identidades sexuales diferentes en el presente, también pudo haberlas en el pasado”, informa Marga.

“Algunas veces se manifiesta de manera muy evidente, como hombres que tienen atributos estéticos o posición del cuerpo parecidos a los de las mujeres de su grupo. Mujeres enterradas con elementos parecidos a los hombres de su pueblo”, explica la profesora, que advierte de la importancia de “conocer muy bien la sociedad en la que se encuentran” y para eso “está la cultura material”, concluye.

Pastwomen tiene a la vista un nuevo proyecto de divulgación para jóvenes de instituto financiado por el CSIC, una formación con guías turísticos para integrar a las mujeres en la narrativa de las ciudades y yacimientos arqueológicos, otro proyecto en red -también del CSIC- con el que se sumarán 15 compañeras especializadas en la antigüedad clásica, así como otras iniciativas puntuales de divulgación y actualización de su plataforma.

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