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Pasitos de paloma

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análisis

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Decía Friedrich Nietzche que «Los pensamientos que se acercan con pies de paloma son los que gobiernan el mundo». Y es tarde, casi siempre, para cuando las personas se dan cuenta de lo que sucede.

Con la misma intención Ulrich Beck, en su libro La sociedad del riesgo, redondeó el sentido al hablar de «los zapatos silenciosos de la normalidad» con la que se presentan los hechos. Era normal que ocurriese esto y aquello, y ¿cómo es que nadie lo anticipó?

Lo habitual es que los delicados pasos de paloma aplasten en su avance aquello que creíamos más nuestro, comenzando por nuestros derechos. La voz que se eleva por encima de esos pasitos de paloma o de esos zapatos de la normalidad proclama que el paro es coyuntural, la crisis pasará, a los bancos hay que rescatarlos, no habrá más burbujas inmobiliarias, no hubo mala intención con las preferentes. La voz, por encima de los zapatones que se imponen y aplastan tiene siempre un tono propio de sofistas, y proclama un conocimiento que se vende al mejor postor. Pero la voz, esa voz, que deja hacer y se presta al mejor postor como pensaba Platón porta un anzuelo, y no uno solo, más, todos los que sean necesarios; pero no para los peces, a esos, ya los pesca el hombre común; no, los anzuelos de los sofistas, aquellos a los que se refiere Platón, son para «animales andadores», es decir, y según su propia afirmación, «para los hombres», esos pobrecitos, la afirmación también es suya «animales domesticados», tan fáciles de guiar con palabras. Porque los clásicos no solo son esas palabras en griego con las que se adornan algunos textos del presente, sino, ese conocimiento de los hombres, con los que una puede o no estar de acuerdo.

Este capitalismo no es el del pasado, es peor, mucho peor, aquí cada uno queda librado a su suerte. Ahí los pensionistas; aquí, las feministas, más allá los trabajadores precarios…

Este capitalismo se parece, si a algo se parece, al de sus inicios.

Y entonces llegan ellos, los «fondos buitre», oímos, y nos sorprende el nombre hasta que sabemos que los «fondos buitre», esos a los que algunos políticos les han vendido «viviendas de protección oficial», están formados por grandes pero también por pequeños inversionistas que podrían ser su vecino, pero resulta que están en la otra punta del mundo, y nunca verán su cara ni su preocupación, por tanto, no se sentirán responsables de lo que le suceda, mientras alguien les entrega la sustanciosa ganancia que han obtenido por sus ahorros.

Son momentos en que una recuerda a Sygmunt Bauman explicando cómo la endiablada libertad de movimiento de este nuevo capital globalizado, que se posa y picotea en todas partes, tiene un parecido con la de aquellos «terratenientes absentistas de antaño» que vivían de sus siervos o de sus campesinos, es decir, de su trabajo y de sus impuestos, sin conocerlos ni preocuparse por ellos. Pero, es probable, y aquí quiero implementar un punto de vista más cercano, más de vecinos, más de conciudadanos, que cuando usted piense en esa pequeña suma de dinero que tiene en su cuenta del banco, o en esa cuota del seguro del hogar que tiene que pagar y que alguien necesitará invertir por usted, no piense en estas cosas, no piense que su banco o su aseguradora invierte en ese tipo de «fondos buitre», porque pensar eso sería como saberse parte de ese gran monstruo alado, que viene y va con sigilo, y camina con pasitos de paloma.

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