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Se viene escuchando desde hace un tiempo hablar de la necesidad de una de transición energética comprometida con una economía de proximidad que ponga rostro a las necesidades que se nos presentan en el día a día. Este reto necesario y vital de cara a los siguientes años, se concibe con políticas económicas que protejan espacios e iniciativas que nos pueden ayudar a impulsar nuevas vías de desarrollo económico en consonancia con la biodiversidad de nuestra tierra.

En el caso del turismo rural, alternativa económica que para nada hay que desdeñar, si nuestros pueblos se llenan de macroparques eólicos y fotovoltaicos, será muy complicado atraer personas que quieran desconectar en parajes naturales únicos de los que ahora sí disfrutamos. Esto no está reñido con el uso e implantación de energías renovables, siempre y cuando se instalen los recursos necesarios para generar energía de manera efectiva, apostando por una soberanía energética que apueste por acercar las fuentes de generación de energía a los lugares donde va a ser consumida mediante la creación de comunidades energéticas e instalaciones de autoconsumo en ciudades y pueblos.

Para humanizar la economía, tenemos la oportunidad de presentar propuestas que eviten la creciente brecha existente entre clases sociales, regulando esos desequilibrios que terminan siempre privilegiando a una misma minoría. Además, es esencial que la economía se ponga del lado de los servicios públicos y universales, siendo la educación, sanidad, ayuda a la dependencia, cuidados e investigación y desarrollo, pilares esenciales que deben marcar las estrategias económicas y perpetúen un sistema justo que garantice igualdad de oportunidades entre todas las personas.

Por otro lado, es necesario apostar por una red eficiente de comunicaciones que sea ágil y sostenible, asegurando una vertebración del territorio que permita nuestro desarrollo socioeconómico, dotándole de infraestructuras de transporte y movilidad que ayude a facilitar el asentamiento de nuevas empresas. Es importante revisar el actual modelo radial, centralizado en Madrid, Valladolid y en otros puntos del Estado Español., que favorece el desarrollo de unos frente al constante empobrecimiento sistémico de los otros.

Por tanto, sería conveniente que se plantearan una serie de medidas necesarias y urgentes ante el deterioro palpable de nuestros entornos, que sigue sufriendo la despoblación y desindustrialización unido a una crisis energética global que influye de manera directa en la agricultura y ganadería, con el encarecimiento de cereales y materias primas que afecta en el día a día de la ciudadanía. Algunas de estas medidas podrían ser: aislar las viviendas para un mayor rendimiento energético, apostar por una red óptima de transporte y movilidad que ayude a conectar los municipios y pueblos, defensa de un modelo de producción, distribución y consumo sostenible o ayudar a la creación de cooperativas como alternativa empresarial, ayudando a la ubicación de empresas en el mundo rural mediante beneficios fiscales.

En conclusión, es obvio que necesitamos una transición energética para poder vivir en una tierra más agradable y amable, pero la pregunta es cuándo y cómo se va a hacer.

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