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Paraguas

David Almorza Gomar
David Almorza Gomar
Profesor Titular de Universidad de la Universidad de Cádiz, en el Departamento de Estadística e Investigación Operativa, adscrito a la Facultad de Ciencias del Trabajo. Ha sido Vicerrector de Alumnos de la Universidad de Cádiz (desde el año 2003 hasta el 2013) y Vicerrector de Responsabilidad Social y Servicios Universitarios de la Universidad de Cádiz (desde 2013 hasta 2015). Durante estos doce años, ininterrumpidamente, ha tenido entre sus competencias el Área de Deportes de la Universidad de Cádiz. Ha promovido la creación del Aula Universitaria de Fútbol de la Universidad de Cádiz, y en estos momentos ocupa el cargo de Director del Aula de Fútbol. Tiene el título de Entrenador Nacional de Fútbol con Licencia UEFA-PRO. Ha entrenado en las categorías Infantil y Cadete del Cádiz C.F. desde el año 2010 hasta la actualidad. Además, en el Cádiz C.F. ocupa el cargo de Coordinador de Delegados y Auxiliares de Fútbol Base desde el año 2014.
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análisis

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Boris Pérez se encontraba meditando sobre los paraguas, y de cómo son herramientas frecuentemente olvidadas por los ciudadanos. Recordó que Ephraim Kishon escribía que él nunca olvidaba sus paraguas, sino que los tenía estratégicamente distribuidos por distintos puntos de la ciudad, aunque reconocía que no recordaba esos lugares.

En cuanto aparecen las primeras gotas, llegan los vendedores de paraguas clandestinos, que por tres euros proporcionan una protección breve. Estos paraguas son conocidos también como los paraguas de los espías, porque al poco tiempo de usarlos se autodestruyen. La causa de su autodestrucción suele ser su mala calidad, pero también en ocasiones el fuerte viento que hay en algunas ciudades y que acaba con la vida de cualquier paraguas.

Es lo que ocurría en la ciudad en la que vivía Boris. El viento era muy fuerte. A veces excesivo. Pensó Boris en su amigo Justo, que le regaló un paraguas especial, tecnología alemana, expresamente diseñado para resistir vientos de hasta 120 km/h. Sus varillas de fibra de carbono y su forma especial para evitar el viento le convertían en el paraguas definitivo. Boris lo probó con las primeras lluvias, y es verdad que resistió el vendaval. También es verdad que decidió cerrarlo a la segunda embestida del viento, y continuar andando por la calle con el paraguas cerrado bajo la lluvia. Porque en el fondo, decía Boris, quién era él para cuestionar y poner a prueba la tecnología alemana, y exponer al peligro un paraguas tan caro y tan bonito. Por otra parte, seguramente en algún lugar de la garantía, y escrito en perfecto alemán, estaría indicado que sólo es válido bajo ciertas condiciones climatológicas que no serían nunca las reales.

Por una u otra razón no era extraño que Boris se encontrase en su ciudad a personas andando bajo la lluvia con un paraguas roto por el viento (en dirección a un contenedor de plásticos o similar), o con un paraguas cerrado para no romperlo. Como esto se repetía muchas veces, Boris pensó que a lo mejor era conveniente crear una ONG llamada “paraguas sin fronteras” con la que ayudar a la humanidad.

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