Corría el año 1973. Aquella tarde, iba a condicionar el futuro de Ananías sin que fuera consciente de ello. Era el primer día de vacaciones de verano. Ya no había que volver a la escuela hasta finales de septiembre. En el calor sofocante de un extraño día del mes de junio en Sorroval, donde la mayor parte de los chavales acompañaban a sus familias en las primeras labores de siega, Yeros y Algarrobas principalmente, Ananías era un garbanzo negro, un marginado que no tenía nada que hacer porque sus padres no se dedicaban a la a agricultura. Todos los veranos, durante el día, tenía que vagar por el campo en solitario o buscar otras compañías porque las habituales estaban todo el día ocupados, no en juegos, sino en el duro trabajo de la agricultura de subsistencia. Aquella tarde, que quedó grabada en su memoria porque llegó al pueblo un extraño chaval que venía de la ciudad. Y como Ananías, tampoco tenía nada que hacer durante el día. Se encontraron inevitablemente bajo una de las grandes hayas que crecen junto al cauce del arroyo, casi seco en verano, pero con la suficiente frescura como para hacer soportable el intenso calor de ese puntual día sahariano en la meseta castellana. Danilo, el nuevo amigo venido de la gran capital, era un tipo que no sabía nada de vacas, ni de cabras, ni de ovejas, ni siquiera era capaz de distinguir una mata de tomates de otra de patatas. Los otros chavales se reían. Decían que era un poco retrasado. Sin embargo, Ananías se sentía a gusto con él. Era casi el único que como él tenía todas las horas del día para dedicarlas a no hacer nada, o lo que era mucho más divertido, a hacer cosas peligrosas que Danilo conocía y que en el pueblo ignoraban.

Habían pasado ya unos cuantos días robando cerezas, buscando nidos de azores para observar los polluelos o intentando cazar ratas de agua con la carabina de Danilo. Para Ananías era divertido. Eran cosas habituales que hacía todos los veranos (salvo lo de la carabina, que para él era novedad). No parecía sin embargo que Danilo se estuviera divirtiendo. Sentados bajo la gran haya, Danilo le hizo una extraña pregunta: “Oye, ¿tú tienes azufre en casa?” Ananías respondió negativamente. “Y sabrías dónde podemos comprarlo en Burgos?” Eso si, le dijo Ananías. Mi padre lo usa para las viñas y lo compra en una droguería que se llama Bartolo. Pues mañana, ponte ropa limpia que nos vamos por la mañana en el autobús de las nueve y volvemos en el de las once y media. Nadie se va a enterar. “Y el billete, ¿quién lo paga?” le inquirió preocupado Ananías. Danilo le dijo que por eso no se preocupara. Se fueron a la ciudad y compraron azufre y clorato potásico. Por la tarde, fabricaron una especie de pólvora blanca que ardía fácilmente y explosionaba al poner una capa sobre una piedra y golpear con otra.

Fue el verano más divertido de su adolescencia. Fabricaron cientos de petardos, incluso uno enorme que explosionaron a través de un filamento de bombilla, un cable y una pila de cuatro voltios y medio. Hicieron multitud de explosiones, alguna con resultado catastrófico para el tejado de alguna casa abandonada.

 

Ahora, en cada verano, cuando Ananías vuelve a su casa en el pueblo y entra en el cuarto de las herramientas dónde aún queda un kilo de azufre y un par de los de clorato, recuerda con una sonrisa aquellos años.

 

Hoy, Ananías es un pacifista convencido. Un tipo que lucha por la ecología, por la igualdad social y por los derechos sociales. Milita en un movimiento anticapitalista y es asiduo en reivindicaciones un tanto arriesgadas en las que, junto con sus compañeros, es capaz de desplegar una pancarta subido en el Edificio Colón o colgado con arneses desde lo más alto del edificio Agbar en plena Diagonal de Barcelona.

No es independentista aunque acudió a votar en el referéndum del 1-O dónde fue detenido por la Guardia Civil. Es uno de tantos a los que llevaron al cuartelillo acusados de resistencia a la autoridad.

La semana pasada, fue detenido nuevamente, en una de las manifestaciones que Tsunami Democrátic convocó en Barcelona. Un Mosso de Escuadra estaba aporreando a un chaval que tomaba una cerveza en una terraza junto con su novia y amigos. Ananías que estaba a dos metros de la terraza, increpó al policía y este acabó deteniéndolo. Lo soltaron a la hora. Unos días después, la Guardia Civil irrumpió, al amanecer, en su casa con una orden judicial. Se le acusa de pertenecer a los CDR. Registraron su casa y no encontraron nada. Más tarde, unos civiles del cuartel rural de Quintanilla, al mando de un grupo especializado de la UCO, ha entrado en su casa de Sorroval. Allí han encontrado los dos quilos de Clorato potásico y el de azufre que llevan allí desde 1973.

El rostro de Ananías, desmejorado, con barba de tres días y pinta de delincuente, ha salido hoy en todas las portadas de los diarios y en todos los noticiarios de televisión. Han detenido a un terrorista de los CDR que usaba su casa, en pleno páramo castellano, para fabricar explosivos.

 

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Papel Mojado

 

En estos días se conmemoran cuarenta y un años de aquel referéndum que legalizó la continuidad del Régimen franquista a través de un “nuevo” orden legislativo que, sobre el papel, hacía del estado español un país tremendamente democrático con una Constitución que ya en el Artículo 1 define a España como “un estado social, democrático y de derecho” y que contiene nada más y nada menos que 42 (de los 350) artículos de derechos y deberes.

Sin embargo, la tan manida Constitución que curiosamente negaron con su voto los que hoy dicen defenderla, con el paso del tiempo, se ha convertido en papel mojado. La justicia no emana del pueblo, como figura en el artículo 117 sino de quiénes la controlan, a través del reparto de prebostes del poder judicial entre los jueces afines. Esta situación hace que el interés político de unos pocos, prime sobre lo establecido en el Artículo 1 (pluralidad política, igualdad y libertad). La mayor parte de los derechos y deberes no solo no son respetados sino que, bajo el mismo precepto que el de la justicia, son supeditados al interés de unos pocos. Un banco puede quitarte la casa por falta de pago de unos meses en la hipoteca. Un fondo buitre puede aprovechar la desvergüenza de un político que vende la vivienda social como si fuera suya, romper unilateralmente el contrato que tienes con la EMV, y subirte el alquiler hasta que no puedas pagarlo y echarte de tu casa. Porque el interés económico del poderoso prima sobre el derecho a la vivienda. Hay personas en el exilio por hacer canciones digamos, como mucho de mal gusto, otras que son insistentemente juzgadas por meterse con el dios o las costumbres del catolicismo y otras, por hacer teatro con el que alguien se siente ofendido. Por tanto, el derecho a la libertad de expresión queda supeditado a la creencia mayoritaria y a las del juez que debe juzgar los hechos y no a lo establecido en los artículos 16 y 20. El sistema tributario ni es justo, ni mucho menos progresivo (las empresas pagan una media del 5% en impuestos, mientras un ciudadano normal paga el 15. Una parte importante de la recaudación tributaria viene de los impuestos indirectos que afectan a todos por igual sin tener en cuenta el nivel económico diluyendo así la progresividad). Incluso se permite embargar parte del salario mínimo contraviniendo el artículo 31. Hasta hemos conocido que ni siquiera el artículo 57 se estaría cumpliendo.

 

Pero lo más preocupante es la sensación generalizada de injusticia, de que no todos somos iguales ante la ley y que existen diferentes varas de medir, una la de los Botín de España y otra la de los Peláez.

Somos legión (parece que no suficiente) a los que nos preocupa que haya unos chavales encarcelados con penas entre nueve y doce años por una pelea en un bar. Tuvieron la desgracia de enfrentarse con Guardia Civiles de fiesta en un bar en un pueblo de Navarra dónde hay mucha afinidad con el nacionalismo abertzale. De igual manera nos preocupan las pseudoacusaciones de terrorismo que con el tiempo acaban en nada pero que tienen la función de crear una falsa percepción en la sociedad, por tener en casa un bote de Vim y un paquete de abono para los geranios con base de nitrato. Pero no es que nos preocupe porque esas acusaciones estén sobredimensionadas, que también, sino porque todos los acusados son de un mismo perfil político. En cambio, hemos visto como el otro día se detenía a un tipo en Miranda de Ebro (Burgos) auto declarado simpatizante de un partido fascista, que el Diario de Burgos, cuyo propietario es conocido en todo Burgos, titulaba “El mayor arsenal de explosivos no terrorista de toda España”. Del detenido, el jefe de la Comandancia, Alfonso Martín Ruiz, declaraba que se trataba de una persona sola, sin ningún vínculo con otras personas ni organizaciones terroristas ni de ideologías extremistas. «Está acreditado que no hay relación con nadie”.

Porque en España ser fascista y tener un arsenal mayor que el de cualquier cuartel de la Guardia Civil, no está catalogado como peligroso (se ve que no saben quién fue Anders Breivik y lo que hizo en Utoya (Noruega) o lo que pasó en España en los albores del Golpe de Estado del 36 o durante los últimos años 70 y primeros ochenta del pasado siglo) mientras que si eres activista contra el Régimen del 78 no puedes tener en casa ni un bote de fertilizante para geranios.

 

Los casos de sobreseimiento por instrucciones eternas que acaban con prescripciones de los delitos para ciertos personajes, todos ellos de un mismo color político, son otra de las preocupaciones de los que creemos que en una democracia el Poder Judicial, jamás debe tener ninguna vinculación con el poder y mucho menos que sus nombramientos dependan de él. El último escándalo se ha producido en Valladolid dónde el juez tardó once años en armar la causa por alteración en Plan General de Ordenación Urbana para favorecer a una decena de constructores, dónde el excesivo tiempo de instrucción ha llevado a que diez de los catorce acusados hayan sido absueltos por prescripción de los delitos.

 

Los fascistas están consiguiendo introducirse en la “normalidad” del estado. Si hace cuarenta y un años, de la noche a la mañana, todos los franquistas habían desparecido y ser fascista era como estar infectado con la peste, hoy han conseguido introducirse entre los estamentos del estado de forma que los peligrosos somos los que seguimos la estela de aquellos que se jugaban la vida luchando en la universidad, en las organizaciones clandestinas y en las asociaciones de vecinos en los años sesenta y setenta del pasado siglo contra la dictadura. Los Constitucionalistas son los seguidores de los que votaron NO a la Constitución porque preferían el Fuero de los Españoles. Y los cordones sanitarios en política se plantean contra nacionalistas demócratas y no contra los intolerantes que creen que España son ellos y solo ellos.

 

Es imprescindible apartar a esta gentuza de del foco mediático. Porque el fascismo se retroalimenta con la visibilidad de sus memeces para idiotas que dejan de serlo para muchos de los televidentes cuando se repiten una y otra vez en la televisión. Sus mentiras calan cuando intentamos rebatirlas y para ello le damos una y otra vez visibilidad en las redes sociales, en el WhatsApp, etc. Los discursos sencillos, aunque sean falsos, acaban haciendo mella en el intelecto de las personas desinformadas. Por eso es necesario imponer un cordón sanitario contra ellos. Por eso ningún demócrata debería departir amablemente con ellos haciendo ver que son personas normales. Porque no lo son. Son peligrosos. Son gente que a lo largo de la historia han demostrado que no les tiembla la mano a la hora de la represión, incluida la ejecución sin sumario, como hicieron con los hermanos Lapeña en el verano del 36. Como hicieron con Enrique Valdelvira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz, Francisco Javier Sauquillo, Serafín Holgado y Ángel Rodríguez Leal en la fatídica noche del 24 de enero de 1977 en la Calle Atocha de Madrid. Como pudieron hacer el 31 de marzo de 2006 en el Teatro Alfil con el artista Leo Bassi y todos los espectadores que en ese momento abarrotaban la sala. No se puede departir amablemente con quién no dudaría, llegado el caso, en darte un paseo a la luz del alba.

 

Si no somos conscientes del peligro que tiene el fascismo y de que no son gente normal, sino gentuza llena de odio que no duda en imponer su criterio por la fuerza y al precio que sea, es que somos más idiotas y estamos más enfermos de ignorancia de la que demostramos, que ya es mucha.

 

Al fascismo se le combate siempre. El desprecio, la educación, la cultura y sobre todo hacerles el vacío son las únicas armas válidas para ello. Porque de lo contrario, acabaremos dándonos cuenta de lo que son cuando haya derramamientos de sangre. Y entonces, para muchos ya no habrá remedio.

 

Salud, feminismo, república y más escuelas, públicas y laicas.

 

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