martes, 19marzo, 2024
16.1 C
Seville

Pandemia y política

Julián Arroyo Pomeda
Julián Arroyo Pomeda
Catedrático de Filosofía Instituto
- Publicidad -

análisis

- Publicidad -

Casi todo en nuestras vidas tiene efectos políticos, aunque son muchos los que proclaman estar hartos de la política. No se puede pasar de ella por más que se intente. Es que lo invade todo, querámoslo o no. Porque en las sociedades hay modificaciones y cambios, que contribuyen a problematizar la existencia, y la política atiende a las situaciones del presente. Defrauda muchas veces y nos hace avanzar otras, si tenemos paciencia, ya que los múltiples tropiezos no se pueden arreglar en un día. Por ejemplo, llevamos años ahogados por las industrias eléctricas, que parece que lo tienen todo bien atado para que nadie pueda resolver los numerosos nudos, que todo lo han dejado bien amarrado.

La pandemia es, en principio, una cuestión sanitaria, pero solo una apuesta política podrá resolverla. Afecta a todas las Comunidades, pero unas lo están resolviendo de modo muy distinto a otros desde su voluntad política, precisamente. Nadie debería olvidarlo. Estilos políticos conservadores y liberales no plantean las cosas igual que los progresistas, pero llega un momento en que pasamos de las ideologías, si podemos vivir un poco mejor. Esto puede ser peligroso, pero también es realista.

No se trata de apostar por uno de los extremos, ciencia o política, sino de que las dos estructuras resultan necesarias. La ciencia no puede quedarse solo en la teoría, porque tiene que descender a la práctica. Y es, precisamente, en su aplicación, cuando se encuentra con la política. Es esta la que decide los programas que se deben aplicar y la primacía de unos sobre otros. Entre nosotros, el primer confinamiento se hizo en serio y atacando la raíz (Hay una novela que ilustra bien todo esto, Desolación en la pesadilla). Los virólogos decían que el contagio se produce por la proximidad del contacto social, por eso la solución era el confinamiento de cada uno en su limitado laberinto. Salir solo para lo básico e imprescindible. Esta idea funcionó dado que ciencia y política se unieron. Luego se metió por medio de todo la economía y los derechos fundamentales y saltó con fuerza el cortocircuito.

El primer momento de luz se produjo cuando la premisa era que la economía empezaría su recuperación una vez controlada la pandemia. Esta era la única línea recta. Más tarde, el neoliberalismo corrigió de plano: tenía que imponerse la convivencia entre los contagios y la economía, porque se acercaba inevitablemente la ruina del país. No debieron aproximarse tanto los extremos, en este caso no tocaba. La consecuencia fue que aumentaron los contagios, mientras la economía se mantenía a duras penas, tambaleándose. Crecía la pandemia en espiral, mientras que la economía caminaba a la baja más decepcionante. No se sostenía sin la base segura de la salud, que los numerosos contagios atacaban una y otra vez. Así estamos arrostrando la máxima terquedad.

Tenemos demasiada propensión a olvidar, como si el no recuerdo lo solucionará todo, cuando lo deja como estaba, pero siempre hay alguna excusa. Ahora han sido las vacaciones de verano, que hemos disfrutado como si no hubiera mañana. A ver si no tienen consecuencias.

Mientras tanto, la explotación económica continúa y cada vez nos adaptamos más a su ingente poder. Todo se justifica para poder sobrevivir e ir tirando peor que mejor. La esencia del sujeto solo existe como enajenada, siendo un mero instrumento para vivir. La pandemia tiene un poder manifiesto, del que se están aprovechando las industrias farmacéuticas que multiplican sus máximos beneficios. Ellas son las que han puesto el precio a las vacunas con independencia de que se puedan pagar o no. Si no pueden hacerlo algunos países, se les beneficia más todavía, porque la pandemia se incrementará y será necesaria la producción de un mayor número de dosis de vacunas. En el mantenimiento del proceso las vidas languidecen y esta situación detiene lo que es esencial en una sociedad: no hay movilidad, nadie tiene ya ganas, se desconfía de todo, los colectivos son objeto de temor, solo importa lo privado.

La muerte avanza a grandes pasos, por lo que lo único que se espera ahora es poder vivir, sin ser arrasados por ella. Aquel deseo marxista de transformar el mundo carece ya de sentido. Si vivo, ya me basta, ahora no es el momento de pensar en esto. La pandemia trae efectos perversos para la subjetividad. Cada sujeto se siente reprimido, sin poder actuar como quisiera. Además, ve coartada su libertad, dado que los poderes y fuerzas del orden tienen que clausurarlo casi todo. La indisciplina crece cada vez más. Nos agarramos a cualquiera que ofrezca la libertad desaparecida. Libertad de disfrutar el ocio y consumir lo que apetezca. Competencia libre. Solo se requiere seguir las normas prudenciales para evitar los contagios. Encerrarse en sí mismo y no tener vida social acabará en la más profunda depresión y esto es el abismo total. Es preciso seguir viviendo y disfrutando de la vida. Para ello el único remedio eficaz es la vacuna de la población, esto es lo que nos está salvando.

- Publicidad -
- Publicidad -

Relacionadas

- Publicidad -
- Publicidad -

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre

- Publicidad -
- Publicidad -
- Publicidad -
- Publicidad -

últimos artículos

- Publicidad -
- Publicidad -

lo + leído

- Publicidad -

lo + leído