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Pandemia liberal

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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A las cinco en punto de la tarde, como en el poema de García Lorca, la plaza de toros del pueblo es pura vocería. A los olés, se suman los reproches de cobardía porque el torero, un desgarbado y enjuto muchacho moreno de nariz afilada y aspecto enteco, tras los dos primeros pases de capote, se resiste a arrimarse al morlaco que más que un novillo para una plaza de tercera, parece un Miura en la Maestranza. A Morenito de Sorroval además le perdonan menos que a cualquier otro por ser de la tierra. Porque como Curro Romero, él también es profeta en su tierra.

No es que Julián, (Morenito de Sorroval) sea un cobarde. Pero tiene muchas horas ya de toreo en las muñecas como para reconocer el peligro a simple vista. Y tras los primeros capotazos, ha sido consciente de que Islero (mala casualidad que este novillo se llame así), es un bicho grande, con tendencia a tirarse al cuerpo en lugar de al capote y con más de una corrida en su cornamenta.

Islero, un novillo que sobrepasaba los cuatrocientos kilos, cuyo dueño se dedica a organizar novilladas de tercera en plazas de mala muerte, tiene mucha escuela. Después de más de quince corridas durante dos veranos, ha aprendido que el trapo es solo un engaño y que a quién hay que abatir es al humano que está frente a él.

La faena se ha ido espesando por minutos. El toro no entra al capote, Morenito se aleja cada vez más del bicho e Islero empieza a rascar el albero con su pata derecha. Los espectadores, aburridos ante la falta de lo que consideran espectáculo, y hartos de increpar al paisano novillero, han comenzado a organizar la fiesta por su cuenta sacando bocatas, botas de vino y botellas llenas de zurracapote. Los más jóvenes, el kalimotxo. La peña baila en la grada al son de la charanga. Casi nadie mira al albero donde un desesperado Morenito intenta a toda costa que el presidente indique el cambio de tercio y que la pesadilla acabe cuanto antes.

De pronto, Islero deja de rascar la arena del ruedo y emprende una marcha, primero despacio y después al galope hacia la parte del burladero que ha quedado un pelín más bajo. Al llegar, da un gran salto, como si fuera un purasangre entrenado en el salto de obstáculos y se presenta en la grada.

Los gritos de terror y miedo acallan la charanga. Islero comienza una carrera de obstáculos en sentido contrario a las agujas del reloj, corneando al aire mientras la gente corre desesperada hacia la boca de salida dejando atrás neveras, bocadillos, instrumentos y cualquier cosa que no sea su propio cuerpo. Islero avanza a buen ritmo por las gradas dejando a su paso sangre, gritos, terror y una sensación extraña de irresponsabilidad.

Es el primer año que hay toros en Sorroval y posiblemente el último, porque todo ha salido mal. Islero, llegado a la zona en la que la sombra de los grandes cipreses ha dado a la grada categoría de Tribuna, se para y se giran como ofreciendo su cara al respetable. Allí es donde estaba el alcalde que ejercía de presidente, el cura y el sargento de la guardia civil. Ninguno de ellos está ya en la plaza. Fueron los primeros en abandonar el tendido. Tras descansar unos segundos, Islero salta de nuevo al albero y sale a la calle por las puertas que están abiertas para que la gente huya.

Tras una noche al raso, Islero ha sido localizado junto al Encinar, pastando tranquilamente entre las grandes carrascas.

El balance de la primera corrida en Sorroval es desolador. Dos muertos, cinco heridos graves por cornadas, varios heridos por magulladuras y aplastamiento y una centena de vecinos con cardenales,y contusiones varias. Es el momento de pedir responsabilidades al alcalde. Este a su vez se las pide al organizador de la corrida y dueño de Islero.

Nadie se auto inculpa ni se siente mal. Y eso que la gran mayoría son culpables tanto o más que el alcalde. Hace unos meses el Ayuntamiento realizó una consulta. Tienen un superávit importante y no saben qué uso darle. El alcalde siempre ha apostado por lo que le da votos, las fiestas. Y nada más grande en una fiesta española que traer toros al pueblo. El único concejal de la oposición, sin embargo siempre ha instado a invertir ese superávit en asuntos sociales. Podrían contratar una doctora dos días a la semana o un enfermero diario o un centro de mayores para los ancianos que son muchos, o hacer de la guardería también colegio. Pero el alcalde, que para ganar hizo uso de la toda la demagogia posible poniendo como ejemplo de héroe del pueblo al gran novillero Morenito, ni siquiera dejó que el concejal díscolo explicara en qué consistía su alternativa. Sólo quince vecinos votaron en contra del festejo con animales. Todos los demás preferían ver a su héroe local en vivo y presumir ante los otros pueblos de ser el único que tenía presupuesto suficiente para montar una corrida. Y eso, a pesar de que todos eran conscientes de que el 3% de ese presupuesto iba directamente al bolsillo del alcalde.

 


 

Pandemia liberal

 

Decía Gerardo Tecé (@gerardotc) en este artículo del pasado viernes 13, que «El bichito nos enseña que nuestro tesoro nacional no es Rafa Nadal, sino la enfermera que hace horas extras en un hospital público». Y es una gran verdad que, sin embargo, no parece ir en consonancia con la idiosincrasia española. Desgraciadamente, cuando todo esto pase, que pasará porque no hay mal que cien años dure, el aborregamiento de este pueblo que ha hecho del individualismo, a pesar de su inexistencia, el único derecho de una constitución que no conoce, volverá al endiosamiento de los Nadales, de los Amancios Ortegas y de los capos Florentinos. Porque aquí solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena.

Cada año, en alguna empresa que conozco dan una chapita, unos caramelos y unos lazos para celebrar el día de la mujer trabajadora. Cada año, en esa empresa, son obviadas solicitudes de conciliación familiar, son ignorados los casos de acoso baboso y en algunos casos hasta se niega el permiso obligatorio para acudir con los niños a consulta médica o a una reunión con el tutor del colegio.

Cada año, el gobierno de la Comunidad de Madrid, se pone un lazo rosa por la lucha contra el cáncer, mientras desmantela la sanidad pública, cierra plantas hospitalarias, y manda al paro o a la emigración a numerosos investigadores.

Todos los días del año, hay españoles dando las gracias a médicos y enfermeras por cuidar de los suyos y evitar que mueran de un cáncer o de un accidente de coche, y a la hora de la verdad, votan a aquellos que están haciendo que los sanitarios tengan contratos precarios, algunos de ellos encadenando contratos eventuales día tras día, casi sin derechos, sin antigüedad y sin condiciones de futuro. ¿Cuántos españoles acuden a las mareas blancas? ¿Cuántos defienden que su hospital de referencia no sea desmantelado?

Algunas de mis amistades pronostican que esta situación de pandemia y reclusión será el principio del fin del hijoputismo. Y creo sinceramente que se equivocan. Recuerdo cuando comenzó la estafa del 2008 como Sarkozi proponía refundar el capitalismo y lo que ocurrió fue justo lo contrario. Que el capitalismo se mudó a hijoputismo yendo todo a peor, convirtiendo la clase media en una clase al borde de la miseria, haciendo que el 1 % de la humanidad controlara el 99 % de la riqueza mundial, trayendo al primer mundo las condiciones laborales del mundo explotado en lugar de llevar las condiciones del primer mundo allí donde se explota a los seres humanos; y a una globalización que únicamente ha traído miseria general, beneficio para unos pocos y muerte y desolación en una inmigración contenida a la fuerza que malvive en campos de concentración a las puertas de Europa. Hasta ha traído el famoso bichito que nos ha llevado a esta situación en la que estamos.

Porque el hijoputismo, queridos lectores, existe porque nosotros no solo lo soportamos sino que somos partícipes. Nosotros somos los que estamos poniendo a caldo a Pablo Iglesias por asistir al Consejo de Ministros estando de cuarentena, mientras vemos con normalidad que la tele pública (y las privadas) nada más acabar la comparecencia del presidente del gobierno, conecten con el indeseable títere del egocéntrico Aznar, como si también fuera presidente de un gobierno en B, para difundir sus paparruchadas y sus indecencias verbales. Nosotros somos los que defendemos las estupideces que sirven para que miremos para otro lado en lugar de centrar el debate en los recortes, en el robo y en el expolio. Nosotros somos los que damos vida a esa sarta de miserables que en la rueda de prensa del Presidente del Gobierno estaban más preocupados por si él e Iglesias habían llegado a las manos que en las medidas económicas que se habían discutido para paliar los efectos de la inactividad laboral.

Nosotros somos los que hacemos con nuestro voto que los que tenían más de 100 millones de euros en Suiza, los de la Caja B, los condenados por corrupción, sigan dándonos lecciones de moralidad y lo que es peor, malgestinando administraciones que siguen quitando camas públicas, cerrando plantas hospitalarias, desviando pacientes a la privada, dando becas a los colegios privados, desmantelando los colegios públicos para dar concesiones a los concertados religiosos.

Nosotros somos los que seguimos haciendo y riendo chistes malintencionados sobre Echenique, Norauto y Desguaces la Torre, mientras le damos cancha a los indeseables fascistas, apoyamos sus mensajes xenófobos, echamos la culpa de nuestros males a los migrantes y hasta creemos teorías absurdas de que los niños migrantes son el ejército del mal para contagiar el virus.

Nosotros somos los que, unidos en un mal entendimiento de lo que debe de ser la solidaridad y el apoyo al gobierno, amparamos que, para tener un mando único en la lucha contra esta pandemia, haya que crear un problema que no teníamos con las autonomías, mientras se evita tomar medidas mucho más drásticas para que los contagios sigan produciéndose en los traslados, en el trabajo, etc. Si Abascal aplaude las medidas tomadas por el presidente del gobierno, es que algo en ello, no está bien.

Como dicen mis queridos compañeros, esta sería una buena ocasión para acabar con esta situación de injusticia social, de precariedad laboral y de mercados absolutistas. Pero, el Gobierno de Sánchez no ha explicado, a la hora de escribir esto, cuales son esas medidas económicas que van a tomar para apoyar a los más desfavorecidos, como los sanitarios precarios que empalman un contrato temporal tras otro, como el resto de trabajadores precarios que perderán su trabajo por el parón económico y por el comportamiento de los de siempre que, aprovechando que el Arlanzón pasa por Burgos, se van a quitar de encima a los empleados incómodos. Porque, si seguimos el comunicado que el gobierno hizo nada más acabar el Consejo de Ministros del viernes, los beneficiados serán como siempre, las grandes empresas del Ibex, las multinacionales, los grandes empresarios hosteleros y compañías aéreas. Deberían tomarse medidas para que los trabajadores que no puedan pagar sus cuotas hipotecarias no sean desahuciados. Deberían tomarse medidas para condonar las cuotas de la Seguridad Social a aquellos autónomos como los taxistas o los dueños de los bares que no puedan hacer frente a ellas por la falta de trabajo. Deberían establecerse subsidios de paro especiales para aquellos trabajadores que han sido despedidos como consecuencia de la inactividad laboral. Deberían excluirse por decreto todos los conciertos sanitarios que derivan pacientes a la privada y obligar a la apertura inmediata de todas las plantas cerradas de hospitales públicos y a la contratación del personal sanitario necesario para que el servicio sea prestado con eficacia y universalidad.

Todos los años el estado invierte cientos de miles de euros en material militar que no sirve para nada y que, como explica Luis Gonzalo Segura en este artículo es el germen de las corruptelas en el ejército. Mientras, los gobiernos en manos de los populares, arropados por los fascistas de Abascal y por los indeseables de Arrimadas, destruyen la sanidad pública desviando presuntamente fondos para sus campañas.

Por último, démonos cuenta de que los adoradores del hijoputismo, esos que siempre se mofan del estado llamándolo “papá estado”, esos que proclaman que lo privado siempre es mejor que lo público y que el estado debe desaparecer porque es el propio mercado el que regula, ante el menor problema, acuden raudos a solicitar que el gobierno tome medidas para evitar el desastre, que la sanidad pública se haga cargo de la cuenta sanitaria de la pandemia y que el estado destine el dinero de unos impuestos que ellos eluden como pueden, para ayudarles porque resulta que no es el mercado el que regula sino la política del amiguismo, el cohecho y el tráfico de influencias.

De esta pandemia vírica saldremos. De lo que me no me queda ninguna duda es de que, a pesar de que saldremos gracias a lo público y al personal que trabaja para lo público, el pueblo seguirá infectado por el virus del consumismo, del individualismo y del hijoputismo acérrimo.

Salud, feminismo, RESPONSABILIDAD, república y más escuelas (publicas y laicas).

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