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Paisaje después de la batalla electoral

Las próximas elecciones legislativas en España, convocadas para el 23 de julio, servirán para confirmar si se consolida el giro a la derecha operado este 28 M y para comprobar si la izquierda será capaz de rearmarse en términos políticos y estratégicos para hacer frente a las mismas

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análisis

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El presidente de Cantabria, Miguel Angel Revilla, al analizar los resultados de la jornada del 28 de mayo, hablaba que se había producido un “tsunami” político. Razón no le faltaba a este viejo zorro de la política cántabra porque los resultados han sido rotundos y contundentes, en el sentido de que la izquierda que gravitaba en torno a Podemos e Izquierda Unida casi ha desaparecido del mapa, Ciudadanos ha sido fagocitado por el Partido Popular (PP), dejando en el camino 2.400 concejales y casi 1,7 millones de votos, y el PSOE pierde 400.000 votos, casi 2.000 concejales y una buena parte de su poder autonómico y provincial.

En lo que respecta al PP, sube dos millones de votos, consigue tres mil concejales más, gobernará en todas las autonomías más pobladas, a excepción de Cataluña, y se sitúa tres puntos porcentuales por encima -31% frente al 28% del PSOE- de los socialistas. Con esta fuerza implantación territorial, tanto a nivel local como autonómico, los populares enfrentan las generales con muchas posibilidades de ganarlas  y obtener una gran presencia parlamentaria, quizá insuficiente para la mayoría pero sí para gobernar con otras fuerzas, sin descartar incluso algunos partidos nacionalistas.

La otra fuerza ganadora de la jornada es VOX, que pasa de 530 a concejales a casi 1.700 y  duplicando los más de 800.000  votos obtenidos en el 2019 al alcanzar el 1.600.000 este 28 M. Su raquítico porcentaje electoral, algo más del 7%, es debido a que su implantación local es todavía muy desigual y solamente concurría en 2.000 de los 8.000 municipios españoles. En las generales de noviembre de 2019, Vox llegó a 3,6 millones de votos y 15,2% de los sufragios y todas las encuestas auguran que de haber elecciones ahora mismo obtendría entre el 12 y el 15% de los sufragios, es decir, que su fuerza parlamentaria sería determinante para que el PP pueda formar gobierno, quedando la duda si los populares gobernarían solos o en coalición.

Bildu arrasa, PNV baja y otros nacionalistas se estancan

Otra de las fuerzas ganadoras del 28 M, sin necesidad de usar más eufemismos, es EH Bildu, centro de la campaña electoral al incluir en sus listas a 44 antiguos etarras, y que supera ya en votos al PNV si sumamos los sufragios recibidos en Navarra por este partido heredero directo de la histórica Herri Batasuna. Bildu sube en votos, pasando de los 348.000 del 2019 a los 366.000 actuales, en concejales, obteniendo 1.399 frente a los 1262 del año 2019, y aumenta espectacularmente en todas las capitales, habiendo ganando sorprendentemente en Victoria, antaño feudo del PP, y quedando en segundo lugar en San Sebastián, Pamplona y Bilbao.

Elección tras elección, el PNV siente más cerca el final de su poder hegemónico y determinante en la sociedad vasca. El 28 M, además, el PNV ha perdido 80.000 votos, 70 concejales y su carácter de primera fuerza política en la sociedad vasca si contamos con los resultados de Navarra. Visto este escenario postelectoral, no es descartable que un futuro Bildu supere al PNV en unas elecciones autonómicas y que se acabe convirtiendo en una verdadera alternativa de gobierno.

El resto de las fuerzas nacionalistas, como ERC y Junts per Catalunya, agrupadas en esta ocasión bajo otras siglas, obtienen unos resultados que muestran que el voto nacionalista se estanca y que el discurso soberanista ha tocado techo, incapaz de movilizar nuevos electores a su causa. Incluso ERC pierde concejales en casi toda Cataluña y el PSOE consigue ganar en tres de las capitales catalanas, Tarragona, Girona y Lleida, dando nuevos bríos y energías al bloque constitucionalista en Cataluña. Solamente la victoria de Xavier Trías en Barcelona, por delante de Colau y el PSC, parece haber dado  ánimos a los independentistas, aunque ERC quedó en un deshonroso cuarto lugar en esta ciudad.

Debacle socialista

Los socialistas, pese a la carrera de despropósitos y garrafales errores de sus socios de Gobierno a lo largo de estos años, han aguantado el tipo mucho más de lo esperado y lo que auguraban algunas encuestas, incluso ganando en Asturias, Extremadura y Castilla La Mancha, una de las pocas comunidades autónomas donde seguirán gobernando el PSOE. Sin embargo, el PSOE pierde en seis de las ocho comunidades autónomas en las que gobernaba, quedando en manos del PP todas ellas, y queda reducida notablemente su presencia en varias importantes ciudades y grandes municipios. No existe parangón para una debacle socialista que deja el poder territorial del PSOE bajo mínimos, después de supeditar toda su política autonómica a los dictados delPSC, y sin ni siquiera rentabilizarlo en Barcelona.

El máximo líder socialista y presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, ha preferido convocar elecciones para el 23 de julio antes de que la sangría sea mayor y al menos se garantice el monopolio de la izquierda y una presencia parlamentaria potente para ejercer la oposición ante un previsible cambio de gobierno. Con más de seis millones de votos y 28% de los sufragios, el PSOE cuenta con una sólida base para enfrentar los próximos comicios, aunque la desunión de la izquierda y su desaparición política en una buena parte de España le colocan en un posición realmente adversa para conformar una fórmula de gobierno con sus actuales socios.

De cara a las generales, ya desaparecida la marca política y electoral de Ciudadanos, el PP no lo tiene tan fácil y es casi más que seguro que no obtendrá la mayoría absoluta, como le ha pasado en varias comunidades autónomas, donde tendrá que pactar con VOX u otras fuerzas. La gran duda radica en si la suma de ambos lograría la ansiada mayoría absoluta que ansían los populares; un resultado por debajo de los 175 escaños para la coalición PP-VOX dejaría al PP ante un escenario muy incierto, debido, sobre todo, al rechazo que estas siglas generan entre las formaciones nacionalistas vascas y catalanas. Pese a todo, la gran diferencia de votos entre populares y socialistas, 800.000 votos, ponen en una buena posición de salida al PP de cara al 23 de julio.

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