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Padrenuestro

Francis López Guerrero
Francis López Guerrero
Profesor de lengua y literatura.
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análisis

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   Acuérdate de tu padre, Aquiles, semejante a los dioses

Te lloro un ratito todas las tardes. Me sienta bien. Te lloro un ratito por las mañanas antes de iniciar el día como un rezo inocente porque sé que es tan verdad como el sol que me va a dar en la cara al salir a la calle. No me gustan los aniversarios ni las flores que duelen porque rompen el hilo de la eternidad y convocan otra vez a la muerte. Busco tu rostro amado volando a la región donde nada se olvida y me arropo con tu voz atronadora capaz de asustar al propio miedo. Luego dejo que el silencio me atrape sin piedad y se desahogue conmigo. Nunca lo dejamos hablar, viejo amigo.

Leo la prensa como tú lo hacías, sin detenimiento y escéptico. Porque, es cierto, siempre dicen lo mismo sin decirlo: los pobres serán cada vez más pobres y los ricos no paran de enriquecerse. El periodismo es un juego repetitivo y aburrido y la actualidad ha sido sustituida en las crónicas por la palabra deshonestidad. Y el fútbol, nuestra pasión, es un sueño pálido. Se ha hecho mayor y se ha vuelto codicioso del vello púbico a las ideas. Ya no patea como un niño ilusionado ni te tiene a ti protegiéndolo atento delante de un viejo transistor de radio. El mejor gol es el que tú das. La mayor victoria está en los otros y el infierno está en la huida.  Sin haber leído a Octavio Paz -ni falta que te hacía- tú lo sabías y diste todos los goles. La grandeza es siempre anónima y cotidiana como una merienda a tu lado.

El tiempo que nos damos es indestructible. Te lloro un ratito en el trabajo sin que me vean, con una lágrima furtiva que viene de lejos y que me rueda como tu risa por los surcos de la piel, pero sé que querrá quedarse a vivir en el alma. A la intemperie no es lugar para la vida y la memoria. Te lloro un ratito en la alegría. Y la alegría me mira interrogante a los ojos y sabe que tiene que admitirte. Nuestro desnudo es irrenunciable. Te lloro un ratito de madrugada contra el olvido que seremos. Cuando las criaturas sufren sin testigos y los astros tiemblan por los viejos que se van a morir en soledad.

Te lloro un  ratito todas las noches, sobresaltado, de las sombras a la luz y de la luz a las sombras. No sé hacerlo de otra manera. Me he vuelto elemental y primario. Me calza la tierra. Me peina el aire. Me consuela el agua. Me quema el amor y no sé decirlo. Me he vuelto sencillo como tu mirada de cachorro resignada pero tierna frente a la enfermedad. Te lloro un ratito, puede que a cada momento, ya sin saberlo, como un antiguo rito. Me sienta bien y me recuerda que no nos quedamos solos. Ni tú ni yo. Así en la tierra como en el cielo.

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