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Pacto de Transición 75-78. Humo de democracia hacia una democracia de humo

Jaime Company González
Jaime Company González
Abogado Colegiado en el Ilustre Colegio de Madrid desde 1996 Especialista en Derechos Fundamentales Civil, Laboral y Penal.
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análisis

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Los vicios ocultos suelen aflorar, primero en cuanto a los efectos varios que perturban la construcción,  y en las etapas de mayor evolución  hacia su visibilidad, de forma que aunque pueden no comprometer la estética, sobre todo cuando hay un exceso ornamental, sí suponen un menoscabo de seguridad, funcionalidad y  estabilidad, y   en ocasiones de todas ellas. Debería resultar utópico enmascarar la gravedad constructiva, pero hay expertos en la materia que con tal de vender y permanecer en el mercado realizan auténticas obras de ingeniería para prorrogar al máximo el ocultismo, que  trasladado a los secretos oficiales, se garantiza por ley  hasta cincuenta años.

En España, con carácter general, se ha mostrado orgullo de la etapa de transición de la dictadura a la democracia, incluso somos ejemplo  internacional de lo ordenados, pacificadores y respetuosos que fuimos para superar enfrentamientos, sin embargo el tiempo ha aflorado el vicio y ya no se puede engañar a nadie a perpetuidad, porque la democracia en España, señores, se abortó en el momento de su concepción y no voy a decir al intento porque el concepto no lo permite.

Llevamos décadas de engaño y fraude, porque en  el pacto se  pudo tener buena intención, no estábamos allí para analizarlo in situ, pero probablemente la transparencia no se mantenía en todos los negociadores, sobre todo en  los que aparentaron ceder todas las  prebendas del régimen al sistema democrático y acabaron por compartirlas con los otros, para crear un sistema donde la protección máxima es la suya, y ese fue el resultado, al que desde luego no se le puede denominar democracia.

Durante todos estos años se ha venido trasladado la imagen y apariencia de  una institución democrática  de  derechos y libertades que se dicen proteger,  pero no se protegen en absoluto cuando se enfrentan y  comprometen los de cualquiera de nosotros con  los derechos y libertades de los  del pacto, sus afines y amigos de conveniencia, mantenimiento y  favor. Esto es, en el pacto se  reservaron “el derecho de favor”, a través del control de los tres poderes, dos en alternancia bipartidista, legislativo y ejecutivo, en el juego de las urnas, y otro con una sala de mandos  común, el judicial, que al fin y al cabo es el último eslabón de la red de perversión para que todo siga según lo previsto en aquel acuerdo de humo, de ahí la obsesión sobre su órgano de gobierno, y sobre los nombramientos.

Llegados a este punto y sin entrar en detalle respecto a  la declaración de intenciones del preámbulo del texto constitucional de 1978, que no pasaron de eso, de  intenciones, al quedar  viciadas precisamente por no haber vertido todas y cada una de las prebendas de parte de los negociadores al sistema  para que se diluyeran en la igualdad del artículo 14,   no sólo organizaron el engaño, sino que lo pusieron por escrito en el  artículo 1.1, al decir que España se constituía en un Estado social y democrático de derecho, con los valores superiores de su ordenamiento jurídico, libertad, justicia, igualdad  y pluralismo político, adornándolo en el 1.2, en el   que se dispuso que “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del estado”, lo cual se ha traducido en que nos permiten votar, para después incumplir, traicionando al votante y la soberanía, confundiendo a todos los vulnerables con que existe democracia porque se vota, es decir, y para sintetizar, el fraude e incumplimiento del artículo 1.2 de la Constitución anula la propia constitución del estado español, como social y democrático de derecho,  y todo lo demás es ornamento, apariencia y humo, humo de democracia, para una democracia de humo. No hay peor dictadura que una democracia aparente.

Tras una noticia del diario El Mundo, en el que el titular reflejaba las siguientes palabras del líder de Populares, “El PSOE no es un partido corrupto, no tengo ningún interés en ver a Griñán entrar a prisión”, leía hoy a Alvise en su canal de Telegram, en el que  comentando la noticia precisaba:  “ Feijoo sabe que el caso ERE constata una estructura  en el PSOE igual de mafiosa que en el PP, y prefiere abrir las puertas a permitirle indultos a Sánchez a cambio de facilitar las cosas en los casos del PP”.

Y aquí cabe preguntarse, ¿Es esta la evolución hacia la visibilidad de los vicios  del pacto constitucional? La avería es cada vez más notoria, los vicios ocultos ya han salido a la luz, cada vez resulta más patente que  Feijoo ha venido a tratar de apagar el fuego de esa notoriedad de perversión del sistema durante décadas, la misma  que Casado y Sánchez han puesto en un escaparate que se ve con claridad aunque apaguen la luz, llegando a pactar nombres, incluso con escándalo,  para el Tribunal Constitucional sin ni siquiera ruborizarse.

Ese pacto para el Tribunal Constitucional  fue radiografiante de lo que realmente acontece, tanto  que Cayetana Alvarez de Toledo rompió la disciplina de voto y no participó del circo de nombramientos,  que para mí, tras haber visto como determinados sujetos se movieron en un caso judicial para destrozar la verdad y  proteger a los corruptos,  ha sido el culmen y punto y final de la apariencia democrática  y ha supuesto  mi total convencimiento respecto a que en nuestro país   no siempre hay libertad, y esta  conclusión me  resulta indudable cuando he  observado con claridad que gobierno y oposición han sido capaces de poner al lobo al cuidado de las ovejas.

Desde fuera de España los que nos veían como una democracia plena, ahora nos catalogan como una democracia defectuosa, aunque hay que decir que fallaron entonces y   siguen errando ahora estrepitosamente, por falta de análisis y contraste, ya que en  este país, y con todo el dolor de mi corazón y a buen seguro del de millones de españoles, no existe una democracia, y mucho menos la soberanía reside en el pueblo.

Lo que dice Alvise, ¿no?, pues eso.    

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