Pablo Casado: un día moderado, al siguiente ultra

La exposición del líder del PP ante los barones territoriales, en la que ha apostado una vez más por ocupar el centro político, no ha gustado al sector duro del partido encarnado por Cayetena Álvarez de Toledo

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Pablo Casado en el Congreso de los Diputados
Pablo Casado en el Congreso de los Diputados

¿Qué está pasando en el PP? ¿Han resucitado las viejas luchas entre aznaristas y marianistas, entre duros y moderados? Quizá la clave esté, una vez más, en un líder voluble y poco fiable como Pablo Casado. El presidente popular tan pronto se sube a la tribuna de oradores de las Cortes para batir su propio récord de insultos contra Pedro Sánchez como saca su lado más comedido, cuqui y centrista. Ayer mismo, durante una reunión con sus barones territoriales, dejó a todos atónitos al asegurar: “No voy a liderar un PP bronco y desestabilizador sino un PP centrado y firme”.

A escasos metros, escuchándole atentamente con cara de desagrado, estaba la gran hincha de la barra brava argentina, Cayetana Álvarez de Toledo, emblema del hooliganismo heavy neocon. ¿Qué habrá pensado la portavoz parlamentaria tras escuchar que su jefe se sosegaba y ablandaba hasta parecer un sensible podemita vegetariano y pacifista? Ella no ha cruzado el charco para perder el tiempo con melindres, ya lo ha dejado caer varias veces. Si el partido empieza a marianizarse otra vez, si retorna el viejo manual del Maricomplejines y las naderías de la derechita cobarde ella hace las maletas y se vuelve de inmediato para Oxford. O regresa a la radio con Federico, que ese sí es un tío de verdad, un macho alfa que se viste por los pies y no se arredra ante nada ni ante nadie.

No, no debieron gustarle a Cayetana los titubeos ideológicos de ayer, ni que Casado diera muestras de flaqueza cuando tocaba defender a tope la falangización del partido. Desde que se puso delante del espejo en aquel cuarto de baño VIP, con los puños apretados y el gesto constreñido para hacerse el estadista, el gran héroe nacional, Casado ya no parece el mismo. “Moderación y centro”, dijo ayer durante su intervención. ¿Moderación y centro? Cayetana Álvarez de Toledo, como todo argentino, lleva dentro de sí un psicólogo y esas palabras no debieron pasarle inadvertidas. Aquello le sonó sin duda a renuncia, a derrota, y por ahí no. Comprobar que el candidato de su partido va camino de bipolar, de una especie de doctor Jekyll y Mister Hyde que un día dice una cosa y al siguiente su contraria, debió resultarle cuanto menos preocupante. Y ahora encima, para colmo, va y le coloca a la estatuaria Ana Pastor como competidora directa y candidata alternativa. Esa moderada insustancial. La maniobra de Casado consistente en designar a la exministra para representar al PP en la Comisión de Reconstrucción del país, contentando a los pusilánimes marianistas, le ha olido a cuerno quemado. Esa traición nunca la habría llevado a cabo un hombre de ley, un auténtico vaquero como su admirado Aznar, que cuando regresaba crecido del rancho de Bush en Texas debía provocar en Cayetana una visión mística tan poderosa que le hacía tocar el cielo y sacudir la tierra. Hoy todas las encuestas apuntan a un estancamiento electoral del PP, algo que no es normal con la que está cayendo en esta pandemia. Si 30.000 muertos no son suficientes para desgastar al Gobierno y llegar a la Moncloa es que algo no se está haciendo bien en Génova 13. Y ahora Casado le sale con el viejo rollo del centrismo, el giro a la moderación, la milonga de Rajoy que llevó el partido a la ruina. A alguien como ella que solo cree en el populismo trumpista las muestras de tibieza y templanza la dejan con un mal cuerpo que para qué.

Flaquea el jefe, Vox se consolida, el Gobierno de izquierdas resiste y Núñez Feijóo se hace fuerte en su taifa gallega. Mal escenario para la historiadora y tertuliana del ala ultra popular. “No se puede gobernar contra media España pero tampoco se puede hacer oposición contra la otra media. Debemos dar visibilidad a la España razonable y moderada. Debemos liderar una mayoría centrada que no quiera hacer cosas contra nadie”, insistió Casado en un nuevo ataque de cordura y preocupante conservadurismo clásico. Cuando Cayetana escuchó aquella desapasionada homilía, debió parecerle que no hablaba un líder fuerte y aguerrido sino la Madre Teresa de Calcuta, el Padre Ángel que cada día parece más rojo y podemita, el propio papa Francisco. Sin duda, el jefe no se ha dado cuenta aún de que los vientos de la historia soplan a favor de la extrema derecha en todo el mundo. Álvarez de Toledo está convencida de que por la senda de la moderación no se va a ninguna parte, más que a otro descalabro en las urnas y al sorpasso de Vox. ¿Para eso ha estado ella insultando a todo quisqui en el Parlamento? ¿Para eso ha aparentado ser más franquista que la Collares? ¿Para qué ha servido jugarse la carrera a una carta en una querella con el “hijo del terrorista” del FRAP? Todo para nada.

Después de la reunión de ayer, la señora marquesa debió hablar con Aznar para exponerle su malestar. Ella no ha venido a España para esto. No ha renunciado a las regatas de Oxford y Cambridge, ni a los tés de las cinco en punto de la tarde con los lores ingleses, ni a las cacerías de zorros para terminar así. O la cosa se endereza, o el PP se endurece y vuelve al momento requeté, franquista y de las JONS, o ella se vuelve derechita para su casa. Proyectos fachas los hay a porrillo en todo el mundo y en una de estas hasta termina llevándole la Biblia a Donald Trump. Ese sí que no falla porque es todo un tiorro.

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