Pablo Casado y Albert Rivera se unen a los independentistas para provocar el adelanto electoral

Los Presupuestos Generales del Estado presentados por el Gobierno de Pedro Sánchez han sido tumbados gracias a la unión de los partidos independentistas catalanes con Pablo Casado y Albert Rivera. Esto es un hecho que cada cual deberá explicar.

El populismo del Eje de la derecha española ha quedado demostrado con este movimiento. Mientras el domingo se manifestaban apenas cincuenta mil personas en la plaza de Colón para protestar por unas supuestas negociaciones abiertas por el Ejecutivo, algo que es absolutamente falso y una maniobra más de los distintos aparatos de propaganda de la Triple Entente Casado/Rivera/Abascal.

El rechazo a los presupuestos por parte de los dos principales partidos conservadores representados en el Congreso de los Diputados se puede entender desde un punto de vista ideológico: ni Rivera ni Casado están a favor de que el Estado ofrezca sus recursos a las clases sociales más necesitadas. Más bien al contrario, su idea de gobierno pasa por favorecer a las élites y por la privatización de los servicios sociales, es decir, la anulación del Estado del Bienestar.

El voto en contra de los independentistas pasa, evidentemente, por la anteposición de los intereses del nacionalismo al general, pasando por encima, evidentemente, de las necesidades reales del propio pueblo catalán.

Sin embargo, ni Casado ni Rivera han despreciado los votos de Esquerra ni del PdCat. Con la imposibilidad de aprobar los PGE están más cerca de lograr el objetivo de que Sánchez convoque elecciones cuanto antes porque, en sus cálculos electorales, piensan que la situación actual llevará a unos resultados en las generales en el que se podría reeditar el acuerdo a tres —el «trifachito»— que ha llevado a Juan Manuel Moreno Bonilla a la presidencia de la Junta de Andalucía. Este cálculo lo hace, sobre todo, Casado, que, viendo la hemorragia de voto que se le está yendo al PP por la radicalización de su discurso, piensa más en pactos postelectorales que en intentar ganar los comicios.

Por otro lado, ¿le interesaba más a un sector del independentismo la aprobación de los presupuestos o una convocatoria electoral inminente que pudiera llevar a la derecha del 155 al poder? Como ya indicamos en Diario16, existe una parte del soberanismo catalán que se sentiría más a gusto si en la Moncloa hubiera un inquilino más propicio a los hechos consumados por la fuerza que al diálogo. A lo largo de todo el desafío, desde el año 2012, cada vez que había un desencuentro entre los dos principales partidos independentistas, ahí estaban Rivera, Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, Albiol, Arrimadas o Casado para realizar declaraciones que los volvían a unir. Por no hablar del Jefe del Estado quien, dos días después del referéndum del 1-O, realizó un discurso de corte nacionalista que sirvió para afianzar al movimiento soberanista.

La unión del nacionalismo españolista y el catalán demuestra que ambos no se basan en ideologías o en la búsqueda del interés del pueblo sino en generar la situación perfecta para mantener el enfrentamiento que tan buenos réditos electorales les parece estar dando.