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Oxímoron liberalismo

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análisis

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-Sssssssss… ¡No hagáis ruido!

Una bandada de tordos y gorriones que estaban acogidos durante la noche en la vieja chopa, salen despavoridos en cuanto les llega la onda del ruido. Las palomas amodorradas en sus nidos del palomar, arrecian las alas para escapar por la tobera. El silencio de una noche tan oscura que ni siquiera los búhos parecían acechar en las copas del viejo roble, es roto por el aleteo incesante de aves que, sorprendidas por el crujido de una tabla que Luis ha roto al caer desde la tapia, inician una fuga masiva de sus refugios.

Los perros de la casa cercana a la huerta de los frailes, comienzan a ladrar incansablemente. Otros perros cercanos se unen al coro de aullidos. La primera luz se enciende en la casa de Odalberto. Tras el primer fanal, otros aledaños van surgiendo como si alguien hubiera activado un interruptor secuencial. Antes de encenderse la primera luz, tras una de las ventanas de la casa de Odalberto, su mujer Sancia, de dormir liviano, observa a oscuras, tras escuchar los primeros ladridos, el recinto amurallado de la huerta comunal. Pronto distingue dos sutiles puntos de luz junto al enorme chopo que crece en una de las esquinas de la huerta y de dónde salieron los pájaros. Parecen linternas. Ella es la que da el aviso a su marido Odalberto, que a pesar del ruido y de la baraúnda canina, duerme tranquilamente.

Odalberto se asoma a la ventana y grita:

¿Quién anda ahí?

Rápidamente las luces de las linternas quedan inmóviles primero, para desaparecer rápidamente después, por el exterior de la barda. Un error del patoso Luis, ha desmotando la operación de arrasar la huerta comunal.

No es la primera vez. Desde que Mádoz publicara su Real Decreto el 3 de junio de 1855, e intentara volver a subastar, de nuevo, la antigua huerta del convento de Santiago, que había sido adquirida por los vecinos de Sorroval pocos años antes conforme a lo establecido en el RD de Mendizábal, los intentos de que Monasterio y huerta volvieran a manos más adecuadas con las muy cristianas, nobles y leales tierras de Castilla, habían sido múltiples. Pero los vecinos propietarios se mantuvieron firmes en cada ocasión, primero demostrando que, aunque la huerta había sido comprada por todos los vecinos para uso comunal, no era propiedad municipal, sino particular de los adquirentes. Así había sido siempre, a pesar de los nuevos acosos con cada cambio político. El más cercano a conseguir quitarle la huerta al pueblo llegó con la dictadura de Primo de Rivera en 1923, pero no fue hasta Octubre de 1936, cuando el golpe de estado estaba consumado y a base de fusilamientos se acabó con la armonía vecinal cuando Mauricio el falangista, tomó la huerta como propia. De este modo, durante los siguientes sesenta años, hasta junio de 1999, Mauricio, sus hijos y sus nietos después, trataron el terreno como uno más de su propiedad intentando incluso, con el boom del ladrillo, pegar el pelotazo convirtiendo la rica tierra de la antigua huerta de los monjes en una urbanización de chalets adosados. Fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de algunos vecinos de la villa. No querían ver como, tras una interminable reclamación administrativa, un terreno comunal se convertía en un erial de hormigón y casas horribles. Al fin, tras una lucha vehemente en los tribunales, se había logrado que los terrenos se devolvieran a sus legítimos dueños. La jueza sentenció que, como muchos de los antiguos vecinos ya no tenían descendientes conocidos en la villa, el cercado pasara a ser administrado por el ayuntamiento en usufructo.

Desde que eso sucedió, los nietos de Mauricio que ahora componen ocho familias, han estado insistiendo, a pesar de la sentencia judicial, en su derecho a explotar la finca en solitario. Y así ha sucedido siempre que ganan el ayuntamiento. Mientras que en las legislaturas del 2003-2007 y ahora desde hace ya siete años, el terreno es cultivado por una veintena de familias adjudicatarias en virtud de la no posesión de otras fincas dónde cultivar hortalizas.  Pero, en cada ocasión en la que el terreno hortícola está fuera del alcance de los “falangistas”, suceden hechos extraños. En 2005 se produjo un insólito caso de cólera en la villa. El pozo del que sacaban las aguas del riego de la huerta de los monjes, se había llenado de purines.  Vaciado el pozo, sacaron casi trescientos kilos de lodo en el que aún se podían ver restos de paja.

En 2014, en dos días se secaron todas las plantas. No se pudo demostrar que fuera por vandalismo pero la huerta olía a herbicida.  En 2017, una noche alguien le hizo un siete a la tapia, en la parte dónde se situaba el antiguo convento donde la barda era de adobe en lugar de piedra. Dos días después, los corzos y los conejos, se habían comido las tres partes de los brotes tiernos de tomateras, pimientos, lechugas y hasta las matas de patata.

Desde hace siete años, no hay día en el que algún nieto o bisnieto del falangista Mauricio, le reproche a alguno de los arrendatarios hortelanos que son unos ocupas y que están usurpando la tierra que es suya por derecho. A pesar de que nunca tuvieron título de propiedad, de que su abuelo ocupó las tierras a base de fusilamientos y miedo y de que durante más de un siglo, otros han cultivado allí sus hortalizas.


Oxímoron liberalismo

Leía el otro día en La Vanguardia que Jaime Malet, presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en España (yo desconocía que llegáramos a ese nivel de colonización americana), cree que para que la economía española pueda «reinventarse» cuando pase la pandemia, serán necesarias grandes inversiones de dinero público en sectores como la salud o la atención a los mayores, pero gestionado privadamente.

La misma receta de los mismos de siempre para llegar de nuevo, dentro de en unos años, al mismo lugar en el que nos encontramos ahora: de los 20.000 muertos por Covid-19, 6.444 son ancianos que vivían en residencias (1 de cada 3). El 93 % de ellos estaban en asilos privados. El colmo se lo lleva la residencia de ancianos del grupo Vitalia Leganés con 96 fallecidos en el mismo negocio, y un millón de euros de beneficio con 3 de cada 4 euros de ingresos inyectados desde la Comunidad de Madrid con dinero público para financiar plazas concertadas (Fuente: Infolibre).

El capitalismo se convirtió en hijoputismo en el momento que los cafres de la nueva ola fascista (como los Tea Party) marcaron los objetivos a los que elevaron al trono del poder como Reagan y Thatcher, aduciendo que el hombre no es un ser con derechos sino una mercancía más. Lo que ahora llaman liberalismo es el culmen de un comportamiento inhumano en el que prevalece el interés particular sobre todas las cosas y por supuesto la economía de los explotadores sobre todo lo demás. Este hijoputismo, en teoría predica la liberación de lo que definen como yugo del estado. El propio mercado es el que, según ellos, todo lo regula sin que tenga que intervenir para nada un estado al que minimizan, ridiculizan y arrinconan a un papel inoperante, negándose a contribuir como ciudadanos dentro de la sociedad con la teoría de que los pobres lo son por decisión propia, auspiciando la anarquía tributaria porque, según sus teorías iluminadas, ellos no deben contribuir con sus ganancias a nada que tenga que ver con derechos humanos como sanidad, educación, vivienda o asistencia social. Esos son privilegios accesibles solo si puedes pagarlos. Sin embargo, esta pandemia y la estafa del 2008 han demostrado que en realidad estos charlatanes de pacotilla solo buscan el escaqueo fiscal y apelan al estado todopoderoso con el primer síntoma de pérdida de beneficio, haciendo que sea este el que asuma todos los riesgos del mercado y todas sus pérdidas, sacándoles las castañas del fuego de su propio hijoputismo, de su no saber hacer y de su falta de moralidad.

En España, además de contra este pensamiento amoral, luchamos contra un cáncer social de una plutarquía que lleva haciendo lo que quiere desde que la sociedad entró en la historia moderna. Mientras en la vieja Europa triunfaba el reformismo luterano porque las imprentas estaban en manos de los clérigos reformistas, aquí, seguíamos escribiendo libros a mano y en latín y todo se ocultaba en la oscuridad divina de iglesias y conventos, y bajo el yugo de una nobleza que mataba de hambre al pueblo porque siendo dueña de casi la totalidad del territorio del estado, solo visitaban para arrancar de las troneras lo que la plebe cosechaba. Mientras que en Francia se guillotinaban reyes absolutistas y se abrían ventanas para que entraran derechos y libertades ciudadanas, aquí expulsábamos a los que traían el aire nuevo de la libertad y volvíamos al olor ocre y a la caspa, restituyendo en el trono a un mastuerzo corrupto, sátrapa, egoísta e inútil y llamamos guerra de la independencia a que el clero, los nobles y los hidalgos, siguieran viviendo a cuerpo de rey sin pegar palo al agua mientras el pueblo seguía en la ignorancia, en la miseria y en la indigencia social.

En España aún tenemos que luchar por desterrar a los que se creen mejores por derecho divino. A los que viven del cuento sin haber pegado un palo al agua en toda su existencia, pero dan lecciones a los demás de cómo hay que ganarse el pan. Los que llevan CERO días cotizados a la Seguridad Social en 43 años de militancia en la vagancia, los que según el juzgado han sido agraciados con una titulación y un máster, pretenden darnos lecciones a los demás de cómo hay que vivir, de cómo hay que estudiar y de honradez y honorabilidad. Nos hablan de esfuerzo los que en su puñetera vida han sudado ni siquiera en la sauna. Nos advierten de los males de tener una sociedad subsidiada los que enchufan a los amigos y conocidos a la red del dinero público mientras defienden que lo excelente es lo privado. Los que sin lo público, y en un sistema de igualdad, no podrían ser ni mendigos porque hasta para pedir hay que trabajar y solo son capaces de adueñarse de lo que no es suyo escudados en las prebendas y en las leyes que aprueban para su propio beneficio. Nos hablan de patriotismo y orgullo nacional y reclaman España como suya, los que están cubiertos de corrupción, se llevan el dinero a Suiza o a paraísos fiscales y nos venden con acuerdos internacionales que favorecen intereses extranjeros como el TTIP o el CETA .

Hay una clase dominante en este país que siempre ha negado el trabajo como bien, que siempre lo ha considerado denigrante y cosa de pobres. Estos son los que urdieron y financiaron el golpe de estado del 36. Los que han sumergido a este país en el subdesarrollo intelectual, industrial y social desde la Edad Media. Los que siempre aconsejan a los demás, lo que ellos no quieren para sí y los suyos. Los que están en contra de lo público pero cobran entre salario y dietas (que no les corresponden) en un solo mes como diputados, senadores o consejeros en una empresa pública, lo que un asalariado medio en un año.

Son los que intentan por todos los medios evitar que haya gente en el gobierno que luche a favor de los trabajadores, que se declaren abiertamente republicanos y que hagan políticas en las que, como dice la Constitución que tanto mientan y tan poco respetan, los que más tienen, más contribuyan al sostenimiento de lo que es de todos. Son los que están en contra de que el gobierno emplee dinero público en el llamado salario vital para que los más desfavorecidos puedan al menos comer, pero sin embargo son los primeros en acogerse al dinero público que el estado pone encima de la mesa para que las empresas que lo están pasando mal puedan subsistir. Dinero al que con unos beneficios de 2.700 millones no se debería poder acceder. Dinero al que con 64 millones de euros de beneficio en una empresa del sector inmobiliario virtual tampoco se debería poder acceder.

Cuando empezó todo esto de la pandemia vírica todo el mundo decía, como con la estafa bancaria del 2008, que deberíamos cambiar. Que esto no podía seguir así. Ahora que empezamos a vislumbrar una salida al confinamiento obligado, lo que vengo observando es que hoy, como entonces, el ser humano se vuelve peor, más egoísta y no aprende nada. Si aquella estafa nos llevó al aumento general de la pobreza, el empeoramiento de las condiciones de vida, a la pérdida de derechos laborales y sociales y hasta que la esperanza de vida haya comenzado a ser regresiva, hoy estamos ante un peligro severo de un nuevo estallido fascista que acabará no solo aumentando la pobreza, denigrando la vida para la mayor parte de la sociedad, sino que además traerá tiranía política, represión y muerte.

La TV y los grandes medios de manipulación informativa son culpables de inocular e incubar el fascismo en las personas. Solo hay que ver el comportamiento de algunas acciones policiales y sobre todo de los que aplauden desde las ventanas. Las cloacas, las Fake News, la deriva hacia el nacionalismo español son los medios de transmisión del odio. Odio del que surge y se alimenta el fascismo.

Ahora más que nunca,

Salud, feminismo, república y sobre todo más escuelas públicas y laicas.

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