Es triste reconocerlo, pero la corrupción le ha doblado el pulso a la democracia, los numerosos casos que han aparecido están teniendo una respuesta lenta y benévola por parte de la “justicia vip”, la de los poderosos, que prolonga de forma indefinida las instrucciones, con lo cual se pierden pruebas, también el dinero, por lo que son muy pocos los corruptos que pagan sus desmanes ante la sociedad.

Durante la época de bonanza económica, la de la construcción a “go go”, fueron numerosos los políticos, banqueros, empresarios, que sobrevaloraron los precios para obtener pingües beneficios que descansan plácidamente en paraísos fiscales y/o cajas de seguridad. Mientras tanto, los ciudadanos, que encima hemos tenido que pagar a escote las ganancias de los corruptos, hemos visto mermados los salarios, o “premiados” con un paro interminable, fundamentalmente los jóvenes y mayores y, encima, hemos tenido que soportar que se nos dijera que se trataba de un “castigo divino” por haber vivido por encima de nuestras posibilidades. ¡Qué cara más dura!

En estos días, después de largos años de “impasse”, se está procediendo a realizar la vista oral de una de las piezas de la trama Gürtel, que tiene como principal protagonista a Bárcenas. Las declaraciones de este individuo no dejan de ser un insulto a la inteligencia, como también lo es el que los secretarios y presidentes del PP, ciegos y sordos, no hayan sabido nada de lo que se estaba tramando en el despacho de al lado y hayan quedado fuera del proceso, ¿a quién quieren engañar? Eso sí, previamente, la maquinaria judicial del PP, con Federico Trillo a la cabeza, se encargó de quitarse de en medio a la única persona que les podía hacer daño: el primer instructor del caso, Baltasar Garzón. Este hecho, unido al de Elpidio Silva con Bankia, resultaron ser nefastos para la sociedad, con lo que se perdió la gran ocasión de darle un golpe fuerte y ejemplar a la corrupción en este país.

Desde entonces y, desgraciadamente, la lucha contra la corrupción ha sido un auténtico fiasco. ¿Es que no hace daño a la vista ver a Pujol y a su familia en la calle tan ricamente cuando el patriarca es un delincuente confeso? Y lo mismo ocurre con Rato –y muchos otros- que se pasea por la calle y se deja ver tomando el baño en yates de lujo.

Esto es lo que nos queda a los ciudadanos, ver con resignación, o con indignación, cómo los corruptos se van de rositas con su dinero a buen recaudo y sin pasar por su sitio natural: la cárcel. Cosas de la “justicia vip”.

Si como ciudadanos de a pie, nos tragamos toda la sarta de injusticias que se nos van a ir sirviendo una a una, en algunos casos con los presuntos delincuentes viviendo la paz de los cementerios debido a los largos años de instrucción, estaremos haciéndole el “rendez vous”, el pasillo, a una corrupción sistémica que hay que cortarla de raíz. Para evitar esta vergüenza, no cabe otra solución que hacernos a la idea de que los valores que dieron pie al 15-M no han alcanzado, ni mucho menos, sus nobles objetivos, por lo que será necesario olvidarse del Parlamento y reincidir en movilizaciones que nunca debieron ser paralizadas.

Y mientras tanto, si es que las cortes no se avienen a ello, habrá que utilizar la iniciativa popular para terminar con la corrupción ilegalizando al PP. Con la ley en la mano, razones hay de sobra.

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