Lo hemos visto en infinidad de versiones cinematográficas, con el rostro de Michael Caine, George C. Scott, Bill Murray… y algunos incluso habrán leído sus exabruptos en diversas traducciones, o tal vez en el original en inglés. Ebenezer Scrooge es un personaje imprescindible de la literatura universal y alguien mucho más relevante de lo que podemos imaginar para las fiestas que celebramos estos días. Hablamos del viejo avaro y cascarrabias que reniega de la Navidad y de sus semejantes y que, en la víspera de la cena familiar por antonomasia, es visitado por tres fantasmas que le advierten de su triste destino si no enmienda su actitud.

En Londres, da igual que seas judío, musulmán o hindú, todos celebran la Navidad como una fiesta entrañable que va mucho más allá de la conmemoración cristiana del nacimiento de Jesús. Como en cualquier otra ciudad de medio mundo, pero con más espíritu nacional si cabe, las calles se inundan de luces, adornos y mercadillos. Porque más que ninguna otra ciudad, la Navidad es allí casi como una fiesta autóctona. Y como allí, también aquí sentimos –o nos inspiran- esa necesidad de ser especialmente buenos y cariñosos durante estos días. Y si hay que buscar un responsable de todo ello -más allá de grandes almacenes que vengan a nuestra mente-. lo encontramos en el genial escritor Charles Dickens.

El autor de Oliver Twist o Historia de dos ciudades publicó en 1843 Un cuento de Navidad, un relato concebido para ser leído en reunión al calor del fuego y con el que Dickens, en realidad, profundizaba en una de las cuestiones que más le preocuparon y denunció a lo largo de su vida: la explotación de los niños. Aquel mismo año el gobierno británico publicó un informe sobre la gravedad del trabajo infantil en el país, datos que no hicieron más que constatar una realidad que Dickens conocía de primera mano, así que decidió reaccionar con sus mejores armas: el papel y la pluma. Aunque su primer impulso fue echar mano de su experiencia como periodista político y redactar un panfleto incendiario, con más calma pensó que un relato navideño tendría mucha más fuerza, al llegar con más facilidad al corazón de la gente. Así fue como nació aquella historia que, si bien no aborda de forma directa la explotación laboral de los menores, sí que advierte sobre las consecuencias de la avaricia, la codicia y la falta de bondad. Al final del relato, el viejo Scrooge toma conciencia de su mala conducta para convertirse en una especie de filántropo que da de comer y ofrece atención médica a los niños que tiene a su alrededor (todo ello, puntualicemos, gracias a que el personaje se ha enriquecido a través de sus negocios, por lo que no estamos ante un texto anticapitalista sino que anima a un mejor uso de la riqueza conseguida).

Publicado seis días antes de la Navidad de 1843, la historia vendió las seis mil copias de la primera edición antes de la cena del 24. Existen varios estudios que aseguran que Un cuento de Navidad no solo llevó a identificar inevitablemente el nombre de Charles Dickens con esta época del año sino que ayudó efectivamente a cambiar la sociedad victoriana, agitando la conciencia de la población en relación a la situación de los niños y los más necesitados al tiempo que fomentó la caridad y la generosidad.

Las costumbres importadas así como la fuerza no ya de la literatura sino sobre todo del cine terminaron por extender esa “necesidad” de ser bueno por Navidad, hasta alcanzar nuestra particular versión nacional con aquel memorable “Siente un pobre a su mesa” de la obra maestra de Luis García Berlanga, Plácido. Sea por convicción o por influencia, la realidad es que pocos pueden resistirse, al llegar estos días, a ese impulso de hacer gala de una generosidad un punto más espléndida de lo habitual, incluso reservando un sitio en la mesa para esa tía o ese cuñado difícil de soportar durante el resto del año. Y es que, como ya aprendimos del señor Scrooge, nadie quiere verse visitado por el fantasma de las navidades pasadas.

1 COMENTARIO

  1. tengo casi todas las películas de un cuento de navidad en alta definición y las visiono todos los años sin excepción son el verdadero espíritu de la navidad

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