Desde el año 1993 hasta nuestros días, la zona norte de Madrid ha sido un bocado apetecible, una auténtica perita en dulce no solo para los políticos que han gobernado la ciudad –y que hacían del proyecto su buque insignia− sino para el poder financiero y las grandes constructoras, que han visto un nuevo pelotazo urbanístico en ciernes. El plan del Ayuntamiento de Madrid para reurbanizar esa parte de la capital de España ha recibido distintos nombres a lo largo de los últimos años −Operación Chamartín, Distrito Castellana Norte, Madrid Puerta Norte−, en función del equipo municipal que tomaba las decisiones de gobierno. Cambiaba el nombre, pero el objetivo era siempre el mismo: hacer negocio a costa del bienestar de los vecinos.

El proyecto que finalmente ha sido adjudicado por Manuela Carmena se llama Madrid Nuevo Norte, un desarrollo urbano gigantesco que se diferencia radicalmente del que propuso en su día –Madrid Puerta Norte– mucho más sostenible en lo ecológico y más en la línea de una ciudad para los vecinos y no para el gran capital.

Madrid Nuevo Norte es un proyecto urbanístico pensado para convertir Chamartín en una especie de “gran city financiera” al estilo londinense, una idea muy alejada de lo que la alcaldesa decía pretender conseguir: un barrio verde pensado por y para los vecinos. En definitiva, la aplicación de una filosofía auténticamente de izquierdas que mejorara la vida de los ciudadanos.

En mayo de 2016, cuando el gobierno municipal de Ahora Madrid con el apoyo del Grupo Socialista hizo pública, en un acto presidido por Carmena, la anulación del proyecto de su antecesora, Ana Botella, proponiendo una alternativa denominada Madrid Puerta Norte, ese sueño de un Madrid más humano parecía más cerca de conseguirse. La obra quedaría bajo titularidad pública frente a la “voracidad de los operadores financieros, más que inmobiliarios, amparados por los gobiernos del PP en el Estado y la CAM”, asegura un informe del Instituto para la Democracia y la Municipalidad.

Además, el proyecto inicial, en cuanto a terreno y número de hectáreas edificables, era mucho más acorde con las necesidades de los madrileños y permitía llevar a cabo el desarrollo en distintas fases, reduciendo el impacto y los trastornos que para los vecinos ocasiona un plan de este tipo.

Lamentablemente, el proyecto original terminó en un cajón, sin duda por las presiones de los grandes poderes económicos e inmobiliarios, apoyados por la patronal y algunos medios de comunicación, que han terminado por doblegar la voluntad inicial de Carmena de construir una zona norte más habitable y sostenible.

Que el proyecto final, Madrid Nuevo Norte, se va a llevar a cabo de espaldas a los vecinos, lo demuestra el hecho de que diferentes plataformas cívicas han anunciado que darán la batalla no solo en la calle, sino también en los juzgados, para bloquear el plan urbanístico. Así, la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM) y Ecologistas en Acción, han mostrado su total oposición al proyecto e incluso se han escuchado voces en contra de la decisión de Manuela Carmena en el seno de su propio partido. En efecto, para algunos sectores de Ahora Madrid y Podemos dicho proyecto “se aleja sustancialmente” de los objetivos del movimiento municipalista, contrarios al “modelo de la especulación y el negocio para unos pocos”.

Una vez más, y esta vez lo hace un gobierno municipal de corte socialista, entrega un proyecto clave para el Madrid del futuro al bloque financiero-inmobiliario. Según los detractores de Madrid Nuevo Norte, “se trata de un documento contable, burocrático y resignado, en el que no encontramos ni una sola valoración solvente de política urbana ni del significado que lo pactado tiene para el Madrid de hoy y el del futuro”.

Pero además el hormigón prima sobre la zona verde, como en los peores proyectos del siglo pasado, se fomenta la especulación y la inversión extranjera, se olvida el reequilibrio de la ciudad en su conjunto y se ignoran las carencias de un barrio degradado y de unos vecinos que se sienten abandonados desde hace décadas. Los críticos aseguran que el plan no es solo malo para el Madrid de hoy, sino que “sienta un precedente peligroso para mañana, tanto por su contenido como, sobre todo, por la forma de gestionar la construcción de la ciudad”, según consta en el informe del Instituto para la Democracia y la Municipalidad.

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